Ramé

6; Leo

Esᴛᴀ́ sᴏɴᴀɴᴅᴏ Bɪʟʟʏ Rᴀʏ Cʏʀᴜs ﹣ Aᴄʜʏ Bʀᴇᴀᴋʏ Hᴇᴀʀᴛ 

 

 

 

Miércoles 12:08 pm
 


Me siento en el césped bajo uno de los naranjos y saco un cigarrillo de la cajetilla para ponerlo sobre mis labios.

Sé que debo fumar menos y estoy intentándolo porque cada vez que Bambi me ve, me mira advirtiéndome con la mirada de que estoy destrozándome por dentro; aunque eso no me importa. Lo que me importa es superar las pruebas físicas.

Cuando voy a encender el cigarrillo, frunzo el ceño al ver a Bambi correr por el camino. Se ve bastante apurada y jadea. Una cabra va detrás, Lola, la llamamos, la cabra loca.

Sujeto el cigarrillo apagado entre mis dedos y suelto una carcajada al ver esta escena digna de ser grabada. Gateo por la hierba y me asomo divertido al camino para ver cómo la inocente y dulce B intenta trepar por el cuerpo de Jack mientras la cabra los rodea, corriendo.

Siento algo al verla subiéndose en la espalda de Jack pero lo ignoro porque no es correcto ni sano. Sin embargo, a pesar de que me molesta un poco que haya ido corriendo hacia mí primo, tengo una sonrisa en la boca al ver la imagen.

Mi tío aparece riéndose y empuja a la cabra fuera del alcance de Bambi porque está al borde de un ataque. Vuelvo a sentarme en el césped y me apoyo en el árbol, encendiendo por fin el cigarrillo.

Había empezado a fumar con dieciocho años cuando entré a la Universidad y el estrés me consumió. La marihuana me mataba neuronas y preferí el tabaco.

— Estás chicas de ciudad no sirven para nada —dice el abuelo sentándose a mi lado—. Deja de fumar —me quita el cigarillo y junto mis labios en una fina línea, dejando que lo apague.

— Lo están haciendo bien —me encojo de hombros.

— ¿No podría tu padre haberos mandado a otro sitio? No me molestas aquí, tampoco Diego, pero hemos tenido que sacar todas las cosas de la cabaña para que ellas se pudieran quedar. Y ni siquiera creo que tu padre dure mucho con esa muchacha.

No despego mi vista de Bambi y de cómo se baja de la espalda de mi primo. Pone una mano en su brazo y él le sonríe.

— Se merece ser feliz —le digo.

— Podría haberse liado con una mujer sin hijos, o por lo menos con un hijo, necesito a alguien que maneje el tractor.

Hablar con el abuelo de estos temas era perder el tiempo porque su pensamiento no se correspondía al mío. Para mí, ellas lo están haciendo bastante bien y los están ayudando, ni siquiera se quejaron.

— Creo que ellas podrían manejar perfectamente el tractor si las dejaras.

— ¿Cuál de ellas? ¿La que está delgada como un palo o la que le tiene miedo hasta a su sombra?

Sonrío un poco y mordisqueo mi labio inferior. — Supongo que ambas, aún no las conozco mucho.

— ¿Y crees que lo harás? Tu padre no tardará en estar de regreso diciendo que esa tal Becky no es la indicada. A pesar de lo que tu madre le hizo, sigue enamorado de ella como un adolescente.

Espero que no. Espero que papá encuentre a alguien y olvide a esa mujer a la que llamé "mamá" durante años. El tío John guía a Lola al corral y veo como Bambi respira tranquila, pero sigue nerviosa. No voy a mentir, me había puesto nervioso tener que meter su camiseta por su sujetador y había disfrutado, también.

No soy un mujeriego, mi hermano tampoco lo es, pero sí ligamos bastante, sobre todo cuando estamos juntos. Hay algo que a las chicas les pone sobre un trio con dos gemelos. Y a nosotros nos encanta, claro, pero tiene que gustarnos a los dos. Solíamos compartirlo todo hasta que cada uno fue a una universidad diferente. Siento una conexión con Diego, como si mi hermano me completara. Una conexión extraña de gemelos, supongo. Cuando mamá se fue, mi hermano mayor por un segundo, se hizo el fuerte y no dejó que me afectara; aunque admito que cuando ella se fue nos metíamos en pelea en el colegio más a menudo.

Ni que decir en el instituto. "Los gemelos West" Siempre estaban en el despacho del director hasta que aprendimos a canalizar nuestra ira y nuestro dolor. ¿Cómo? Nos apuntamos al equipo de fútbol americano del instituto.

— ¿Por qué siempre la estás mirando?

Diego se sienta a mi lado y me da una lata de bebida energética que no tardo en abrir.

— ¿Es que tú no la miras? No has pasado por alto de que es caliente.

— Y que lleva una de mis camisetas ahora, sí —lo miro y le da un sorbo a su lata—. Justin me ha llamado, tiene su casa sola hasta que sus padres vuelvan de la ciudad. Ha comprado bebida y nos ha dicho que nos espera allí.

— Genial. Las chicas están deseando un poco de diversión —acerco la lata a mis labios y siento el sabor fuerte y ácido de la bebida en mi boca.

— Ojalá estar en Cancún ahora —jadea—. No me importaría estar tomando el sol en una tumbona con un mojito mientras veo pasar a chicas sexys en bikini.

Sonrío. Ojalá estuviéramos en alguna otra parte, lejos del calor de Texas y de la granja.

Mustang Island.

— Son dos horas de camino.

— Saldremos temprano, podríamos avisar a los chicos y acampar allí un fin de semana. Después de las fiestas.

Diego no dice nada y ambos observamos a Bárbara entregándole una bebida a Bambi, que está sentada en el suelo aprovechando la sombra que da la casa. Su pelo está recogido en una coleta y lleva una camiseta de Diego, pero aún lleva mis pantalones y la cuerda que le puse para que no se le cayeran. El domingo aprovechó para lavarlos y estuvieron secos en unas horas para empezar la jornada de nuevo al día siguiente.

— Podría ser divertido —dice al fin mi hermano—. Siempre y cuando mantengamos a Kenzie fuera del volante. ¡Eres un cabronazo! —Lo miro sin entender por qué me ha insultado— Tú lo que quieres es verlas en bikini.

Suelto una carcajada y golpeo su pierna. — No seas imbécil, solo estoy sugiriendo planes. Cada año odio más esto, estoy cansado.



#21853 en Novela romántica
#4515 en Joven Adulto

En el texto hay: comedia, romance, juveniladulto

Editado: 12.09.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.