Ramé

13; Bambi

Esᴛᴀ́ sᴏɴᴀɴᴅᴏ Dᴀɢɴʏ ﹣ Cᴏᴍᴇ ᴏᴠᴇʀ

Viernes 11:48 am

No sé en qué momento pasó todo eso, pero no tardé en encontrarme en la puerta de la cabaña viendo cómo Leo se alejaba de mí dejándome sola con mis pensamientos y mi confusión.

Después del beso, estuvimos hablando de música country y mantuvimos las distancias; aunque estoy segura que él también quería saltar sobre mí.

No he pegado ojo en toda la noche y ahora me estoy maquillando para ir a una fiesta a la que no me apetece ir, y Bárbara lo nota.

— ¿Resaca? —Me pregunta.

— Sí. ¿Qué tal ayer con Charlie?

— Fue amable —se pone su sujetador con relleno—, me acercó a casa y nada más. Te fuiste pronto.

— El alcohol me golpeó duro, no tenía ganas de seguir allí. Estaba cansada.

— Suerte que Leo es un caballero y te acompañó —se pone su camiseta corta enseñando su abdomen.

Sí, qué suerte.

Tenemos un pequeño espejo en la habitación y ahí es donde nos maquillamos. Termino de hacer el eyerliner por quinta vez y me rindo porque no me va a salir igual que el otro ojo. No estoy inspirada porque no estoy concentrada.

Había sentido un cosquilleo en mi estómago cuando él me había besado que no sabía que se podía sentir. Supongo que eran los nervios, y también el deseo.

— ¿Quieres que te ayude?

Me siento en la cama resignada y mi hermana se mete entre mis piernas con el eyerliner en la mano. Cierro los ojos y dejo que ella lo intente.

Me quema y pica la lengua porque quiero decírselo. Quiero soltarlo y hablar del tema con alguien pero no puedo. No sé qué va a pasar después de eso. Leo me dejó en la puerta y me dió las buenas noches, solo eso.

Yo quería que entrara en la cabaña y me siguiera besando. Quería sus dulces y provocadores labios en más partes de mi cuerpo, pero no podía pedirle eso; lo dejé ir.

— Podemos quedarnos aquí si no quieres ir —siento el pincel por mi ojo y me estoy quieta.

— No, da igual, iremos. Me lo pasé bien ayer.

— Lo malo es el calor. Creo que esta vez si llevaré una gorra. Tuviste suerte de que Leo te diera la suya.

— Es atento.

— Sí que lo es. Hemos tenido muchísima suerte. No me imagino haber acabado en el culo de Texas con dos hermanos arrogantes y estirados.

— O brutos.

— O brutos —se ríe—. Solo quiero que mamá sea feliz.

— Yo también —Me levanto y miro mi rostro en el espejo—. Está genial, gracias.

Bárbara da una palmada en mi trasero y me giro, guiñándole un ojo. Llevo un vestido rojo de tirantes. El escote es cuadrado y llega hasta mitad de mis muslos.

— Hmmm... Se le van a salir los ojos a todos los chicos del rodeo —dice ella, que va con unos pantalones cortos que muestra sus largas piernas.

— ¿Han terminado las señoritas? —La cabeza de Diego aparece por la puerta y asiento— Pero bueno... Mis chicas están dispuestas a romper corazones —sonríe abiertamente.

Mi hermana se ríe y yo me cuelgo el pequeño bolso en el que llevo la cartera y mi móvil. Diego va con una camiseta blanca y unos pantalones vaqueros por rodillas.

— Hace demasiado calor hoy. Necesito una gorra, Diego —dice mi hermana— Y Bambi debería tener otra.

— No hay problema con eso.

Rodeamos la casa hasta ver a Leo fumando apoyado en el coche de su abuelo. ¿Vamos a ir caminando? Porque ese señor no nos va a dejar el coche, y más sabiendo cómo vamos a llegar a casa.

— ¿Vamos a ir andando? Tengo que decir que no llegaré si es así —dice Barb.

— Kenzie viene —le da una calada a su cigarrillo.

— Le debo la vida a esa chica.

Nos quedamos callados. Él no me mira y y yo decido no mirarlo. Había bebido un poco, pero recuerdo el beso a la perfección. Recuerdo como me miraba cuando le dije que mirase hacia las estrellas. Me miraba como yo fuera la única cosa en el mundo que quería mirar. Me había puesto tan nerviosa que lo que se me había ocurrido era levantar su rostro para que mirase la mágica noche.

Y sí que fue mágica, sí. Porque aún puedo sentir sus manos sobre mi cuerpo. El claxon de la camioneta de Kenzie se escucha a lo lejos y Diego salta fuera de casa para ponerme un sombrero en la cabeza a mí y otro a mí hermana.

Diego es el que llena el silencio silbando hacia la camioneta y mi hermana se acomoda con Ronan en la cabina. Me dirijo a la parte de atrás y Leo es el primero en subir.

Diego pone sus dedos alrededor de mi cintura y Leo me tiende la mano para ayudarme. Pongo mi mano sobre la suya, áspera y sus dedos se cierran alrededor. Tira de mí a la vez que Diego me levanta con facilidad y mis pies no tardan en estar arriba de la camioneta.

Leo suelta mi mano y voy a acomodarme en la esquina de siempre. Paso mis manos por mi vestido para intentar que no se vea nada y me siento con un poco de dificultad.

— No es la primera vez que le vemos las bragas a una chica —dice Diego.

Me quito el sombrero y miro hacia arriba con los ojos entrecerrados debido al sol.

— No llevo bragas, Diego, ese es el problema.

— Oh, Bambi, tienes que estar de broma —murmura pasando sus manos por su rostro haciéndome sonreír un poco—. Échate a un lado.

— No podré agarrarme si lo hago, ya he experimentado los frenazos de Kenzie. Además, te recuerdo que no tiene carnet —hago una mueca y muevo mi culo hacia el centro, más cerca de Leo y sus piernas.

— Leo y yo te agarraremos antes de que tu cuerpo salga despedido. ¿Verdad, Leo?

— Por supuesto —dice el chico con el cual me besé la pasada noche.

Muerdo mi labio inferior y vuelvo a ponerme el sombrero. El sol da con fuerza sobre mi piel y sé que lo primero que haré cuando llegue será echarme una botella de agua por encima.

— ¿Es una broma no? —Diego llama mi atención y lo miro— Llevas ropa interior, ¿no?

Leo le tira la cajetilla de cigarrillos y yo golpeo su hombro.




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