Raíces Prohibidas

Capítulo 33: Un Plan Arriesgado

La noche había caído y la luna llena iluminaba el cielo como un testigo mudo de las decisiones que Edward estaba tomando. Había recorrido los campos, reflexionado sobre todo lo que había sucedido y, finalmente, había llegado a una conclusión.

No podía esperar más. El tiempo corría, y no podía quedarse de brazos cruzados mientras su vida y la de Isabella estaban en juego. Sabía que el compromiso con Lady Eleanor no era solo una formalidad, era algo que estaba destinado a ocurrir, algo que los patrones no aceptarían que él rompiera. Pero no podía casarse con ella. No podía vivir esa mentira. Y mucho menos, podía permitir que Isabella continuara sufriendo.

Decidido, salió de su habitación y se dirigió al vestíbulo de la casa principal. Su corazón palpitaba con rapidez mientras sus pasos lo guiaban hacia el cuarto de Eliza. Era la única persona en quien podía confiar, la única que, aunque perteneciera a la misma clase social que su familia, veía las cosas de manera diferente. Ella entendía el dolor, las dificultades y las injusticias que los esclavos enfrentaban a diario. Sabía que, si le pedía ayuda, ella no dudaría en apoyarlo.

Al llegar a la puerta del cuarto de Eliza, respiró profundamente antes de golpear suavemente. El sonido de los pasos acercándose lo hizo tensarse, pero cuando la puerta se abrió, una pequeña sonrisa se dibujó en el rostro de Eliza.

“¿Edward?” dijo ella, sorprendida pero amigable. “¿A esta hora?”

Edward no perdió tiempo. “Necesito hablar contigo, Eliza. Es importante.”

Eliza lo miró fijamente por un momento, como si evaluara el tono serio en su voz, y luego asintió. “Pasa,” dijo, abriéndole la puerta.

Edward entró y se sentó en una silla junto a la mesa donde Eliza había estado escribiendo. Cerró la puerta detrás de él, asegurándose de que nadie pudiera escuchar. En su rostro se reflejaba la determinación.

“Eliza, necesito que me ayudes. Es sobre Isabella.”

Eliza levantó una ceja, sorprendida. “¿Isabella? ¿Qué pasa con ella?”

Edward se inclinó hacia adelante, sus manos apretando los bordes de la silla. “He tomado una decisión. No voy a seguir con este compromiso. No voy a casarme con Lady Eleanor. Mi corazón está con Isabella, y haré lo que sea necesario para estar con ella.”

Eliza lo observó en silencio por un momento, comprendiendo la gravedad de la situación. Finalmente, habló con calma, pero con la preocupación reflejada en su rostro. “Sabes que no es tan sencillo, ¿verdad? Las consecuencias de desobedecer a tus padres no serán pequeñas. Y si decides seguir a Isabella, tendrás que huir, y no será fácil.”

“Lo sé,” dijo Edward, su voz firme. “Por eso necesito tu ayuda. He pensado en un plan. Tú eres la única que puede ayudarnos.”

Eliza lo miró, entre la sorpresa y la duda. “¿Qué plan?”

Edward respiró profundamente antes de continuar. “Necesito que distraigas a mis padres. Sabes que te quieren mucho, que siempre confían en ti. Si puedes distraerlos lo suficiente, Isabella y yo tendremos una oportunidad para escapar.”

Eliza frunció el ceño, pero no se apartó. “¿Y tú? ¿Qué harás mientras yo distraigo a tus padres?”

“Yo iré tras ella,” dijo Edward, con firmeza. “Me voy a ir con ella. Sé que no puedo dejarla, y no voy a esperar a que me impongan un futuro que no quiero.”

Eliza pensó en silencio durante unos momentos. Había algo en sus ojos que reflejaba una mezcla de temor y complicidad. No podía ignorar lo que estaba a punto de hacer, pero también sabía que, si no ayudaba a Edward, él terminaría en un matrimonio que no deseaba, y Isabella seguiría sufriendo bajo el peso de su condición.

“Está bien,” dijo finalmente Eliza, asintiendo. “Lo haré. Pero necesitas tener en cuenta que esto no será fácil. No solo estamos hablando de escapar, estamos hablando de enfrentarnos a todo lo que tus padres representan. Y lo que es peor, si nos descubren...”

“Lo sé,” interrumpió Edward, con los ojos brillando de determinación. “No tengo otra opción. Pero necesito que lo hagas. Necesito que tú seas la distracción.”

Eliza lo miró fijamente, evaluando las palabras de Edward, su mente ya trabajando en el plan. Finalmente, suspiró. “Está bien. Lo haré. Pero habrá un momento para todo. Primero, tienes que asegurarte de que Isabella sepa lo que estamos haciendo. Asegúrate de que no se asuste cuando vea el plan en marcha.”

Edward asintió con una sonrisa agradecida. “Gracias, Eliza. Sabía que podía confiar en ti.”

Eliza se levantó y se acercó a la ventana. “No sé cómo va a salir esto, pero de algo estoy segura: esto no es solo por ti o por Isabella. Es por lo que ambos merecen. La libertad.”

Ambos se quedaron en silencio por un momento, sabiendo que lo que estaban a punto de hacer cambiaría todo para siempre. Finalmente, Edward se levantó y se dirigió hacia la puerta.

“Voy a buscarla,” dijo, su voz suave pero llena de resolución. “Y cuando estemos listos, te avisaré. Gracias de nuevo, Eliza.”

Con esas palabras, Edward salió del cuarto y se adentró en la oscuridad de la noche, sabiendo que el riesgo que estaba a punto de tomar podría ser el último de su vida, pero también el primero de una nueva vida junto a Isabella. Un futuro que no podía esperar más.




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