Esᴛᴀ́ sᴏɴᴀɴᴅᴏ Kʜᴀʟɪᴅ ﹠ Dɪsᴄʟᴏsᴜʀᴇ ﹣ Kɴᴏᴡ ʏᴏᴜʀ ᴡᴏʀᴛʜ
Lunes 7:47 pm
Salgo al porche trasero donde Leo está de nuevo fumándose un cigarrillo. Cuando voy a coger el cigarro de entre sus dedos, él lo tira y lo apaga. Sonrío. No es mi intención hacerlo sentir incómodo, pero he observado que puede terminarse un paquete en un día. Me lo agradecerá algún día.
Leo es alguien que te cautiva. Me he llevado días pensando en qué es lo que tiene ese chico. Su abuelo viene hacia nosotros, Richard, se llama. Tiene el pelo canoso y sesenta y dos años. No le caigo muy bien, puedo verlo cada vez que me mira, como ahora. Le molesta que estemos aquí pero nunca ha dicho nada.
— Hay una cabra atrapada en la verja —señala hacia atrás y puedo ver a lo lejos el animal blanco.
— Iré —dice Leo.
— ¿Por qué no vas tú, Bambi? —Pregunta el viejo con una sonrisa divertida en su rostro.
Antes de que Leo pueda hablar otra vez, asiento y hago mi camino. Richard no deja que Leo me acompañe y camino por la arena hasta llegar a la cabra. No es una buena idea. La miro y alzo mis cejas.
— Pero bueno, si es la cabra que me persiguió el otro día —pongo las manos en mi cintura y la miro.
Tiene su cabeza atrapada en el alambre y no puede sacarla, pero está bastante tranquila. Hago una mueca y miro a mi alrededor esperando ver a Diego o Bárbara para que me ayuden.
— No debería ayudarte —digo examinando el alambre—. ¿Has visto? Ahora me necesitas y yo podría dejarte ahí.
Intento llevar mis manos a su cabeza y el alambre para intentar sacarla pero no puedo. ¿Y si me muerde? A pesar de que está atrapada, me siento inferior a ella.
Parece que estoy en el infierno del calor que hace y no me importaría meterme en una piscina incluso con ropa.
— ¿Cómo se supone que voy a sacarte?
Con mucho valor, después de unos quince minutos, consigo acercar mis manos a la cabra y levantar el alambre.
— Saca la cabeza de ahí, cabra loca —lloriqueo y ella grita. Grito con ella, porque me asusto y caigo de cuelo al duro suelo—. ¡Idiota! —La insulto, a pesar de que no puede entenderme.
Me levanto y limpio los pantalones. — ¡Ahí te vas a quedar! —La señalo— Odio este maldito sitio —refunfuño— No entiendo por qué cojones nos han tenido que enviar aquí. Al culo del jodido mundo. Me cago en la puta —vuelvo al alambre, enfadada y me hago daño al tirar de él para que la jodida cabra saque la cabeza.
— ¿Necesitas ayuda?
La voz de Jack hace que me gire y deje el alambre. Él, con cuidado, se acerca a la cabra y no tarda en sacarla del alambre.
— Gracias —digo.
— No hay de qué.
Su camiseta de tirantes muestra los músculos de sus brazos y me tengo que esforzar por no mirar más de la cuenta. Cuesta ver chicos sexys en Princeton, sobre todo si me llevo todo el maldito día en la biblioteca estudiando. Debido a eso, mi relación con el sexo masculino es totalmente inexistente hasta este verano claro.
Jamás he hablado con un chico más de dos palabras pero los gemelos me dan la confianza suficiente para hacerlo. Están jodidamente locos y nos han integrado en su vida sin rechistar. Sus amigos también son agradables y nos han acogido como si fuésemos sus amigas de toda la vida.
— No quise decir todo eso —digo pausadamente. Jack alza una de sus cejas y cruza sus brazos—. Bueno, sí quería decirlo —admito—. Esto no es lo mío.
— ¿Y qué es lo tuyo?
Los libros y el sofá, por supuesto, o mi cama. Ver series también es lo mío, o tomar helado, pasear o cualquier cosa que no tuviera que ver con animales. No tengo ningún trauma de pequeña, así que, no sé por qué me dan tanto miedo.
Ahora el trauma que tengo es que una cabra me persiguió hasta que pude subirme en el cuerpo de semejante chico que tengo en frente.
— Esto, no. Lo siento, soy como una rata de biblioteca.
— Lo entiendo. No estás aquí retenida, puedes irte cuando quieras. No es un internado de verano —rasca su nuca.
— Lo sé, es solo que... Nunca he hecho esto. Sacar una cabra de la verja. Es más ¿cómo ha metido la cabeza ahí?
Jack se ríe. — Siempre está atrapada en algún sitio. No va a ser la primera vez que tengamos que ayudarla. Volvamos, es hora de quitarse esta ropa y disfrutar de lo que queda de día.
Pone su gran mano en mi espalda y me empuja un poco para empiece a caminar. La verdad es que estoy deseando ducharme y tener un poco de descanso. Por suerte, solíamos ir a divertirnos con los amigos de los gemelos y pasábamos un buen momento. Aún sonrío cuando recuerdo la cara de Leo al verme sacar monedas de la oreja de Ronan.
Me había sentido especial porque él me había enseñado la casa del árbol. Ni siquiera nos lo habían contado, Bárbara no lo sabe y he decidido no contárselo. Para él, esa casa, era símbolo de su niñez, muchas cosas y secretos se han contado ahí y siento que es especial para él; aunque sigo con la curiosidad de qué secreto es el que quiere contarme.
No tengo ningún secreto que pueda interesarle, a decir verdad, y dudo que tenga alguno que pueda confesarle a él.
— No quiero decir que este lugar sea un rollo...
Jack suelta una carcajada y pasa su brazo por los hombros para estrecharme contra él mientras caminamos.
— Lo has dicho, pero no pasa nada. Concepción es pequeño y no tiene diversión. Estas malditamente en lo correcto.
— ¿Lo has conseguido? —Pregunta Diego sentado en los escalones del porche con su pelo mojado y ropa limpia.
— Sí —dice Jack—. Lo ha hecho solita —sonríe y me guiña un ojo para entrar en la casa.
— Te ha ayudado, ¿cierto?
— Cierto —me siento a su lado—. Supongo que volveré a ser la última en ducharme.
— Me da a mí que sí.
Miro mis dedos y observo pequeños cortes en ellos debido a la verja. Cierro mis dedos y suspiro pesadamente, apoyando mis codos en la escalera mientras disfruto de lo que queda de sol. A pesar de que se está escondiendo, sigue haciendo bochorno.