Raíces Prohibidas

Capítulo 27: El encuentro de las palabras sabias

Era una tarde tranquila en la finca, el viento soplaba suavemente y los esclavos se encontraban dispersos en sus tareas cotidianas. Isabella estaba en el campo, absorta en su trabajo, cuando vio a Mama Lula caminando con paso firme hacia la casa principal. Algo en su mirada denotaba que tenía un propósito claro.

Isabella, curiosa, la observó por un momento y, aunque no estaba segura de lo que sucedía, algo le decía que Mama Lula no iba a dejar pasar por alto lo que había ocurrido entre ella y Edward. Un suspiro escapó de sus labios mientras continuaba con su labor, pero sus pensamientos no dejaban de ir hacia él.

En la casa principal, Edward estaba en su habitación, descansando después de un largo día de tareas, cuando de repente escuchó un leve golpeteo en la puerta. Antes de que pudiera responder, Mama Lula entró sin esperar una invitación, con una mirada decidida y tranquila.

“Disculpe la intrusión, joven Edward,” dijo Mama Lula con su tono suave y respetuoso, pero con una firmeza que no podía ser ignorada. “Necesito hablar con usted.”

Edward la miró sorprendido, aunque no mostró signos de incomodidad. Se había acostumbrado a la presencia de Mama Lula en la finca, una mujer que, aunque ya mayor, tenía una gran influencia sobre todos los esclavos. De alguna manera, sabía que no podía ignorarla.

“Por supuesto, Mama Lula. Siéntese, ¿en qué puedo ayudarla?” respondió Edward, invitándola a tomar asiento en una de las sillas cercanas.

Mama Lula, sin prisas, se acomodó en la silla con su postura tranquila. “No vengo a causarle incomodidad, joven Edward. Vengo a hablarle de una joven que le interesa, una joven llamada Isabella.”

Edward se tensó ligeramente al escuchar su nombre, pero no dijo nada. En lugar de eso, se recostó un poco en su silla, esperando que Mama Lula continuara.

“Sé lo que ha pasado entre ustedes, aunque no tengo derecho a juzgarle. Lo que le diré no es para causar conflictos, sino para ayudarle a ver algo que quizás no ha considerado,” dijo Mama Lula, su voz grave, pero amable.

“Isabella… ella es una joven fuerte. Ha sufrido mucho en su vida. Y aunque me dolió verla tan confusa, no puedo dejar de decirle algo importante,” continuó Mama Lula, mirándolo directamente a los ojos. “No es fácil para ella confiar, Edward. No solo por el hecho de ser esclava, sino por lo que los hombres de su raza le han hecho, y más aún por lo que usted representa.”

Edward la miró, su rostro mostraba una expresión de desconcierto. “¿Qué quiere decir con eso, Mama Lula?”

“Ella no sabe si puede confiar en usted,” respondió Mama Lula sin vacilar. “Lo que ha vivido, lo ha marcado de una manera que no puede ser ignorada. No es solo una cuestión de orgullo, ni de su estatus como esclava. Es una cuestión de supervivencia. Y aunque su corazón le diga que usted no es como los demás, su mente le grita lo contrario.”

Edward asintió lentamente, entendiendo las palabras de Mama Lula, aunque aún no quería aceptar completamente la idea de que Isabella tuviera miedo de él. “Lo entiendo, Mama Lula. Pero le aseguro que mis intenciones son sinceras. Quiero conocerla mejor. Quiero saber quién es realmente.”

Mama Lula lo miró fijamente, sus ojos reflejaban años de sabiduría y experiencias vividas. “Eso está bien, joven Edward. Pero le advertiré algo: si de verdad la quiere, tendrá que ir con cautela. Isabella es una flor que ha crecido en la oscuridad y la tormenta. Y aunque su deseo de amor y ternura es grande, está llena de miedos, de dolor. No la lastime más de lo que ya está. Y, sobre todo, tenga en cuenta que no es un juego. Si ella lo siente, si percibe que hay algo más que simples palabras, lo hará todo por protegerse, incluso si eso significa alejarse de usted.”

Edward escuchó atentamente las palabras de Mama Lula, sin interrumpirla. Sabía que ella tenía razón en muchas de las cosas que decía, pero aún sentía que el amor que le ofrecía a Isabella era real. Sin embargo, las palabras de la anciana le hicieron reflexionar.

“Lo prometo,” dijo Edward finalmente, con una calma que no había mostrado antes. “No quiero lastimarla, ni a ella ni a nadie. Quiero entenderla, conocerla más profundamente, sin forzar nada.”

Mama Lula asintió, una ligera sonrisa apareció en sus labios. “Eso es todo lo que puedo pedirle, joven Edward. Solo recuerde una cosa: el amor no debe apresurarse. No se puede forzar ni se puede controlar. La joven Isabella debe sentirse libre para elegir su camino. Y si es el suyo, será ella quien lo decida, no usted.”

La habitación quedó en silencio por un momento, ambos reflexionando sobre las palabras intercambiadas. Finalmente, Mama Lula se levantó, dirigiéndose hacia la puerta.

“Gracias por su tiempo, joven Edward,” dijo con una reverencia. “Recuerde, la vida de Isabella no es un simple juego. Y si su corazón realmente la busca, tendrá que ser paciente y respetuoso.”

Antes de salir, Mama Lula se detuvo y miró a Edward una última vez. “Y si no puede darle el respeto que ella merece, le sugiero que se aleje antes de que sea demasiado tarde.”

Edward la observó mientras salía, y aunque sus palabras eran firmes y llenas de sabiduría, un sentimiento profundo y sincero se apoderó de él. Sabía que tendría que ganarse la confianza de Isabella, y que no sería fácil. Pero estaba decidido a seguir adelante, a ser paciente, y a demostrarle que podía ser alguien en quien ella confiara.




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