Esᴛᴀ́ sᴏɴᴀɴᴅᴏ Lᴀᴜᴠ ﹣ Eʟ ᴛᴇᴊᴀɴᴏ
Sábado 12:04 am
No es una buena idea, pero me encuentro en la pista de baile con Bambi. Ella tiene sus mejillas sonrojadas y su pelo suelto. Ha bebido demasiado, la he visto beber sin parar y me sorprende que no esté ya arrastrándose por el suelo. Supongo que no le queda mucho. Cuando digo que no sé bailar, es que no tengo ni pajorela idea de mover mi cuerpo al ritmo de la música, tampoco de seguir pasos de baile.
Su mano sigue en mi brazo y baja hasta mi mano. La utiliza para dar una vuelta y miro su cuerpo metido en ese vestido que tiene un poco de vuelo. Miro a mi alrededor para ver si hay alguno de los chicos mirando, pero no veo a nadie.
Sé que Bambi está borracha por cómo se mueve sin importar que la vean conmigo. Su cuerpo se mueve tan bien y yo estoy tan quieto que lo único que hago es tragar saliva porque no he podido sacarla de la cabeza todo el día desde que la vi con ese precioso vestido.
— Si no vas a bailar y solo vas a mirarme, me iré a bailar con Roddy —dice.
Tiro de su mano hacia mí. Nuestros pechos se juntan y mi mano se pone en su cintura. Quiero pasarla por todo su cuerpo pero no puedo.
— No vamos a bailar un lento —dice separándose de mí un poco.
Ella me explica como debo bailar y mover los pies al ritmo de la canción que está sonando, y lo intento, de verdad que lo intento y la hago reír. Supongo que eso ha sido lo mejor de aceptar bailar con ella, verla reírse y mover su cuerpo. Me encuentro a mi mismo sonriendo junto a ella al darse cuenta que de verdad no valgo para esto.
¿Lo que peor hace? Pegar su espalda a mi pecho y llevar una mano a su cadera y sostener mi otra mano estirada a la altura de su cabeza. Sigo su ritmo, de un lado a otro. Huelo su perfume, el champú de su pelo, su cuerpo moviéndose contra el mío, frotándose. Disfruto del momento porque sé que la canción ya se está acabando, y no quiero, no ahora.
— ¿Te gusta provocarme? —Le pregunto cerca de su oído.
— ¡Chicos! —La voz de Diego hace que me separe de Bambi y mire a mi hermano, que está sonriendo abiertamente—. Es hora de irnos si no queremos caminar a casa, Kenzie se va ya.
Bambi sigue a Diego y yo voy detrás de ella, pasando la lengua por mis labios y notando cómo me ha dejado dentro de mis pantalones. Tiene que parar de hacer eso si quiere que siga mentalmente estable.
Esta vez, Diego se sube primero a la camioneta y yo me encargo de poner mis dedos alrededor de su pequeña cintura y alzarla. La tela de su vestido da en mi cara en el proceso y miro sus piernas, caminando hacia la parte del centro, pegada a la cabina.
— He bebido demasiado —se queja.
— No parecía importante mientras bebías —murmura Diego.
— ¿Dónde está Bárbara? —Se alamar porque ha perdido de vista a su hermana.
— En la cabina, como siempre —respondo.
Bambi reposa su cabeza sobre el brazo de Diego y este pasa un brazo por sus hombros mientras me sonríe maliciosamente. Voy a golpearlo, en serio, se lo está ganando a pulso. Lo de ayer... Quise que pasara, pero cuando llegamos a casa... No estaba seguro. Tenía ganas, por supuesto, estaba deseando besarla, al igual que estoy ahora pero la imagen de mi padre apareció durante el camino a casa y aparece cuando la miro.
¿Lo aprobaría? No somos hermanos de sangre, ¿por qué no? De todos modos, ¿es algo más que atracción? No lo sé, y no puedo averiguarlo si la evito como lo he hecho hoy.
Me bajo primero de la camioneta y salto hasta llegar al suelo. Diego la está ayudando a levantarse y caminan por la camioneta. Mi hermano se baja y veo que a Bambi no le hace falta mi ayuda. Me dirijo a la puerta de Kenzie y ella me sonríe.
— Ten cuidado, Kenzie.
— Siempre lo tengo —me guiña un ojo—. Descansa.
Camino arrastrando mis pies hasta que veo a Bárbara balancearse de un lado a otro. Me pongo a su lado y paso uno de sus brazos por mis hombros.
— Voy bien —se ríe—¸es solo que me duelen mucho los pies, en serio, no duraré mucho a este ritmo.
— Creo que mañana deberías dedicarte a beber refrescos.
— Seguramente haré eso —vuelve a reírse—. Claro que no, sobre todo si me invitan a cerveza.
— Ya... Hay que decirle a Charlie que corte el grifo. No quiero que os apuntéis a alcohólicos anónimos cuando volváis a casa.
Eso le hace gracia, por lo que suelta una sonora carcajada.
— Shhhhhh. No hagas ruido.
— Lo siento —pone la mano sobre su boca.
Bambi y Diego entran en casa y yo acompaño a Bábara a la cabaña. Me da un beso en mi mejilla y me lo agradece.
—Gracias por ser tan genial con nosotras, Leo, hace la estancia aquí más amena.
— No hay de qué, Barb —ella me sonríe y cierra la puerta.
Me giro y veo allí a Bambi, bajando las escaleras con cuidado. La luz del rellano está encendida y se ve lo suficiente. Me quedo allí, con las manos metidas en mis bolsillos. Sus ojos se posan sobre los míos y deja de caminar. Lleva una botella de agua en su mano y su pequeño bolso colgado en su hombro.
Miro hacia la cabaña y después de nuevo hacia Bambi. Camino hacia ella y cojo su mano libre para tirar de ella. Camino apresuradamente hacia los naranjos y nos fundimos en la oscuridad. La apoyo en un árbol y pongo mis manos a ambos lados de su cabeza para unir mis labios con los suyos. Ella tira su bolso y la botella de agua al suelo y pone sus manos en mi camiseta, arrugándola entre sus dedos.
Paso mi lengua por su labio inferior y la meto en su boca. Ella jadea y pongo mi mano en su cintura, atrayéndola hacia mí. Presiono nuestros cuerpos y ella lleva sus manos a mi nuca.
— Sabes tan bien... —murmuro contra sus labios.
— A cerveza —ríe ella antes de que vuelva a atacar su boca.
No sé si solo le pasa a ella, pero me pone, me pone condenadamente caliente. Cada caricia que deja en mi nuca o cuando pasa sus manos por mi pelo, y sus calientes y suaves labios sobre los míos... Me hacen volverme loco.