Ramé

1; Leo

Está sonando Isak Danielson - Ending
 

Seis meses después

Sábado 7:00 pm

Entro por el jardín de la hacienda y saludo a las personas que me sonríen con un asentimiento de cabeza, no me apetece parar a saludar a nadie.

Meto las manos en mis bolsillos cuando la organizadora de bodas me hace una seña para que me coloque junto al altar.

Ella está manteniendo la calma mientras intenta que todos los invitados se sienten para dejar paso a los novios.

Diego llega a mi lado y me mira sonriente, palmea mi hombro y carraspea.

Ha mejorado su físico y mantiene su pelo largo, al parecer trabajar como guía turístico en esa empresa de su amigo le está viniendo muy bien, también sus ligues con las chicas, aunque no me cuenta mucho.

Apenas hemos hablado en estos últimos seis meses. Y sé que debería de haberme preocupado más por él, pero no he podido.

Aprobé para el FBI y acabo de terminar mi tiempo de prueba en Chicago, ahora toca volver a casa y esperar a que me den un nuevo destino.

Una mano se pone en mi hombro y me giro para ver a la hermana de pelo corto. Me abraza y paso mi mano por su cintura para estrecharla un poco contra mí.

— Has estado desaparecido —deja un beso en mi mejilla—. ¿Todo bien?

— Sí, ¿qué tal tú, Bárbara?

— Todo bien, no hay mucho que contar —se encoge de hombros—. Oh, ahí está Bambi.

Escuchar su nombre hace que el corazón me de un vuelco en el pecho y miro hacia donde Barb mira. Su pequeño cuerpo va enfundado en un vestido rojo. Su pelo, ahora rubio entero, va recogido en una trenza y su rostro está perfectamente maquillado.

Cuando la organizadora de bodas la coloca en su sitio, ella arruga su nariz y nos mira. Me mira. Siento como si el corazón se me parase, me da un vuelco en el pecho y necesito quitarme la corbata para poder respirar de nuevo, pero ella aparta su vista de mi y Bárbara se ríe.

— No quiere estar en esta posición. Quería sentarse en la última fila, eso de ser el centro de atención no es lo suyo.

— Bambi siendo Bambi —ríe Diego.

Papá se acerca y Bárbara se aparta para que me salude. No he hablado mucho con él, ni siquiera quiero verlo ahora mismo, pero es su boda y tengo que sonreír un poco.

— Me alegra que estés aquí —me dice—. No hay motivo para seguir enfadado.

Me quedo callado deseando que la ceremonia pase y demos paso a la comida y a la maldita barra libre. Estoy deseando beberme una copa porque no puedo aguantar la tensión.

Becky está guapísima y cuando la veo con papá, se le ve feliz. Aunque siempre intento mirar detrás de Becky para ver a una sonriente Bambi de labios rojos.

La ceremonia es más lenta de lo que a mí me gustaría y muerdo mi labio incómodo mientras una amiga de Becky le da su bendición. “Nos alegramos que por fin hayas encontrado al amor de tu vida”.

El amor de su vida... No sé si papá es el amor de su vida, pero lo que sí sé es que no soy el único que ve esta boda una auténtica locura. Sólo llevan un año y medio juntos y ya se han casado.

Bambi se niega a hablar, pero su hermana Bárbara si dice una palabras de ánimo para su madre en esta nueva etapa de su vida.

Y yo, aprovecho para mirar a la chica que ha ocupado mis pensamientos cada maldito día desde que la conocí.

La he echado tanto de menos... Pero ella no quiere estar cerca de mí y la entiendo, ya que huye de mi lado cada vez que vamos a hacernos alguna foto en familia.

— Es normal que no quiera verte —dice Diego dándome una cerveza—. Te fuiste y no le diste ninguna explicación.

— Sabes que era lo mejor.

— Lo sé, pero lo hiciste mal.

— No hubiera podido irme si ella me pedía que no me fuera, Diego, es complicado.

Y fue complicado irme y dejarla en la puerta de casa confusa.

— Intenta pasarlo bien y deja de mirarla —carraspea. No puedo, está preciosa.

— Está más delgada —observo el escote abierto de su vestido y temo porque se le caiga un tirante y se le vea el pecho.

— Dice que el catering de la residencia ha cambiado y no es muy bueno. Deberías hablar con ella.

Chasqueo mi lengua y Jack aparece con otra cerveza en su mano. Al parecer, su hermana ya ha olvidado que nos vio besándonos porque no lo ha vuelto a mencionar más, o quizás él no lo ha mencionado.

— Estoy muerto de hambre —dice—. Necesito comer ya.

— Queda poco para sentarnos, ¿qué tal todo? —Le pregunto.

— Muy bien. Ginger quería venir pero no ha podido.

Frunzo el ceño y miro a mí hermano, que me mira con la misma expresión.

— ¿Ginger? ¿Qué Ginger? —Pregunta Diego mientras yo me llevo la copa de cerveza a mis labios.

— Vuestra amiga.

Casi me ahogo mientras Diego suelta un “¡¿Qué?!”. ¿Jack con Ginger? ¿Desde cuándo? ¿En qué momento? Mi primo suelta una carcajada y carraspeo.

— ¿En qué momento? —Me atrevo a preguntar.

— El año pasado en verano.

Así que la chica con la que Jack quedaba no era del pueblo de al lado, si no Ginger.  Jamás me lo hubiera imaginado, Jack y Ginger son como el agua y el aceite.

— Me alegro —dice Diego y yo asiento.

Jack nos sonríe y mira hacia donde yo no he dejado de mirar en toda la tarde. Bambi, que está hablando con una chica a la que desconozco porque aún no conozco a toda su familia.

— El rojo le sienta bien —dice y me mira.

Si quiere tener una reacción de mi parte no la tendrá esta vez, pero disimulo y la miro de soslayo para después encogerme de hombros y darle un gran trago al vaso.

— ¿Y qué colores no le sienta bien? —Ríe Diego.

Todos le sientan bien.

Miro mi copa vacía y decido ir a por otra. Me acerco al chico que sujeta su bandeja y cuando pongo mi mano en el vaso, unos pequeños dedos se encuentran debajo de los míos.

Nos miramos y ambos apartamos la mano de la copa, que es la última. Me mira indiferente y me lo merezco, pero me duele.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.