El aire estaba fresco, y la oscuridad de la noche comenzaba a envolver la finca en su manto. Isabella y Edward seguían sentados en el banco, sus sonrisas lentamente desvaneciéndose mientras el momento se volvía más intenso. Los dos se miraban en silencio, como si el tiempo hubiera dejado de moverse a su alrededor. Los latidos de sus corazones parecían sincronizados, el uno resonando en el pecho del otro, la distancia entre ellos reduciéndose a nada.
Isabella apartó la mirada por un momento, un suspiro casi imperceptible escapando de sus labios. Edward, sin embargo, no podía apartar sus ojos de ella. El brillo en sus ojos se tornó más suave, pero había algo en su mirada que no podía ignorar. Un sentimiento que no sabía cómo describir, pero que sentía profundamente dentro de él.
En ese instante, como si todo el mundo se desvaneciera, Edward se acercó lentamente a ella, su respiración irregular, pero su voluntad firme. Isabella no retrocedió, aunque su cuerpo parecía tenso, expectante. Los dos sabían lo que estaba sucediendo, aunque no podían encontrar las palabras para describirlo. Entonces, con un movimiento natural, como si fuera algo que había estado destinado a suceder desde el principio, sus labios se encontraron en un suave beso.
El mundo se desvaneció por un segundo. No había trabajo, no había reglas, no había miedo. Solo estaban ellos dos.
Isabella cerró los ojos con fuerza, pero de inmediato, como si algo la despertara de un sueño prohibido, separó sus labios de los de él y se apartó bruscamente. Su rostro estaba palidecido, y sus ojos se llenaron de confusión y pavor.
"No… esto no está bien", murmuró, sus palabras entrecortadas por el pánico que la invadía. Sus manos temblaron mientras las apartaba de su regazo y se levantaba rápidamente del banco, apartándose de él. "No está bien", repitió, con la voz quebrada, casi como si estuviera buscando algo que la anclara a la realidad.
Edward no reaccionó de inmediato, quedándose allí, completamente inmóvil, sin saber qué hacer. Su mente estaba confundida, pero sobre todo, sentía un doloroso vacío en el pecho al verla alejarse. ¿Qué había hecho? ¿Había cruzado una línea que nunca debería haber cruzado?
"Isabella", dijo él con voz suave, levantándose para seguirla, pero en ese preciso momento, una figura apareció entre ellos.
Era Eliza, que había estado observando en silencio desde el borde del claro. Ella se acercó rápidamente, su mirada fija en Edward antes de volverse hacia Isabella, quien aún temblaba.
"¡Isabella, espera!", dijo Eliza, acercándose a ella. "No corras. Respira."
Isabella no podía dejar de moverse, como si algo en su interior la estuviera impulsando a alejarse, a escapar. "No… no puedo, no puedo quedarme aquí", dijo entre lágrimas, mirando a Eliza con desesperación. "Esto no está bien. No debería haber pasado."
Edward había dado un paso hacia ella, pero Eliza lo detuvo con una mirada firme. "Edward", dijo con voz controlada, pero firme. "Déjala. No es el momento."
"Pero ella…" Edward comenzó, su voz llena de confusión. "Ella corrió, no puedo dejarla así, no después de lo que pasó."
Eliza lo miró con una seriedad que él no había visto antes, y por un momento, se sintió avergonzado por su impulso. "Escúchame, Edward", continuó Eliza, con un tono más suave. "Lo que acaba de suceder… no es algo que Isabella pueda manejar ahora. Ella está confundida, asustada, y lo único que hará correr tras ella ahora es poner más presión sobre ella."
Edward asintió lentamente, sintiendo cómo una carga caía sobre él al escuchar las palabras de Eliza. "Pero yo… no sé qué hacer", dijo, su voz vulnerable, como si estuviera completamente perdido.
"Lo sé", respondió Eliza con comprensión. "Pero lo que necesitas hacer ahora es darle espacio. Si vas tras ella ahora, lo único que lograrás es llamar la atención de todos. Y si eso sucede, no solo va a ser un desastre para ti, sino para ella también. Ella necesita tiempo, Edward. Solo respétalo."
Isabella, mientras tanto, seguía corriendo, sintiendo que el peso de su propio corazón la arrastraba. No entendía lo que había pasado, solo sabía que no debía haber dejado que eso ocurriera. La confusión, la culpa y el miedo se mezclaban en su mente y su pecho, bloqueando cualquier intento de comprensión. No podía quedarse allí, no podía.
Eliza la observó con una mirada triste antes de dirigirse hacia Edward, quien aún permanecía inmóvil, sus ojos fijos en el lugar donde Isabella había desaparecido.
"Déjala ir", dijo Eliza nuevamente, colocando una mano en su hombro para darle consuelo. "Ella regresará cuando esté lista. Tú también lo harás."
Edward asintió lentamente, su mirada fija en la oscuridad, donde Isabella había desaparecido. "¿Y si no regresa? ¿Y si la pierdo?"
"No la perderás", dijo Eliza con una suave sonrisa, aunque en su voz había una tristeza oculta. "Pero si realmente te importa, entonces tendrás que ser paciente. El tiempo lo dirá."
Eliza se alejó, dejando a Edward solo en la oscuridad, inmóvil. El aire frío de la noche tocaba su piel, pero nada parecía capaz de calmar el tumulto que sentía dentro de él.
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Editado: 12.04.2025