Ramé

25; Bambi

Esᴛᴀ́ sᴏɴᴀɴᴅᴏ Jᴏɴʏ ﹣ Lᴏᴠᴇ ʏᴏᴜʀ ᴠᴏɪᴄᴇ

 

Domingo 12:00 am

 

Me despierto sobresaltada y me giro.  Alguien pone sus dedos sobre mis labios mientras mi corazón golpea con fuerza contra mi pecho.

— Sígueme —escucho un susurro. Es Leo.

Veo su silueta caminar por la cabaña y se queda en la puerta. Aún tengo un poco los ojos pegados y apoyo mi cabeza de nuevo en la almohada, no voy a ir, estoy muerta de sueño.

Abro un ojo y lo sigo viendo en la puerta, sigue esperándome. ¿A quién quiero engañar? Gruño y me incorporo de nuevo. Me pongo mis zapatillas y camino despacio hasta llegar a la puerta.

Frunzo el ceño al verlo con sus deportivas puestas. En su mano están las mías. ¿En qué momentos las ha cogido? Salgo de la cabaña y dejo la puerta entre abierta para no hacer ruido al cerrarla.

— Póntelas —me ordena aún susurrando.

— No.

— Bambi, ponte las deportivas.

— No voy a ir a ningún sitio.

— Quiero hablar contigo.

— Habla —me cruzo de brazos y él gruñe.

No es un buen sitio para hablar, lo sé, pero sigo enfadada. No he vuelto a hablar con él desde que tuvimos esa pequeña conversación sobre Kenzie. La pelirroja descubrió el pastel y me hace pensar seriamente dejar todo esto con Leo.

— Cómo quieras —deja caer mis zapatos y empieza a caminar con una linterna en su mano, alumbrando el camino.

Junto mis labios en una fina línea y me quito mis zapatillas para ponerme las deportivas a toda prisa. Lo sigo, a una distancia prudente y con los brazos cruzados, que no se olvide que estoy molesta.

Kenzie y Ronan siguen durmiendo en la habitación de Leo y Diego, pero ya les han puesto un colchón; es decir, que la primera noche durmieron juntos. Leo y Kenzie juntos en una cama. Se me revuelve el estómago de sólo pensarlo.

Me quedo quieta al ver dónde se dirige. No, ni hablar, no voy a meterme ahí.

— B, ¿quieres venir? —Me hace una seña con su mano y me acerco.

— No voy a pasar por el trigal de noche —le susurro.

— No hay nada en el trigal.

— ¿Y tú qué sabes? Eso es un criadero de bichos, incluso puede hacer una serpiente.

Leo me apunta con la linterna a la cara y golpeo su mano.

— Tenemos que hablar y no podemos hacerlo aquí. Hay que cruzar el trigal.

— No voy a cruzar el trigal.

Leo se agacha y y me pone sobre su hombro, como si fuera un saco de patatas. Golpeo su trasero con mi puño pero él empieza a caminar, ignorando que estoy molesta y que no quiero ir por ahí.

— Leo cómo me salte algo, te mataré.

— No hagas tanto ruido, Bambi, por el amor de Dios —sigue susurrando.

— ¡Me llevas en contra de mi voluntad! —Susurro un poco más alto— Es un secuestro.

— Has venido por tu propia voluntad, no es un secuestro.

— ¡Ahora sí! —Golpeo su trasero y siento la palma de su mano en mi nalga— ¡Leo! —Me quejo y le doy más fuerte. ¿Es posible que vomite la cena? Siento su mano en mi nalga de nuevo y resuena en medio de la noche.

Leo me baja cuando cruzamos el trigal y me pongo el pelo bien para después llevar una mano a mi trasero y pasarla por él.

— Me ha dolido —frunzo el ceño.

— No me tientes a hacerlo más fuerte, B, vamos.

— Creo que podemos hablar aquí, Leo. Me da miedo caminar más allá.

Él se para y se gira. La linterna sigue en su mano y nos alumbra lo que hay a alrededor. He visto demasiadas películas de miedo para saber que esto no es buena idea. Puede aparecer alguien y perseguirnos hasta matarnos. A mí me matará primero porque soy la que corre menos, Leo quizás podría escapar y buscar ayuda, pero seguro que es más astuto que nosotros.

— ¿Por qué tienes miedo? ¿No confías en mí? —Se acerca a mí y tengo que mirar hacia arriba para encontrarme con sus ojos.

— Confío en ti, no confío en el asesino que puede andar suelto en busca de un poco de diversión.

Leo suelta una bonita risa y pone una mano en mi mejilla, ahuecando la. Agacha un poco la cabeza mientras aún mantiene una sonrisa en su rostro.

— Como sigas siendo así de dulce, B, yo sí que te daré un poco de diversión. Andando.

Su mano coge la mía y tira de mí para caminar. Lo sigo, mirando a todos lados mientras siento su mano, grande y caliente, apretar la mía. No sé en qué momento caí, quizás fue cuando sus ojos azules brillaron al posarse sobre los míos, o cuando su cuerpo invadió mi espacio personal y no me importó, me gustó.

Caminamos en silencio hasta llegar a la casa árbol y Leo apunta la linterna a las escaleras.

— ¿Subes primero?

— No —me apresuro a decir—, sube tú.

— ¿Estás segura? —Asiento— Vale.

Pone un pie en la escalera y miro a la oscuridad que hay a mí alrededor.

— No, no, no —lo agarró de sus camiseta—. Yo subo primero —lo empujó hacia atrás y él se quita con una sonrisa en su rostro.

— De acuerdo, sube tú.

Él alumbra la escalera y respiro hondo para después empezar a subir, esperando que nada me asuste cuando llegue arriba.

— No me mires el culo, Leo.

— Imposible, B, por cierto, me gustan tus bragas.

Me paro y pongo mis pantalones cortos bien haciendo que él se ría. 

— ¿Me dejarás verlas mejor ahora?

— Que te den Leo —le respondo cuando llego arriba.

Él empieza a subir y lo espero con mis brazos cruzados, mirando hacia todo el bosque oscuro. Me da un poco de ansiedad no ver nada y cuando Leo llega, me mira.

— No hay nada ahí, B. Y si hay algo, no dejaré que te pase nada.

Me señala la puerta de la cabaña para que entre y me sorprendo al ver una sábana en el suelo.

— Pensé que vendrías con tus pantalones cortos, no quise que te sentaras en la madera así —dice.

Entro y no tardo en sentarme, Leo me imita pero apoya su espalda en la pared. Junto mis labios en una fina línea y flexiono mis piernas para abrazarlas.




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