Ramé

2; Leo

Esᴛᴀ sᴏɴᴀɴᴅᴏ Kʜᴀʟɪᴅ ﹣ Sᴜɴᴄɪᴛʏ
 


 

 


 

Miércoles 8:15 am
 


Escuchamos un grito proveniente de la pequeña cabaña y mi hermano y yo levantamos la cabeza del desayuno para mirar por la ventana.

— ¿Vas tú o voy yo? —Pregunta Diego con media tostada metida en su boca.

Le doy un sorbo al café y me levanto. Betty asoma la cabeza por la cocina y levanto mi mano para hacerle saber que yo me acercaré a la cabaña.

La puerta está abierta y entro. Bambi está de pie encima de su cama mientras se ríe a carcajadas y Bárbara está maldiciendo en voz alta. Ah, también hay allí una cabra.

— ¡Se estaba comiendo mi pelo! —Dice la castaña, lo que hace que su hermana se ría más.

Ni siquiera sé cómo han entrado esas chicas en nuestras vidas. Un día estaba despidiendo a mí padre porque se iba a una conferencia y a las dos semanas estaba poniéndome una camisa porque conocería a su novia y sus dos hijas.

Fingimos ser la familia perfecta durante el tiempo que duró la comida y después no volvimos a verlas; hasta hace dos días claro. Nuestros padres pasaban tiempo juntos tanto en Dallas como en Kansas.

Llevamos viviendo solos desde que tengo uso de razón. Mi madre desapareció con todos los ahorros cuando éramos pequeños y mi padre se hizo cargo de nosotros.

Hemos pasado todos los veranos en Concepción desde que sucedió, ya que él tenía que trabajar y no podía dejarnos solos. Al fin y al cabo, esto tampoco está tan mal.

— Eso os pasa por dejar la puerta abierta —digo acercándome a la cabra y empujándola fuera de la cabaña.

— Aquí hace un calor infernal —me informa Bambi como si no lo supiera.

La miro. Lleva su pelo recogido en dos trenzas y un corto pijama de verano, al igual que su hermana, pero lo que más me llama la atención allí, no son sus cuerpos, sino la araña que se encuentra en una de las esquinas del techo.

— Poneros ropa cómoda, os daremos un tour por la granja cuando desayunéis. No tardéis —cierro la puerta y llevo la cabra al establo con las demás.

Echo el cerrojo y vuelvo a la mesa para seguir bebiéndome el café.

— ¿Qué les pasaba? —Pregunta la abuela.

— Una cabra se ha escapado.

— Siempre igual —suspira Betty y vuelve a la cocina.

Mi abuelo, John y Jack se levantan más temprano que nosotros para trabajar. Estamos de vacaciones y lo único que hacemos aquí es echar una mano.

La primera en aparecer después de haber pasado por el baño es Bambi. Su pelo sigue recogido en esas trenzas y lleva una camiseta de tirantes blanca que se pega a sus buenos pechos y unos pantalones vaqueros largos.

Bebe de su café después de dar los buenos días y observo a mí hermano mirar sus tetas. Le doy un golpe en la pierna para que pare y él rueda los ojos.

— Hay que hacer todo antes de que llegue el calor de la media mañana —dice la abuela.

Bárbara se sienta a mi lado y la miro. Lleva también unos pantalones vaqueros y una camiseta azul. Diego ni siquiera la mira porque Bárbara no tiene un cuerpo un cuerpo con curvas, aunque sí es la que más luce de las dos, por lo menos para mí.

Tiene un cuello largo y unas piernas firmes, al igual que su trasero. Y unos labios que darían envidia a más de una.

Sin embargo, Bambi es más baja que su hermana —ha salido a su madre—, y lo que sí tiene es unos ojos grandes marrones que no tiene su hermana, ya que son más pequeños.

Cuando terminamos de desayunar, llevamos todo a la cocina y salimos por la puerta de atrás para empezar con el tour.

Diego va delante, explicando todo lo que se encuentra alrededor —para eso está estudiando guía turística— y yo voy atrás.

La verdad es que podríamos habernos quedado en Dallas, pero sabía que venir aquí con las chicas sería más divertido. Nuestros padres quieren que pasemos el verano juntos para que nos conozcamos mejor; al igual que ellos lo están haciendo en Cancún.

Bambi se queda en la puerta del establo y asoma la cabeza. Me pongo detrás de ella y pongo mi cabeza al lado de la suya.

— ¿Qué haces? —Le pregunto.

— Asegurarme de que los caballos no están libremente por aquí.

— ¿No te gustan los caballos?

— No.

Giro mi rostro y me encuentro con su rostro a centímetros. Tengo el ceño fruncido y ella me mira con una ceja alzada. Tiene una nariz pequeña, y su boca también lo es. No tiene los labios muy gruesos y tiene una pequeña cicatriz en su barbilla.

— ¿Y qué animales te gustan?

— Ninguno —entra en el establo y alzo mis cejas sorprendido.

¿No le gustan los animales? Esto va a ser muy divertido.

La sigo por el establo mientras Diego nombra uno a uno los caballos que tenemos ahí, aunque solo son tres. Chubascos, Trueno y Lluvia.

Bambi se mantiene a una distancia prudente de cada uno de ello y salgo de allí, viendo a Jack.

Mi primo nunca ha salido de aquí, solo las veces que ha ido a vernos a Dallas y no le fue nada mal en la ciudad, pero su vida estaba aquí, en la granja, cosa que no puedo llegar a entender.

— ¿Haciendo el tour? —Pregunta apoyándose en la puerta del establo y mirando hacia dentro, donde Bambi no tarda en salir y Jack aprovecha para mirarla de arriba abajo.

Nunca hemos tenido chicas por aquí. Solo hemos sido nosotros, la abuela y la tía Betty. A las chicas del pueblo ya estábamos cansados de verlas, aunque tampoco había muchas.

Todos éramos un grupo porque no hay mucha gente joven.

— ¿Te gusta todo esto? —Le pregunta Jack a Bambi.

— Sí, es genial —miente con una sonrisa en sus labios.

Jack sonríe satisfecho por su respuesta y se espera a ver salir a Bárbara y su trasero firme. Alza sus cejas y me da un golpe en el hombro.

— Ahora entiendo por qué vas detrás —se ríe—. Voy a seguir con el trabajo.

— Son mis hermanas.

— Lo que tú digas —sonríe y yo también lo hago.

La relación con Jack es buena, bastante buena. Nos ha sacado de muchos líos y sinceramente, le debo la vida porque creo que habría muerto en cualquier borrachera. Jack es mayor que nosotros por tres años y siempre está ahí para salvarnos el culo; y para calmar a Betty cuando se altera con nosotros.




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