Ramé

10; Leo

Esᴛᴀ́ sᴏɴᴀɴᴅᴏ Tᴡᴏ Fᴇᴇᴛ ﹣ Lᴏᴠᴇ Is A Bɪᴛᴄʜ

Martes 8:30 am

 

Bambi no se ve preparada para entrar en las cuadras y para qué engañarnos, yo tampoco lo estoy. No he podido dormir nada, me he llevado toda la maldita noche dando vueltas en la cama hasta que a las seis decidí levantarme y tuve una agradable vista del cielo amaneciendo.

Cometí un error, un grave error. Las palabras "dulce B" se habían escapado de mi boca antes de que pudiera cerrarla y llamarla Bambi, por lo que su hermana me había mirado con confusión. Es un mote cariñoso, solo eso, estaba siendo irónico o lo que sea con ella.

— Tampoco quieres entrar —dice.

Y para colmo, hoy la tengo conmigo. Sé que estuvo mirándome mientras estaba en mi habitación, pero cuando me giré, ella ya estaba cerrando la puerta del baño.

Miro hacia abajo para mirarla y veo su pelo recogido en una coleta alta. Hemos desayunado hace apenas media hora y esto nos hará que se nos levante el estómago, seguramente. Sus grandes ojos marrones se posan sobre los míos y miro de nuevo hacia el establo.

— ¿Alguna vez has montado en un caballo? —Le pregunto.

— No.

— Lo haremos después.

— No creo que sea una buena idea, seguramente me caiga o cualquier cosa.

— Montaré contigo. No pensaba dejarte sola —abro las puerta y entro, muy a mi pesar.

Bambi me sigue y como yo no me anime, ella no lo hará, así que, tengo que poner emoción en lo que estoy haciendo para que ella no se dé un golpe con la pared del establo y se quede inconsciente para el resto del día.

— Tenemos que ir sacando los caballos para limpiar el box —le digo—. Yo los iré sacando y tú irás quitando la paja con esto.

No se me muy feliz por ello pero sé que no prefiere sacar a los caballos. El establo se mantiene limpio, por lo que solo tenemos que cambiar la paja y poco más, estaremos listos en una media hora si todo va bien.

Las fiestas están a la vuelta de la esquina y estoy deseando que sean ya los malditos rodeos. Ayudo a Bambi a limpiar los Box y voy llevando la carretilla de un lado a otro porque ella no puede ni siquiera levantarla. Sus brazos son delgados y parece que se van a romper en cualquier momento.

— Mi madre dice que esto es una buena experiencia —dice para llenar el silencio que se ha cernido sobre nosotros.

— ¿Y tú no lo crees?

Ella se apoya en el rastrillo grande y evito sonreír por cómo luce. Lleva una camiseta mía, la que le dejé el primer día. La tiene echa un nudo en su cintura, pero apenas puedo ver parte de su abdomen porque los pantalones llegan justo donde termina la camiseta.

A pesar de que la camiseta es ancha, sus pechos se marcan debido al amarre que tiene de la camiseta al costado de su cuerpo y la cuerda que le puse el primer día agarra con fuerza los pantalones para que no se caigan. Jack le consiguió unas botas de su número y por lo menos ahora anda bien.

— No lo sé. Nunca he sabido lo que era esto y es bueno saberlo y hacer cosas distintas.

— Pero no por un verano entero.

— Exacto.

— Tenemos planes para nosotros —digo—. Te dije que haría que esto fuera divertido. ¿No lo está siendo?

— Viste una araña en la cabaña y no la mataste.

Me río y lleno la carretilla de nuevo con la paja. No quería que el pánico cundiera, no sabía si ellas iban a seguir durmiendo en la cabaña después de ver que podrían colarse mil insectos en ella. No hay más sitio para poder dormir.

— Mea culpa —pongo mi mano en mi pecho y ella sonríe— Terminemos para que podamos montar.

Tormenta está lista para ser montada y Bambi se halla mirándola indecisa. Ella luce más pequeña de lo que es al lado del caballo. La miro divertido porque tiene una mueca en su rostro que me hace gracia. A

yer había intentado por todos los medios alejarme de ella y mantener un poco las distancias, pero no puedo. No puedo tratarla diferente. Había estado hablando con Diego de nuevo porque mi hermano no dejaba el tema ir.

Le había dicho que trataría a Bárbara igual, pero ahora que estoy aquí con ella, no sé si le hubiera pedido a la morena ir a dar un paseo en caballo. O quizás sí, ¿por qué no?

— ¿Estás preparada?

— No.

— Me gusta que siempre estés preparada —bromeo—. Voy a impulsarte para que puedas subir, ¿De acuerdo? No va a pasar nada. ¿No estás aquí para vivir esta experiencia?

Bambi suspira y asiente. Pone el pie en el estribo y pongo mis manos en su cintura para ayudar a impulsarla mientras ella agarra el fuste. Su pierna se queda en el aire porque no llega a pasar su pierna por encima del caballo. Pongo mi mano en su trasero y la empujo para que se acomode en la silla.

— Agarra las riendas, voy a subir —ella me obedece y no tardo en estar detrás de ella. Paso la lengua por mis labios.

Cojo las riendas y ella se agarra al fuste. Tengo mis brazos alrededor de ella debido a que tengo las riendas y mi pecho está pegado a su espalda. Tormenta camina fuera del establo y la guio fuera de allí.

— No está tan mal, ¿verdad?

— Porque extrañamente confío en ti, no me decepciones.

Sonrío mientras nuestros cuerpos se mueven al ritmo en el que Tormenta camina. La tengo tan cerca que sé que ha sido una mala idea porque su perfume y ella me están volviendo completamente loco.

— No está tan mal —dice.

Podrían ser las nueve y media de la mañana y estábamos dando un paseo, tranquilos. Me daba igual las tareas que teníamos que hacer después, si queríamos que esas chicas se divirtieran allí, no teníamos que amargarlas con tanto trabajo como el abuelo quería.

El tío John se había ido de nuevo con su camión y era una mano menos. Esta granja se le queda grande al abuelo y no sé cuánto tiempo podrá mantenerla. Ayer estuve hablando con él sobre Ronan y se mostró reacio a contratar al chico, pero vamos, necesita ayuda, solo que es cabezón.



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En el texto hay: comedia, romance, juveniladulto

Editado: 12.09.2021

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