-Buenas noches padres –saludo a los rostros de los señores Beauvoir que aparecieron por la chimenea de la sala común de Hufflepuff
-Buenas noches hija –su madre parecía más emocionada por verla que su padre, el cual ni siquiera la saludó
-Pensé que hablaríamos los fines de mes -les dijo
-Cambiamos esta vez
-¿Tienes algún inconveniente por allí? –el acento marcado de su padre cuando no hablaba francés hacía que una sonrisa burlona apareciera en su rostro
-No padre, por aquí las cosas están muy normales nadie sospecha absolutamente nada
Estuvo a punto de contar lo sucedido en Hogsmeade, el castigo de la directora McGonagall y su nueva amistad con Malfoy pero se calló. Se guardó cada palabra porque sabía que no estaría bien contarlo y ellos no estaban ahí para hacerla hablar.
-Muy bien, quiero que no llames la atención
-Eso implica no tener amigos –completó su madre
-¿Por qué? ¿Creen que podría asesinarlos? –el sarcasmo utilizado era muy marcado,
-La verdad no me sorprendería que lo hicieras –su padre siempre sabía cómo bajarla de su nube
La sonrisa burlona en la cara de la chica desapareció, solo lo decía de broma, precisamente para que el tema no le afectara tanto, para que fuera menos real, pero sabía que su padre no lo hacía del mismo modo. Con sus palabras podía elevarle el ego o pisotearla.
-Saben que fue un accidente –trató de no verse muy afectada por el comentario
-Hacer caer los libros de una persona es un accidente, encontrarse con alguien es un accidente, no matarlo –la señora tomó la palabra esta vez- eso no es un accidente
-Bien, tal vez no fue un accidente como tal –ya estaba empezando a elevar la voz- pero sí me arrepiento de haberlo hecho
-Eso no es lo mismo que dijiste hace meses –su padre se veía calmado, casi imperturbable
-Pero ahora sí, ahora sí me arrepiento… y creo que lo mejor es entregarme –fue apenas un susurro pero sus padres lo escucharon a la perfección
-De ninguna manera, esa no es una opción, además afirmas que todo va bien –la calma de Alexandre, su padre, parecía desaparecer- no seas tan bipolar
-Hija tienes que madurar y hacerte cargo de tus responsabilidades –su madre sonaba tan convincente que lo que dijo parecía tener sentido
-Mamá, ¿te estás escuchando? –Camille se veía incrédula ante esas palabras- ser madura y hacerme cargo es entregarme y es precisamente lo que quiero hacer pero ustedes…
-Esa no es la solución –la interrumpió su padre- no sabes todo lo que sacrificamos tu madre y yo para que estés fuera de peligro, nuestro trabajo, nuestro hogar
-Por favor –ese característico tono sarcástico estaba volviendo- no lo hicieron solo por mí, ustedes…
-Ya no más –la interrumpió Clarise, su madre
-Claro, ustedes si pueden echarme en cara todos mis errores, pero debo de quedarme callada ante los suyos
-A diferencia tuya nosotros no le quitamos la vida a nadie –otra vez supo dar en el blanco, Camille se quedó callada unos segundos
-Escúchame bien Camille –ahora la mujer de la chimenea parecía perder la paciencia- un paso en falso y todo este esfuerzo se habrá ido a la mierda, ¿entendiste?
-Oui –ella no se quedaba atrás, también estaba perdiendo la paciencia- sí, entendí que todo esto es supuestamente por mi bien y que jamás dejarán de recordarme el porqué
Una puerta de los dormitorios se abrió, todo ese gritadero hizo que una estudiante se despertara y fuera a ver qué es lo que sucedía por allá abajo.
Los adultos desaparecieron de inmediato al oír los pasos por las escaleras, su hija por su parte solo atinó a salir de la sala común y caminar un rato. Pero la ira acumulada no se quitaba con una simple caminata por el castillo.
Cuando estuvo un poco alejada se dejó caer en el suelo y producto de la rabia empezó a golpearlo con los puños cerrados, fuerte, muy fuerte. Una y otra vez mientras de su boca salían pequeños gruñidos tanto de dolor como de frustración.
Pudo haber seguido así por un largo tiempo pero unas manos extrañas lo impidieron y una voz le dijo que parara porque se haría daño. Frente a ella se encontraba un chico de cabellos rubios un poco alborotados y con una mirada grisácea que impidió que ella apartara su vista.
Al tener sus delicadas manos en su poder, Draco Malfoy, observó con cautela las palmas, notando marcas que seguramente eran de uñas. Y a pesar de la oscuridad del lugar notó que los costados estaban de un color rojo, lo bueno es que no había rastros de sangre.
-¿Qué te pasó? –le preguntó sin soltarle las manos, pero ella no iba a responder, así que continuó- te prometo que no se lo diré a nadie
Camille solo optó por zafarse de su agarre y contraerse apoyada en una pared, con la mirada baja, el joven Malfoy la imitó sentándose a un costado.
El rubio la observaba detenidamente, se veía destruida, como él tantas veces; pudo notar como sus dedos acariciaban el costado de su mano izquierda, seguro sí se había hecho daño al golpear con tal brutalidad el suelo. En la tenue luz vio sus mejillas un tanto coloradas y creía notar un rastro de lágrimas pero no estaba muy seguro de aquello, justo cuando se decidió por colocar su mano en la rodilla de la chica esta levanto la cabeza y sin voltear a su dirección comenzó a hablar impidiendo que él lograra su cometido.
-Vous arrive-t-il? -su voz parecía apenas un susurro que se llevaba la noche- ¿Alguna vez te has sentido como la marioneta de las personas que se supone deberían de quererte?
Esa pregunta lo golpeó un poco, de inmediato su memoria viajó a los tiempos en la que su padre a base de chantajes y amenazas lo obligaba a hacer un montón de cosas que para él no siempre eran las correctas. Pero no quiso divagar con sus recuerdos y se apresuró a responderle.
-Creo que mi vida se resume en eso –él tampoco la miró al hablar y llevó sus rodillas hacia su pecho- conozco muy bien esa sensación
Editado: 24.06.2021