Dash había abandonado el edificio hace unos minutos, pero Magi aún seguía tomando perezosamente su bebida energizante.
Se encontraba sumida en pensamientos, reflexionando sobre cómo las cosas podrían haber salido tan bien. Había considerado la posibilidad de utilizar alguno de sus artefactos mágicos de control mental sobre Dash, pero al final resultaron innecesarios. Ella firmó rápidamente y sin consultar más detalles, y parecía que no le importó lo que Magi le dijo sobre el documento vinculante y los anexos. Después de una breve despedida y un acuerdo para reunirse de nuevo en dos días, Dash se marchó sonriendo, cargando en brazos los manuscritos de Daring Do, como haría una madre con un hijo perdido.
"Vaya yegua..." rió tranquilamente Magi. Aunque no conocía a la princesa ni a sus amigas en persona, si uno juzgara a las ponis que te rodean para saber quién eres, ella ya había empezado a hacerse una idea.
"Sera interesante... tendré que estar preparada", dijo Magi, mientras guardaba con cuidado la lata vacía de su bebida energizante en uno de los cajones de su escritorio. Esta no era una lata ordinaria. Aunque tenía un aspecto como cualquier otra, había sido adaptada para tener una mayor durabilidad y conservación. Además, era recargable, un detalle que Magi aprovechaba muy bien para fingir beber de aquel producto comercial cuando en realidad disfrutaba de otras bebidas.
Giró en su asiento y observó sin mucho interés la gran ciudad que se veía desde su oficina.
"Tengo un local propio, tengo un gran patrocinador y ahora tengo un buen producto. La fortuna me sonrie. ¿Es momento para celebrar?", reflexionó Magi con una sonrisa, mientras consideraba en voz baja sus logros recientes.
La pegaso contempló el atardecer durante unos minutos y luego bostezó y estiró sus extremidades. Giró en su silla, revisó su escritorio y sacó un par de piedras talladas de uno de los cajones. Luego fue a la habitación contigua y abrió con cuidado la caja fuerte oculta detrás de una pintura. Colocó las piedras dentro y regresó al documento que Dash había firmado. Lo tomó y se dirigió a la recepción.
A pesar de la hora, la abnegada poni recepcionista seguía allí inmersa en su trabajo.
"Sigues trabajando a estas horas, no te pago por ser tan dedicada", dijo Magi con una mirada traviesa.
A la recepcionista no pareció importarle y continuó con su trabajo.
De repente, Magi empujó la silla de la recepcionista hacia atrás y la abrazó, alejándola de su escritorio. Durante unos segundos forcejearon hasta que la recepcionista finalmente dejó caer sus extremidades rendidas. Así pasaron en silencio unos minutos sin hacer ningún movimiento más.
"Magi ... necesito terminar los documentos de transferencia del caso de la señorita Dash", imploró la secretaria con la mirada perdida en el suelo y una timida voz.
"Deja eso, terminaré tus documentos más tarde en la noche. Tomemos un descanso ahora...", dijo la sonriente pegaso mientras seguía abrazando a la recepcionista.
"Está bien...", dijo la secretaria mientras respondía sus palabras con su propio abrazo.
Mágicamente las luces de la habitación se apagaron, dejando solo la luz del atardecer filtrarse por las ventanas.
"¿Qué piensas hacerle a la amiga de la princesa?" preguntó la secretaria.
"Pienso volverla loca", respondió Magi con una sonrisa aún más grande.
"Jijiji..." La secretaria rió por un momento, pero luego se alejó un poco del abrazo de su pareja. Visibles eran los brillantes ojos escarlata que asomaban en bajo su melena de color castaño. La mirada de ambos se encontró. "¿No es peligroso todo esto? ¿Funcionará?"
"Confía en mí, dulce, todo saldrá bien. Nosotros estaremos bien, tenemos todas las cartas a nuestro favor. Y sobre todo te tengo a ti", dijo Magi con la oscuridad ocultando su rostro. Un momento después, unos tímidos besos cayeron en su mejilla y estos fueron respondidos con otro abrazo.
Poco a poco, la luz fue menguando en la habitación, ajenos a los susurros de la noche inquieta que florecía en el piso más alto de la torre Average. Los cansados obreros de construcción dejaron el incompleto edificio y se perdieron en las calles de la gran ciudad.