Ramé

20; Leo

Esᴛᴀ́ sᴏɴᴀɴᴅᴏ Aʟᴀʙᴀᴍᴀ ﹣ Tᴀᴋᴇ ᴍᴇ ᴅᴏᴡɴ

Domingo 12:24 am

Tiro el cigarrillo y lo piso en el suelo esperando que Bambi salga de la cabaña. Hemos pasado un buen fin de semana y he intentado estar cerca de ella lo que he podido para que nadie se dé cuenta, y aun así, Justin nos descubrió.

He estado pensando durante todo el día dónde podríamos pasar un poco de tiempo a solas que no sean los naranjos, y ya lo sé.

Al verla salir sigilosamente, sonrío y muerdo mi labio inferior. Ella, cuidadosamente, camina hacia mí y mira a nuestro alrededor para comprobar que no hay nadie.

Sonrío más abiertamente si es posible cuando la veo en su corto pijama y sus chanclas.

— Hola —susurra cuando llega a mí.

— Hola. Tengo planes para nosotros, B, deberías ponerte algo de ropa —paso mi dedo por su brazo descubierto.

— ¿Por qué no me lo has dicho? No puedo entrar de nuevo. Mi hermana tiene el sueño ligero.

— Espérame en el coche de Jack, iré a por algo de ropa.

Ella asiente y me apresuro hacia dentro de casa. Subo a la habitación y entro con cuidado para no molestar a Diego. Abro el armario con cuidado y chirría.

— ¿Qué estás haciendo? —Murmura— Es horrible dormir contigo.

— Nada —respondo cogiendo una de mis camisetas.

— ¿Vas con Bambi?

— Sí.

— Ponte el gorrito, Leo.

No voy a hacerlo con Bambi con un coche; aunque me muera de ganas. Salgo de la habitación y bajo las escaleras con sigilo.

Jack me ha dejado las llaves de su coche porque le dije que iba a quedar con una chica. Mi primo me sonrió de lado y no tardó en darme las llaves, aunque me dijo que no llenara el coche.

Bambi está esperándome apoyada en el coche de Jack con sus brazos cruzados. Me mira con su ceño fruncido y le doy una camiseta.

— ¿Sabes conducir?

— Sí.

— Bien. Tenemos que sacar el coche de aquí sin arrancar el motor —le digo en voz baja—. Siéntate y quita el freno de mano, yo empujaré el coche.

— ¿Seguro?

— No es la primera vez que lo hago, confía en mí.

Ella, indecisa, mueve su trasero hasta sentarse en el asiento del piloto y me hace una seña cuando quita el freno de mano y empujo el coche por la parte de atrás.

Empujo el coche por todo el camino de tierra y no miro atrás a ver si el abuelo está mirando por la ventana. Ese hombre no duerme, y espero que no me haya visto con ella.

Cuando llegamos a la carretera, ella gira hacia la izquierda para incorporarse al carril y choco con el maletero cuando frena.

— Lo siento —susurra sacando la cabeza por la ventana— ¿Más?

— ¡Claro, B!

Vuelvo a empujar el coche y cuando estamos lo suficientemente lejos para que no se oiga el ruido del motor, doy golpes en maletero.

Ella frena y me dirijo al asiento que ella está ocupando. Abro la puerta y ella se cambia al otro asiento saltando por encima de la palanca de cambios.

— ¿Te has hecho daño? —Me pregunta.

— No —arranco el coche.

— ¿Dónde vamos?

La miro y veo que me está dando la espalda porque se ha quitado su camiseta del pijama y no lleva sujetador. Muerdo todo mi labio inferior y tengo que obligarme a mirar hacia delante si no quiero salirme de la carretera.

— A ningún lado en especial. No quería besarte de nuevo en la oscuridad de los naranjos, ni siquiera podemos hablar allí.

— Hmmm... ¿Y Jack te ha dejado el coche o si lo has robado?

— Se lo he robado —la miro y veo que tiene puesta mi camiseta—, pero no se lo digas a nadie.

— No lo haré —lleva su mano a la radio— ¿Puedo?

— Claro, pon lo que quieras. Intenta no desintonizar las cadenas.

— No te prometo nada —dice mientras cambia de cadena a una que le guste.

Apenas se cogen cadenas aquí, por lo que ella decide dejar una en la que suena música country pero no es reciente. No la conozco, y al parecer, Bambi tampoco.

No la ha puesto muy fuerte y no pregunta de nuevo dónde vamos mientras conduzco por la vacía y oscura carretera.

— ¿Cómo está Kenzie? ¿Le ha dado fiebre?

— No, está bien —le respondo—. Había una medusa y le picó a ella.

— Suena a algo que podría pasarnos perfectamente a cualquiera. Te pellizcó un cangrejo.

— Y a ti te persiguen las avispas —le doy en su pierna y después dejo mi mano descansando ahí.

— Quedan dos semanas para que volvamos a casa.

— Lo sé, B. ¿Quieres hablarlo?

— Quiero saber qué vamos a hacer.

— ¿Qué quieres hacer? —La miro de reojo y la veo mordiendo con fuerza su labio inferior.

Quito la mano de su pierna para ponerla en la palanca de cambios y reduzco velocidad.

— ¿Bambi? —Vuelvo a mirarla y ella me mira.

— ¿Hmm?

— Te he hecho una pregunta, nena.

Me desvío hacia la derecha a un terreno donde no molesto y cierro el seguro antes de apagar el motor y las luces.

La miro, la radio sigue encendida y esa canción que habla sobre el amor suena todavía.

"En tus ojos veo la luz, son tus emociones brillantes. Así que, mantén los fuegos ardiendo y deja que me caliente toda la noche"

La timidez, cierto. Quizás debo empezar a hablar yo, pero no tengo muy claro lo que quiero decir.

— Nos dijimos que veríamos dónde llega esto, estuviste de acuerdo.

— Sí —carraspea.

— ¿Cuál es el problema? ¿Quieres que todo esto se quede aquí? Si es lo que quieres, lo haremos.

— ¿Tú lo quieres? —Me mira.

Me quedo callado mientras la miro. Lo único que la ilumina son las luces de la radio donde nos indica en qué emisora está.

"Puedes ser parte de mí porque eres lo que el amor debía ser"

— No, no quiero que esto se quede aquí.

— Yo tampoco. Ya veremos lo que hacemos cuando lleguemos a casa.

Sonrío. Es lo mejor, comernos la cabeza sobre lo que va a pasar no es buena idea, aunque seguir con ella durante más tiempo significa engancharme más a su sonrisa, su mirada y sus besos.



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En el texto hay: comedia, romance, juveniladulto

Editado: 12.09.2021

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