Edward caminaba en silencio por los pasillos de la casa principal, su mente llena de pensamientos y preguntas sin respuestas claras. Había algo en Isabela, algo en su mirada, en su presencia, que lo desconcertaba. El viento fuera de la ventana soplaba suavemente, y las sombras de la tarde parecían invadir los rincones de la mansión, pero Edward no podía deshacerse de la sensación de incomodidad que lo había acompañado durante todo el día.
De repente, Eliza apareció en el corredor, su figura delicada y su mirada intensa lo seguían. Había notado la tensión en la interacción entre él e Isabela, y no pudo dejar de preguntarse qué estaba pasando entre ellos. La joven observó a Edward con un leve gesto de curiosidad, una pequeña sonrisa jugando en sus labios.
"Edward", dijo Eliza con suavidad, parándose frente a él. "¿Qué pasa con Isabela? ¿Qué te ocurre con ella?"
Edward frunció el ceño, y por un momento, no supo cómo responder. Miró a Eliza, que lo miraba fijamente, como esperando una respuesta sincera.
"¿De qué hablas?", replicó Edward, intentando disimular la inquietud que sentía. "Nada pasa con Isabela."
Eliza lo miró, sin dejar de sonreír con aquella calma que siempre la caracterizaba. "No seas tonto. Sé perfectamente que algo está pasando. Te vi con ella en la terraza. ¿No te parece extraño que una esclava te haga pensar tanto?"
Edward se detuvo y miró hacia el suelo, como si buscará alguna forma de escapar de esa conversación. No sabía cómo describir lo que sentía. Algo en su pecho se agitaba cada vez que pensaba en Isabela, pero no sabía si era curiosidad, admiración o algo más. ¿Realmente estaba sintiendo algo por ella?
"No lo sé, Eliza", dijo, levantando la vista para encontrar los ojos de su hermana. "Hay algo en ella. No sé qué es. Tiene algo que me atrae, algo que no puedo explicar."
Eliza levantó una ceja, como si ya lo supiera. "¿Algo que no puedes explicar? No me digas que estás tan confundido, Edward."
Edward suspiró y caminó un par de pasos hacia la ventana, mirando hacia el jardín, como si el aire fresco pudiera darle claridad. "No lo entiendo, Eliza. Cuando estoy cerca de ella, siento que hay algo diferente. No sé si es curiosidad, si admiro su fortaleza o… o si me atrae de una manera que no debería."
Eliza lo observó en silencio por un momento antes de acercarse lentamente hacia él. Sus ojos brillaban con una mezcla de comprensión y una pizca de diversión.
"Edward, lo que sientes por Isabela no es curiosidad, ni admiración. Es más que eso. Y lo sabes." Ella se acercó aún más, su tono un poco más suave pero lleno de certeza. "Lo que sientes por ella es algo que jamás habías sentido antes por nadie. Estás enamorado de ella."
Las palabras de Eliza cayeron como una bomba en la habitación. Edward la miró, los ojos abiertos de par en par, como si las palabras de su hermana no pudieran entrar completamente en su mente. No podía ser. ¿Enamorado de una esclava? Eso era imposible. Impropio. Inaceptable.
"No", respondió Edward rápidamente, casi con demasiada firmeza. "Eso no es cierto, Eliza. No puedo estar enamorado de ella. Ella… ella es una esclava. Y yo… yo soy parte de la familia de los marqueses."
Eliza lo miró con una expresión sabia y calmada, como si ya supiera que él negaría la verdad. "¿Y qué tiene eso que ver con lo que sientes, Edward? ¿Acaso el hecho de que ella sea esclava cambia lo que hay entre ustedes?"
Edward sintió como su mente luchaba contra las palabras de su hermana, pero no podía evitar admitir, aunque no lo quisiera, que había algo en Isabela que lo hacía sentir vivo, algo que nunca había sentido con ninguna otra persona. La manera en que la miraba, la forma en que su presencia lo envolvía, todo en ella parecía tan diferente a las demás personas de su mundo.
"No, no lo sé", dijo finalmente, su voz más baja, como si estuviera aceptando que la respuesta no era tan sencilla como pensaba. "Es difícil, Eliza. No sé si lo que siento es amor o solo una atracción. Pero sé que no debería sentir esto. Ella… ella está lejos de mi mundo. Y yo estoy atado a las expectativas de esta familia. No puedo pensar en ella de esa manera."
Eliza suspiró y caminó hacia él, colocándole una mano en el hombro con una suavidad inusitada. "Edward, el amor no entiende de barreras, ni de clases sociales. Si realmente sientes algo por ella, lo que sea que sea, no lo ignores solo porque sea ‘impropio’. No te engañes a ti mismo."
Edward giró hacia Eliza, sus ojos reflejando una mezcla de confusión y frustración. "Pero no puedo hacer nada al respecto. No puedo cambiar lo que soy. No puedo cambiar lo que ella es. ¡No es posible!"
"¿Quién te dice que no es posible?", respondió Eliza con firmeza, su voz cálida pero llena de convicción. "El amor verdadero no tiene reglas, no tiene límites. Y no te estoy diciendo que sea fácil. Pero si lo que sientes es real, lo sabrás. No lo ignores solo porque te incomoda. No dejes que el miedo decida por ti."
Edward se quedó en silencio, pensando en las palabras de Eliza. Todo lo que ella había dicho resonaba en su mente, pero él no sabía cómo manejarlo. ¿Era cierto lo que sentía por Isabela? ¿Realmente la amaba, o era simplemente una fantasía que su mente había creado para escapar de su realidad?
"Eliza… yo no sé qué hacer", murmuró finalmente, su voz grave. "No sé si puedo manejar esto."
Eliza lo miró con ternura. "Tómate tu tiempo, Edward. Pero no huyas de lo que sientes. Sea lo que sea, tienes que enfrentarlo."
Edward asintió lentamente, su mente llena de confusión, pero también de una leve chispa de esperanza. Tal vez Eliza tenía razón. Tal vez todo lo que sentía por Isabela no era tan imposible como pensaba. Solo necesitaba tiempo para entenderlo.
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Editado: 12.04.2025