Raíces Prohibidas

Capítulo 31: El Desafío de lo Prohibido

Los días que siguieron fueron una mezcla de emociones para Isabella. Por un lado, había una paz en su interior al haber tomado la decisión de abrazar lo que sentía por Edward, pero por otro, la ansiedad la carcomía. Cada paso que daba por la finca parecía ir acompañado de una mirada furtiva, de un temor persistente a ser descubierta. La relación que comenzaba a crecer entre ellos estaba llena de secretos, y cada momento juntos se sentía como un delicado equilibrio entre el deseo y el miedo a las consecuencias.

Isabella pasó los siguientes días en la cocina, como de costumbre, pero con el pensamiento constantemente en Edward. Se encontraba perdida en sus propios pensamientos cuando un día, mientras estaba preparando pan, vio a Edward acercándose hacia la cocina. Él caminaba con paso firme, su mirada fija en ella.

"Isabella," dijo su voz profunda, rompiendo el silencio, "necesito hablar contigo."

Ella levantó la vista, su corazón dio un salto en su pecho. No era raro que se acercara, pero esta vez algo en su tono de voz le hizo sentir que lo que venía iba a ser diferente.

"Claro, Edward," respondió, tratando de mantener la calma mientras se secaba las manos con el delantal. "¿Qué pasa?"

Él la miró por un momento, como si estuviera evaluando si debía hablar o no. Finalmente, dio un paso adelante y sus ojos se llenaron de una seriedad que le hizo dudar si estaba lista para lo que vendría.

"Isabella," comenzó, su voz más grave que nunca. "Lo que estamos haciendo… es peligroso. Y lo sé. No quiero que te pongas en riesgo por mí, no quiero que pagues el precio por algo que solo nosotros dos sabemos."

Isabella sintió un nudo en su estómago al escuchar sus palabras. La tensión en el aire era palpable, y aunque su corazón le decía que debía mantenerse firme, el miedo seguía presente.

"Edward, yo… no me arrepiento de lo que hicimos. Pero sí sé lo que estamos enfrentando. Sé lo que significa estar con alguien como tú, y lo que eso implica para ambos." Ella respiró hondo, tratando de organizar sus pensamientos. "No voy a huir, aunque sé que esto no es fácil."

Edward acercó más su rostro, mirándola con una mezcla de cariño y preocupación.

"Lo que quiero decir es que no solo se trata de nosotros. Se trata de ti. De lo que estás arriesgando." Él la tomó suavemente de la mano, como si temiera que ella pudiera desaparecer en cualquier momento. "Te prometo que intentaré protegerte, pero no puedo garantizarte que todo saldrá bien."

Isabella sintió la calidez de su mano y la preocupación en su mirada. Su corazón latía con fuerza, pero también sabía que no podía dejar que el miedo decidiera por ella. No quería vivir con la constante duda de qué habría pasado si se hubiera quedado en silencio. No quería arrepentirse de no haber luchado por lo que sentía.

"Lo que importa es que no estoy sola," respondió, con una firmeza renovada. "Y no pienso alejarme. Esto es lo que quiero, Edward."

Edward la miró fijamente, como si quisiera asegurarse de que estaba completamente segura de lo que estaba diciendo. Pero antes de que pudiera responder, ambos escucharon unos pasos acercándose. Isabella dio un paso atrás, el miedo se apoderó de su rostro. El silencio fue roto por la voz familiar de Eliza, quien apareció en la puerta de la cocina.

"¿Qué pasa aquí?" preguntó Eliza con una sonrisa traviesa, pero al ver el rostro serio de ambos, su expresión cambió rápidamente. "Isabella, ¿estás bien?"

Edward y Isabella intercambiaron una mirada rápida. Eliza ya sabía que algo estaba ocurriendo entre ellos, pero los ojos de Eliza eran curiosos, llenos de preguntas.

"Sí, todo está bien," dijo Isabella con una sonrisa tímida. "Solo estábamos hablando."

Edward no dijo nada. Simplemente asintió y dio un paso atrás, como si quisiera dejar espacio entre ellos.

Eliza miró a ambos con suspicacia, pero no dijo nada más. Sabía que algo estaba pasando entre ellos, pero no estaba dispuesta a presionar aún más.

"Bien," dijo Eliza finalmente, "de todas maneras, Isabella, tu presencia es requerida en la sala principal. La señora quiere que prepares algo para los invitados."

Isabella asintió, algo aliviada de que la conversación se hubiera desviado, pero al mismo tiempo, no podía evitar sentir que cada paso que daba en ese lugar la acercaba más a la inevitable revelación de su relación con Edward. A medida que se alejaba de la cocina, sentía los ojos de Edward en su espalda, y esa sensación de que algo grande se estaba gestando entre ellos se hacía más fuerte con cada paso que daba.

Esa noche, mientras Isabella servía en la gran sala, la tensión que había en el aire era palpable. Los murmullos de los invitados llenaban el espacio, y aunque su rostro estaba cubierto por una máscara de profesionalismo, su mente estaba lejos, en el mismo lugar donde Edward la había mirado por primera vez con esa intensidad que la había atrapado.

Mientras estaba en la cocina, trabajando, su mente no podía dejar de volver a la conversación que había tenido con él, a las palabras que compartieron. Pero sabía que el mundo no podía saber lo que estaba ocurriendo entre ellos. Aún no.

Cuando la noche llegó a su fin y los últimos invitados comenzaron a marcharse, Isabella estaba agotada. Sin embargo, antes de poder retirarse, se encontró nuevamente con Edward en los pasillos. Él la observó con esa mirada enigmática, y aunque nadie más estaba cerca, la tensión seguía siendo la misma.

"Isabella," dijo suavemente. "No te arrepentirás de esto. Yo estaré aquí, pase lo que pase."

Isabella lo miró a los ojos, y en ese momento, supo que aunque el futuro fuera incierto, no se detendría. No se arrepentiría.

"Lo sé," dijo con una pequeña sonrisa, "y yo también estaré aquí."

Ambos compartieron un último momento de silencio, sabiendo que cada día que pasara sería una batalla, pero también una victoria por el simple hecho de estar juntos.




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