La decisión que cambia todo

El sol se filtraba a través de las cortinas, tiñendo la habitación con tonos dorados que parecían anticipar un nuevo comienzo. María despertó con el corazón agitado, consciente de que aquel día no sería como cualquier otro.

Desde hacía semanas, sus pensamientos giraban sin descanso en torno a Diego y Eugenio, al pasado que la había marcado y al futuro que aún le parecía incierto. Pero, en el fondo, sabía que debía tomar una decisión para encontrar paz.

Esa mañana, Diego la esperaba en el café donde solían encontrarse cuando ella regresó a la ciudad. Su sonrisa cálida y la mirada llena de esperanza le dieron valor para hablar con sinceridad.

—María —comenzó Diego, tomando sus manos entre las suyas—. He esperado mucho tiempo para decir esto, pero quiero que sepas que te amo, que siempre te he amado. Y hoy te pregunto, con todo mi corazón: ¿quieres casarte conmigo?

María sintió que una ola de emociones la inundaba. Recordó los años que estuvieron separados, las cartas no enviadas, los silencios que pesaron demasiado. Pero también recordó la certeza que siempre sintió con él, esa seguridad que no encontraba en ningún otro lugar.

Con la voz temblorosa pero firme, respondió:

—Sí, Diego. Quiero casarme contigo.

Diego sonrió con alivio y felicidad, y la abrazó con ternura.

Sin embargo, sabía que el camino aún no estaba completamente despejado. Eugenio necesitaba tiempo para aceptar y ellos debían enfrentar juntos los retos que se avecinaban. Pero en ese momento, María sintió que había tomado la decisión correcta, la que su corazón le dictaba desde siempre.

Más tarde, mientras caminaban por las calles de la ciudad, María no pudo evitar pensar en Eugenio y en Carlos, y en cómo sus vidas estaban entrelazadas de formas inesperadas.

Aquel sí definitivo era solo el inicio de una nueva etapa, llena de desafíos, pero también de esperanzas y sueños compartidos.