Ramé

4; Leo

Esᴛᴀ́ sᴏɴᴀɴᴅᴏ Sᴀsʜᴀ Sʟᴏᴀɴ﹣ Kᴇᴇᴘ Oɴ

Sábado 1:52 pm

Paso toda la mañana con Bárbara. Ella habla sin parar sobre su carrera y su guapo novio, aunque admite que es un poco idiota; como todos los hombres. Y creo que tiene razón, todos lo somos.

Me incluyo, por supuesto. Soy el más idiota del mundo y mi hermano es igual que yo. La mayoría de los hombres no solemos pensar mucho las cosas, por eso siempre lucimos tan despreocupados.

Y somos más felices, por supuesto.

— ¿Cuántos años llevas con tu novio? —Le pregunto mientras recogemos las verduras del huerto.

— Cinco años.

— Eso es mucho tiempo. ¿No crees que te estás perdiendo muchas cosas?

— No. Yo salgo con mis amigas y él con sus amigos, no salimos solos todo el tiempo, ni nos vemos todos los días. Creo que eso es lo que quema a la pareja.

Me encojo de hombros porque no tengo ni idea sobre relaciones. No he estado con nadie porque no siento la necesidad de atarme a alguien, ni siquiera me ha gustado una chica lo suficiente como para querer empezar algo.

Solo he sentido deseo por Kelsey y fue a los diecinueve años. Ahora, a los 22 me doy cuenta que nadie llama mi atención. Sí, me gusta mirar, como a todos, pero nada más. Conversaciones superficiales en los bares mientras bebo una cerveza y alguna que otra palabra mientras me acuesto con alguna chica.

Tampoco soy de acostarme con desconocidas. En estos años de universidad solo me he acostado con una chica de la que no recuerdo el nombre y con Elina.

Aunque jamás, nunca, nos hemos acostado en mi cama. Mi cama es un lugar sagrado. Solo me acuesto yo. No quiero tener que quitar pelos de nadie de mi almohada, ni oler a ninguna chica mientras duermo.

— ¿Y tú? —Me pregunta Bárbara.

— No tengo nada, no quiero. Estoy centrado en mi futuro.

— Igual que mi hermana. Qué aburridos. Experimentar el amor a esta edad, es bonito.

Tonterías.

Me bajo de la escalera y muevo mis brazos de delante hacia atrás porque hoy Bárbara ha hecho bien poco.

— ¿Y tu novio ha aceptado que te vengas aquí todo el verano sin cobertura?

— Tenemos que solucionar eso de la cobertura, Leo. Necesito que me lleves al pueblo porque allí se coge señal. ¿Cómo no podéis tener WiFi aquí?

— Porque no llega la red.

— Hablé con Asher el día que fuisteis a enseñarnos el pueblo.

— De eso hace cuatro días.

— Exacto, ya va siendo hora que le escriba de nuevo.

— Te llevaré esta tarde entonces.

Cojo la cesta y camino hacia la casa. Bárbara me sigue, distraída mientras la risa de su hermana se escucha cada vez más porque estoy acercándome.

Sonrío al ver a Diego apuntando con la manguera a Bambi. Ella está descalza en el césped, se ha quitado mis pantalones pero aún tiene mi camiseta puesta.

Está mojada entera y Diego está hecho un asco. ¿Se han revolcado por el fango o qué?

— Hemos jugado a la lucha libre —dice Diego— He ganado yo —me informa.

Me fijo en ella porque a mi hermano estoy harto de verlo. Algunos mechones de su pelo están en su cara. Mi camiseta de ajusta a sus curvas gracias al agua y dejo de mirarla porque me está mirando. M

— Ahora tú —Bambi coge la manguera y empieza a mojar a Diego, que se quita la camiseta y se frota todo el cuerpo. Cuando veo que va a quitarse los pantalones, Bambi le apunta a la cara—. ¿Qué haces? ¡No te los quites!

— ¿Por qué no?

Entro en la cocina y no tardo en dejar las cestas con las naranjas mientras el olor de la comida inunda mis cosas nasales. Adoro la comida de Betty. A papá le costó aprender a cocinar más cosas. La que guisaba solía ser mamá y él tuvo que aprender a base de hacer mal las comidas. Muy saladas, quemadas o incomibles.

Saludo a monito pellizcando su mejilla y salgo de nuevo hacia fuera para ver a Jack en el porche mirando hacia la cabaña. Diego está sentado en las escaleras mientras se seca por orden de mi abuelo; no va a entrar en casa mojado.

— ¿Por qué han venido? —Pregunta— No es que me molesten, pero no entiendo el motivo de traerlas aquí un verano.

— Mi padre pensó que nos conoceríamos mejor aquí. No hay muchos sitios donde salir y no podemos ir cada uno por nuestro camino.

Jack no contesta y Bárbara sale de la cabaña negando con su cabeza. Su delgado cuerpo se dirige hacia nosotros y la observo. Tiene un pelo bonito y tenerlo corto le hace el cuello mucho más largo. Tiene labios carnosos y la mayoría del tiempo está sonriendo.

Se sienta al lado de Diego y mira hacia el sol con los ojos cerrados. Saco la cajetilla de cigarrillos de mi bolsillo y hago una mueca cuando veo que no me quedan. La arrugo en mis manos y levanto mi vista para ver a Bambi salir de la cabaña. Admito que me había hecho gracia la primera vez que escuché su nombre. ¿Quién demonios le pone a su hija Bambi?

Pero su madre acertó. Es sensual. Su pelo mojado está recogido en un moño y ahora lleva ropa suya. Ropa que se ajusta a sus curvas. No tiene la misma felicidad que su hermana, pero no hace falta que sonría porque sus ojos expresan bastante.

— ¡Ya está la comida! —La abuela se asoma al porche.

Los días son largos aquí, pero intentamos hacerlos los más amenos posibles. En estos últimos días hemos estado también haciendo cosas por la tarde pero hoy vamos a volver al pueblo. Diego ya se ha puesto en contacto con Kenzie y vamos a quedar donde siempre para tomar unas cervezas.

Así que, cuando ya está atardeciendo, vamos al sitio donde hemos quedado con Kenzie, que no está sola, trae a su hermano pequeño: Ronan.

Me siento al lado de Bambi en la roca y ella me mira. Le tiendo una de las cervezas que llevo en la mano y la acepta.

— ¿Te va gustando más esto? —Le pregunto.

— Bueno —se encoge de hombros—, es como un retiro. Ni siquiera miro la hora ya porque da igual, no tengo que ir a ningún sitio ni hacer nada.



#21795 en Novela romántica
#4505 en Joven Adulto

En el texto hay: comedia, romance, juveniladulto

Editado: 12.09.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.