Ramé

22; Leo

Esᴛᴀ́ sᴏɴᴀɴᴅᴏ Dᴜsᴛɪɴ Lʏɴᴄʜ ﹣ Rɪᴅɪɴ· ʀᴏᴀᴅs

 

Jueves 4:16 pm

 

El cielo está oscuro a pesar de que hace bochorno. Sé que una lluvia de verano se acerca, se huele en el ambiente aunque tenga el perfume de Bambi alrededor de mí.

Hemos estado trabajando todo el día y necesito un poco de descanso, ella también. Se esfuerza en lo que hace y es de gran ayuda.

— Va a llover —le digo.

— Ya, el cielo está negro —la miro y la veo hacer una mueca.

— ¿Te gusta la lluvia, B?

— Sí —pone los brazos tras su espalda y me mira con una sonrisa en los labios—. Me relaja, ¿y a ti?

— Cuando estoy en casa viendo la televisión, sí.

— Y comiendo dulces. Necesito un poco de chocolate, Leo. Algo dulce. No me quejo de la comida de Betty, cocina muy bien, gracias a Dios —murmura en voz baja—, pero necesito comer porquerías, el cuerpo me lo pide.

— ¿Te lo pide el cuerpo? —Sonrío— Conseguiremos dulces entonces —empiezan a caerme pequeñas gotas.

— Ya está chispeando —informa—. Anda, si hay ahí una cabra.

Me señala con su delicado dedo la verja y niego con la cabeza. Vacío la carretilla y la dejo a un lado para ir a sacar a Lola otra vez de allí.

— ¿Qué le pasa a la cabra con el alambre? —Bambi suelta una risita mientras me sigue.

— Siempre ha sido así —llego a ella y con un poco de dificultad, consigo sacarle la cabeza de ahí.

— Y ahora se va, tan feliz —observa Bambi mientras Lola se va—. ¿No deberíamos meterla en el corral?

— Déjala, volverá aquí.

— Tiene una especie de relación tóxica con el alambre —suelta una risita.

— ¿Quieres ser su psicóloga? —Le pregunto divertido.

Ella me mira y rueda los ojos. Sonrío un poco y la sigo. Empieza a llover, pero no nos da tregua a llegar a ningún lado. Estamos lejos de la cabaña y Bambi empieza a correr porque está empezando a llover más fuerte.

Sonrío y miro hacia arriba, las gotas caen mi rostro y paso una mano por mi pelo. Corro detrás de Bambi y pongo mi mano alrededor de su brazo para tirar de ella. Me mira, frunciendo el ceño y corro en dirección contraria.

— ¿Dónde vamos? —Pregunta a mi espalda.

Me acerco al trigal y tiro de ella hasta estar dentro. Me giro y pongo mis manos en sus mejillas para besarla. Es el momento en el que nadie puede vernos porque todo el mundo estará en casa.

He estado buscando un maldito momento para estar a solas con ella y el tiempo se ha puesto de mi parte. Ella pone sus manos en mis hombros y se aparta un poco con una sonrisa en su rostro. Estamos empapados pero nos da igual, o por lo menos a mí.

— Estás loco —dice riendo.

Estoy loco por ella. No puedo creer que en tan poco tiempo sienta esto por alguien. No he querido amarrarme a nadie porque mi meta es el FBI y no puedo ir con paquete.

Sueno frío, pero si entro en la academia y apruebo, me mandarán a cualquier sitio. ¿Cómo se lleva una relación así a distancia? Es imposible.

Pero sorprendentemente, quiero intentarlo con ella porque siento, en serio, que es la indicada. ¿Por qué? No lo sé, me sonrió y me fui a la mierda.

Joder, yo no soy de los que se enamora, pero esa pequeña chica con un sueño más grande que ella ha robado mi corazón y no quiero que me lo devuelva.

— Eres tan alto... —Murmura poniéndose de puntillas para llegar a mis labios. No llega y sonrío abiertamente.

— No tengo ningún problema en agacharme un poco más —paso mi lengua por sus labios y me separo de ella.

La lluvia le molesta porque mira hacia arriba, hacia mí, la atraigo a mis brazos y la estrecho entre ellos porque no queda mucho para volver a la realidad y no sé cómo vamos a afrontarlo.

Me siento como en una burbuja y sé que va a estallarse de un momento a otro.

Salgo con ella del trigal y corremos a los establos, que es lo que está más cerca. Abro la puerta y entramos. Bambi pone los dedos alrededor de su pelo y lo exprime para quitar el agua que se acumula en él.

Lleva una camiseta mía puesta y se le pega a su cuerpo. No me puedo creer que la he tenido casi desnuda encima de mí. Tampoco me puedo creer que nadie la haya tocado antes, que yo sea el primero. Su cuerpo incita a pecar, y esa sonrisa picarona que pone a veces también.

Le hago una seña para que me siga y ella lo hace. Al final del establo, a ambos lados, ponemos las herramientas y demás, pero hay un hueco para poder sentarse.

Un hueco con un poco de paja y algunos barreños en la esquina. Me siento y me apoyo en la pared, sacando el paquete de cigarrillos mojado de mis pantalones.

— ¿En serio?

Bambi se sienta a mi lado, pongo un cigarrillo mojado en mi boca y la miro con una sonrisa en mis labios.

— Leo, está mojado, no va a encender.

Tiro la caja de cigarrillos e intento encenderlo, fracasando. Me río y tiro el cigarrillo al suelo.

— Está bien, no enciende.

— Claro que no enciende —recuesta su cabeza en la pared y me mira.

— Por supuesto, eres ingeniera de naves espaciales.

— ¿Y qué tiene que ver? El agua y el fuego no son compatibles.

Muerdo mi labio inferior y la miro. ¿Se siente ella como yo?

— Nunca había besado a alguien bajo la lluvia —le digo.

Ella me mira y puedo ver una pizza de brillo en su mirada. Levanta una de las comisuras de su labio y deja de mirarme.

— Yo tampoco.

— ¿Dónde fue tu primer beso, B? —Juego con el cigarrillo en mis manos.

— En la calle —responde.

— Tuvo que ser muy afortunado ese chico —intento volver a encender el cigarrillo.

— Sí, eso espero. ¿Y el tuyo?

— Jugando a verdad o atrevimiento con quince años. Esa chica me metió la lengua hasta la campanilla, nunca lo olvidaré.

Ella se ríe y me quita el cigarrillo de la boca. Junto mis labios en una fina línea y observo como ella pasa sus dedos a lo largo del cigarrillo.




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