Esᴛᴀ́ sᴏɴᴀɴᴅᴏ Mᴏʀᴀᴛ ﹣ A ᴅᴏ́ɴᴅᴇ ᴠᴀᴍᴏs
Viernes 11:11 am
Sonrío al escuchar el romper de las olas del mar. Ha valido la pena levantarse temprano para escuchar esta maravilla. Me apresuro por la pequeña ladera y sonrío aún más al sentir la dulce brisa sobre mí. El olor a mar inunda mis fosas nasales y deseo poder quitarme los zapatos y sentir la arena entre los dedos de mis pies.
Solo he venido un par de veces cuando era niña y ni siquiera lo recuerdo. Solo recuerdo sentir el mecer de las olas ya estando en mi cama, como si aún estuviera en el mar.
— ¡Bambi! Ayúdanos un poco, preciosa —La voz de Roddy me saca del trance y me apresuro de nuevo al coche.
Ha sido un camino de dos horas. He ido en el coche de Roddy con Ronan, Bárbara y Charlie. Ronan se ha quedado dormido en mi hombro, hemos escuchado música y debatido si los alienígenas existen.
Me cargo todo lo que puedo para poder estar cuanto antes en la plata y Leo me quita alguna que otra cosa en el camino.
— No se tiene que llevar todo en una vuelta —me dice.
— Lo sé, es solo que... Quiero disfrutar del momento ya, no lo sé.
— Puedes quedarte entonces aquí —dice cuando llegamos donde estamos dejando todas nuestras cosas—. Daré otra vuelta por ti.
Le sonrío y él me guiña un ojo. Después del momento caliente en la casa árbol, no habíamos vuelto a tener un momento a solas. No he podido dejar de pensar en lo que pasó y cada vez que pienso en ello me sonrojo porque nunca he hecho eso. Moverme encima de él fue un impulso, el cuerpo me lo pedía y así lo hice. Me gustó que disfrutara, pero no dejé que me tocara porque no me sentía preparada; a pesar de que estaba muriendo de ganas.
No me quito la ropa aún y ayudo a Kenzie a poner todo bien mientras Justin clava las sombrillas en la arena de forma que tengamos una gran sombra para protegernos del sol. Montaríamos las tiendas de campaña al atardecer.
Abro mi mochila y saco la toalla que me he comprado en la ciudad para ponerla sobre la arena. Cada uno está a su rollo, quitándose la ropa, acomodando sus toallas o discutiendo sobre la posición de las sombrillas. Me quito los zapatos y pongo mis pies calientes sobre la achicharrante arena. ¡Joder! Salto encima de la toalla y Roddy pone su toalla al lado de la mía.
— Quema, ¿eh?
— Un poco —le sonrío.
No estoy acostumbrada a que chicos me vean en bikini porque nunca en mi vida me he puesto uno. Me compré mi primer bikini antes de saber que íbamos a pasar el verano en Texas porque nuestros planes eran pasar las vacaciones en California con papá. Él había decidido empezar una nueva vida allí en una nueva empresa. Siempre que nos llama nos habla de lo maravilloso que es vivir allí y que espera que algún día fuéramos a verlo.
— ¿No vas a quitarle la ropa?
Miro a Roddy y me fijo en sus abdominales definidos y en su bañador azul. Vuelvo mi vista a su rostro y él está sonriendo. Su pelo rizado, pelirrojo, está un poco revuelto y pasa una mano por él.
— Creo que es hora de que dejes a mi hermana quitarse la ropa tranquilamente y dejarme ponerle protector solar —Bárbara aparece y lo empuja fuera de la toalla— ¿Por qué no vas a ver cómo de fría está el agua?
Él no dice nada, solo sonríe y empieza a esquivar sombrillas y gente para acercarse a la orilla.
— Ese chico quiere meterse en tus bragas desesperadamente. Vamos, necesitas protector solar, quítate la ropa.
Miro a mi alrededor y veo que nadie me está prestando atención. Bajo los shorts y después mi camiseta de tirantes, dejándolos en la toalla. Bárbara me había convencido de comprar el bikini que llevo puesto. La parte de arriba es negra con un estampado de cerezas y la parte de abajo es negra, de corte en V que deja mis nalgas completamente fuera, por lo que había tenido que conseguir un depilado completo con cera que me dolió como el infierno.
Estoy segura que mi madre me había oído gritar desde donde quiera que esté. Mi hermana se pone detrás de mí y se encarga de echar protector solar en mi espalda mientras yo lo aplico en mi pecho y abdomen. Me unto también por las piernas y cuando me giro para mirar a Bárbara, observo lo bien que le queda el bikini azul cielo que se ha comprado. Le dije que no era apropiado este tipo de bragas para venir porque veníamos con chicos que ni siquiera conocíamos. Me había llamado antigua y me había dicho que necesitábamos que nuestro culo se pusiera moreno.
Me giro porque siento la mirada de alguien sobre mí. Él está sentado en su toalla, debajo de una de las sombrillas y mastica lentamente un trozo de sándwich que acaba de morder. Leo siempre tiene un ojo sobre mí.
— Qué envidia de tetas —escucho decir a Ginger y la miro para verla apartando la toalla de Roddy a un lado y poniendo la suya—. Yo tengo dos botones —pone las manos sobre su bikini.
— Dímelo a mí —ríe Bárbara.
En mi opinión, mi hermana tiene un pecho bonito. No es grande como el mío, ni tan pequeño como el de Ginger. A mí no me gusta el mío, aunque a los chicos parece que sí porque es donde suelen mirar siempre. Lo malo de ser pequeña y tener un gran pecho es que es lo único que se te ve. Pecho y cabeza. Ginger también lleva un bikini como nosotras y me quedo un poco más tranquila por no ser las únicas. Sé que es una tontería, pero saber que tengo a los chicos mirando mi trasero no sé si me gusta o me incomoda.
Roddy nos hace una seña desde la orilla y los chicos se apresuran a ir con él, deseando meterse en el agua. Me demoro para guardar el teléfono móvil y las gafas de sol en la mochila y veo como Kenzie está de brazos cruzados esperando a Leo.
— Ahora voy, Kenzie —le dice el chico. Ella lo mira con los ojos entrecerrados y me mira. Agacho mi vista a mi mochila y guardo con cuidado las gafas de sol en su funda.
— De acuerdo —dice.
Cuando se aleja, miro a Leo, que me está mirando. — Me estás poniendo jodidamente difícil que no te toque.