Ramé

34; Leo

Esᴛᴀ́ sᴏɴᴀɴᴅᴏ Tʜᴇ Kɪʟʟᴇʀs ﹣ Sᴏᴍᴇ ᴋɪɴᴅ ᴏғ Lᴏᴠᴇ
 

Viernes 19:35 pm

Me gusta mi nueva familia. Papá está relajado y Becky es divertida. Papá se ve feliz y eso es lo único que me importa, incluso si no me hubieran caído bien ella o sus hijas. La comida está deliciosa y una de sus hijas también.

Ella está frente a mí, bebiendo de su vaso de agua porque su madre no deja que se sirva un poco de vino porque no tiene edad para beber alcohol. Ella ha bebido en el pueblo, pero no lo menciona y obedece a su madre de mala gana.

La había tenido entre mis brazos hacía unas pocas horas y ahora no podía tocarla, tampoco mirarla en exceso para no sospechar. En estos momentos en los que estamos en familia es cuando me siento inseguro. "¿Qué demonios estamos haciendo?". Estoy bien con ella, me atrae, me gusta, no puedo evitarlo, pero papá...

Llevo mi vista hasta su figura y lo veo sonreír mientras mira a Becky como si fuese lo mejor del mundo, y para él, lo es. Dudo que acepte que me guste Bambi, ¿y Becky? ¿Lo aceptaría? ¿Podríamos formar una familia si nosotros también estamos juntos?

— Me alegro que te vaya bien en la academia, Leo —la voz de Becky me saca de mis pensamientos y la miro para después sonreírle.

— Gracias, es duro pero vale la pena, es lo que quiero.

— Me gusta que tengas claro tu futuro, es más, todos lo tenéis y no sabéis la tranquilidad que nos da eso, ¿verdad? —Mira a mi madre y este coge su mano.

— Sí.

— Aunque, Bambi... —Su madre llama su atención y miro a la más pequeña de la familia. Ella rueda sus preciosos ojos marrones y la mira— La NASA lo veo un poco difícil.

— Una empresa privada.

— Tendrá suerte —le dice mi padre—. Es lista, sabrá meterse en una buena empresa.

— O en McDonald's —dice ella.

— ¿Quieres trabajar en McDonald's? —Pregunta mi hermano.

— No me importaría, me encanta el olor a comida basura. Es más, comería en el trabajo todos los días.

Bárbara hace una mueca de desagrado al pensar en comer todos los días allí y yo solo puedo sonreír ante sus ocurrencias.

— ¿McDonald's? —Pregunta Becky.

— Es un digno trabajo, como otro cualquiera, y para ahorrar un poco de dinero mientras encuentro trabajo de ingeniera no está mal.

— Podrías hacer hamburguesas voladoras —digo.

Me mira y levanta la comisura izquierda de su labio para sonreír. Su familia ríe ante mi ocurrencia y yo solo estoy pensando en poder tener aunque sea diez segundos a solas con ella para besarla. Espero que ella también esté pensando lo mismo.

— Es una buena idea —dice Diego—. McDonald's te pagaría una fortuna y no tendrías que trabajar en la vida.

— Eso es lo que te gustaría a ti —dice mi padre.

— Venga, vamos a quitar la mesa, chicos.

Intento tener un momento con ella pero Bárbara siempre está por ahí en medio, molestando, enseñándole videos a su hermana y algún que otro hilo de twitter que incluso comparte con nosotros. No estoy concentrado en eso, solo en mirarla, y cuando Bárbara por fin se va con su magnífico y maravilloso novio, nos quedamos los cuatro en el salón.

Diego está hablando con chicas por Tinder y yo acabo de enviarle un mensaje a Bambi diciéndole que necesito estar con ella.

"Me has tenido durante toda la mañana" me escribe.

"Nunca tengo suficiente de ti, deberías saberlo".

Ella me mira pero no me contesta al mensaje y muerdo todo mi labio inferior porque no me interesa la película de comedia de la que nuestros padres se están riendo queriendo pasar un momento en familia.

"Esta noche cuando todos duerman, en la cocina"

Me encuentro deseoso de que llegue esa hora y me acuesto en una habitación con Diego esperando que ella me envíe un mensaje. Mi hermano está tumbado en la cama que está pegada a la ventana y no suelta su teléfono.

— ¿Vas a verte con ella? —Me pregunta.

— Sí. ¿Qué haces en Tinder?

— Entretenerme. ¿Estás seguro de todo esto?

— ¿Otra vez?

— Me refiero a que es una niña todavía. Nunca ha tenido una relación y la primera que tiene es con su hermanastro. ¿Y si va mal? No quiero que haya mal rollo.

— No tiene por qué ir mal —me levanto de la cama y niego con la cabeza.

— No lo sabes. Solo estoy intentando ser...

— Realista, lo sé —lo interrumpo—. Yo también lo soy a veces, pero me gusta, Diego. No sé si puedo parar, no sé si ella quiere parar. Esta decisión no depende solo de mí.

Mi hermano se sienta en la cama y deja su móvil a un lado por un momento. — Papá no va a aceptarlo y lo sabes. Creo que ha sido una locura, Leo.

— No elijo quien me gusta.

— Lo sé. Me iré a la cocina mientras habláis aquí, creo que lo necesitáis.

Diego se levanta de la cama y lo veo salir de la habitación con cuidado para no despertar a nadie. Jamás me he visto envuelto en una situación así y no sé qué demonios hacer. Me siento en el borde de la cama y paso mis manos por mi rostro y después por mi pelo, tirando de este mientras un pequeño gruñido se escapa de mi boca.

— ¿Leo? —Un susurro hace que me gire y ella está allí, en su pijama celeste. Me levanto de la cama y ella cierra la puerta con sumo cuidado—. Diego está en el salón viendo la televisión, pensé que era mejor venir para acá —dice.

— Tenemos que hablar, sensual B, ven aquí —me siento en el borde de la cama y palmeo mi lado.

Ella frunce su ceño un poco e indecisa, se sienta a mi lado. Tengo sus ojos sobre mí mientras intento formular alguna frase en mi mente que tenga sentido.

— ¿Quieres seguir con esto? —Le pregunto en un susurro.

— ¿Qué?

— Bambi... ¿Ves bien esto?

La chica de puntas rubia se queda callada y veo en su rostro cómo la realidad la ha golpeado igual que a mí cuando he hablado con Diego.




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