Raíces Prohibidas

Capítulo 24: El Silencio de la Noche

La noche se extendió como un manto oscuro sobre la finca, envolviendo todo en una quietud inquietante. Isabella se había alejado rápidamente, sus pasos resonando en el silencio de la finca mientras las emociones la asfixiaban. Su corazón latía con fuerza, pero su mente estaba en un caos total. No entendía lo que había sucedido entre ella y Edward, ni cómo había llegado a ese punto.

Corrió sin rumbo, guiada únicamente por el impulso de escapar, de alejarse de lo que había sido un momento demasiado intenso, demasiado peligroso. Pero al final, el cansancio la alcanzó, y se detuvo cerca de un viejo árbol en el borde del campo, su respiración irregular y sus ojos llenos de lágrimas contenidas.

"¿Por qué…?" murmuró para sí misma, las palabras saliendo entre sollozos ahogados. "¿Por qué tuvo que pasar esto?"

El viento soplaba suavemente, y en la lejanía, podía escuchar los ecos de la finca, los murmullos de los otros esclavos en la oscuridad. Pero todo se sentía tan lejano, como si estuviera atrapada en un vacío del que no pudiera salir.

Mientras tanto, en la casa principal, Edward se encontraba en su habitación, mirando al vacío, sin poder quitarse la imagen de Isabella corriendo de él. Su corazón se sentía pesado, y la confusión lo invadía completamente. ¿Qué había pasado entre ellos? ¿Qué había significado ese beso?

Se levantó de su cama con ansiedad, comenzando a caminar de un lado a otro en la habitación, su mente trabajando a mil por hora. Necesitaba respuestas. Necesitaba entender lo que había sucedido, lo que sentía. ¿Era solo una chispa de curiosidad? ¿O había algo más?

Eliza había sido clara: le había dicho que debía darle espacio a Isabella, que ella necesitaba tiempo para procesarlo todo. Pero, ¿cómo podía esperar? ¿Cómo podía alejarse sabiendo que su corazón latía con tanta fuerza por ella?

Por un momento, la idea de ir tras ella lo tentó, pero algo en su interior le decía que no era el momento. Necesitaba entender lo que estaba pasando, pero no podía presionar a Isabella, no cuando ella misma parecía tan perdida.

Mientras tanto, en las barracas, Isabella había regresado, pero no podía descansar. La imagen del beso y de su huida seguían atormentándola. Se sentó en un rincón de la pequeña habitación, abrazando sus rodillas contra su pecho, su mente atrapada en la confusión y el miedo.

Un golpe suave en la puerta la interrumpió. Era Mama Lula, que había venido a ver cómo estaba.

"Isabella," dijo la mujer con suavidad, sentándose junto a ella. "Te vi salir corriendo… ¿qué pasó, mi niña?"

Isabella no pudo contenerse más. Las lágrimas comenzaron a caer libremente mientras sus manos temblaban. "Mama Lula," sollozó. "Lo que pasó… no lo entiendo. Estaba bien… y luego todo cambió. Me besó… Edward me besó, y yo… yo no sé qué hacer con eso."

Mama Lula la abrazó, acariciando su cabello con ternura. "Mi niña," susurró, su voz suave como el viento. "Esa tierra no es amable con nosotros. Nos hacen olvidar lo que realmente somos. Pero lo que sientas… no lo ignores. No dejes que nadie te diga que no lo sientes."

Isabella la miró con los ojos llenos de confusión. "Pero… no está bien, Mama Lula. No debería haber pasado. Edward es de los dueños. Yo… yo soy solo una esclava."

Mama Lula sonrió suavemente, aunque sus ojos reflejaban una tristeza profunda. "La gente, mi niña, es mucho más que lo que está en su sangre o en el poder que tienen. No dejes que el mundo te diga que no puedes sentir lo que sientes. Pero… también debes ser cautelosa. No hay nada más peligroso que cruzar las líneas de esta tierra."

Isabella asintió lentamente, absorbiendo sus palabras, pero la angustia seguía nublando su mente. "No sé qué hacer. Tengo miedo. Me siento… atrapada."

"Lo sé," respondió Mama Lula con un suspiro. "Pero recuerda lo que somos. Somos más fuertes que esto. Si alguien puede sobrevivir en este mundo, somos nosotros."

Esa noche, Isabella se quedó despierta durante horas, mirando al techo de la barraca, su mente llena de pensamientos oscuros y confusos. El miedo la mantenía alerta, pero también una parte de ella seguía pensando en Edward, en el momento que compartieron, en cómo su corazón había latido tan rápido y fuerte cuando él la miraba.

Mientras tanto, Edward tampoco pudo dormir. Sabía que debía dejarla en paz, pero algo dentro de él lo mantenía despierto, y cuando sus ojos se cerraban, lo único que veía era su rostro, la expresión de desesperación que ella había tenido antes de huir. Y aún sin saberlo, su corazón estaba lleno de una determinación que no entendía del todo. Tenía que encontrarla. Tenía que hablar con ella.




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