Ramé

4; Bambi

Está sonando Diplo, Morgan Wallen — Heartless

La maldita granja se encuentra frente a mí y tengo una mueca de asco en mi cara que no puedo disimular.

Barbara, sin embargo, se ve feliz de volver mientras que yo quiero vomitar por todos los rincones de la repulsión que me da este lugar. ¿Por qué? Porque todo me recuerda a él.

Tiro de la maleta por el sendero arenoso  lleno de pequeñas piedras y Diego no tarda en quitarme la maleta para tirar de ella.

— Yo puedo hacerlo —le digo.

— Parece que se te va a romper el brazo, yo la llevo. Dedícate a caminar con más entusiasmo, estamos de vacaciones.

Sí, que bien, de vacaciones. ¡Yuuupii! Anda y al carajo todo el mundo. Yo tenía vacaciones en la Universidad, sí, pero Diego tenía vacaciones en su trabajo y habían coincidido con el rodeo de Concepción y aquí estábamos.

Yo obligada, por supuesto. Bárbara no quería que la dejase sola y después de rogarme y no hablarme durante dos días, acepté.

Tengo que decir que a veces soy buena escondiendo mis sentimientos, pero Bárbara se dio cuenta que algo pasaba y que algo me pasa.

No se lo he contado y le he dado largas o simplemente me he mostrado arisca con ella y le he contestado mal para que me dejase tranquila. Ni siquiera sé cómo sigue hablándome.

— ¡Diego! —La voz de monito hace que me chirrien los dientes y el perro ladrar me sobresalta.

La pequeña niña corre a los brazos de su primo y él tiene que soltar nuestras maletas para abrazarla. Decido que es momento de volver a coger mi maleta y seguir tirando de ella hasta llegar al porche, donde Betty nos espera con una sonrisa en su rostro.

— ¡Que alegría teneros de vuelta! —Dice abrazando a Bárbara y después dándome un pequeño abrazo a mí— Vaya Bambi, ¿qué te ha pasado? Necesitas comer más.

Lo que necesito es una cama urgente porque estoy agotada. Entro en aquella calurosa casa y saludo a la abuela con un beso en la mejilla.

Por suerte el viejo no está por aquí porque no necesito escuchar su voz gruñona en este momento.

— ¿La cabaña sigue siendo nuestra? —Pregunta Bárbara.

— Sí, está lista para vosotras —responde Betty—. Mi marido llegará dentro de unos días —nos informa.

Asiento y vuelvo a tirar de la maleta hasta salir al porche trasero. La granja está ahí, burlándose de mi, lo sé. Seguro que si fuese una persona estaría canturreando que estoy aquí de nuevo.

Jack ni siquiera vive aquí ahora, pero espero que venga para las fiestas porque ahora que está con Ginger, sé qué será bueno tenerlo en el grupo.

Además, estoy aquí ahora mismo porque Leo no viene.

El chico de ojos azules no da señales de vida y por mí como si se va a Tailandia a manejar globos terráqueos. Me importa un pepino y medio dónde está, qué hace y por qué no viene al rodeo.

Es más, así no tengo que verle la cara de pimiento que tiene. Que es que... ¡Arrrrrgggg!

— ¿Por qué miras con odio a la cabaña? —La voz de Nancy, alias "monito", me hace fruncir el ceño levemente y mirarla.

No le respondo. Paso de Nancy porque no estoy de humor ni para aguantar su presencia. Ella lleva su pelo recogido en dos coletas y un vestido pastel lleno  de tierra.

— ¿Vamos a instalarnos? —Pregunta Bárbara bajando las escaleras del coche.

— Te estoy esperando.

— ¿No quieres entrar tú primero? Te prometo que no está Lola ahí dentro —pone la mano en su boca y se ríe, intentando disimularlo.

La miro mal, muy mal, ¿está la cabra loca dentro?

Con desconfianza, empujo un poco la puerta y asomo mi cabeza para ver que no hay ningún animal en la cabaña.

— ¡Te lo has creído! —Chilla mientras me señala.

¡Qué mal me cae por el amor a la sandía!

Gruño y abro la puerta para después tirar de la maleta con fuerza. No voy a quedarme aquí muchos días, es más volveré en cuanto el rodeo termine. No voy a estar 15 días aquí.

Me niego.

— ¡Cuánto había echado de menos esto! —Bárbara se sienta en la cama y la miro como si estuviera loca— No me mires así.

— Ya sé por qué estás feliz, quieres ver a ese chico otra vez.

— ¿Qué chico?

— No recuerdo su nombre, pero con el que te besaste el verano pasado, y te recuerdo que sigues con Asher.

— Bambi —su tono ahora es serio—. No estoy feliz por eso. Estoy feliz porque estamos de vacaciones y jamás volverá a pasar nada con Charlie, se llama Charlie. ¿Has pasado todo un verano con esos chicos y no recuerdas sus nombres?

Demasiadas cosas que retener en la cabeza como para retener un nombre de una persona que solo veo en verano.

— No entiendo por qué estás tan amargada —continúa hablando— Pensé que te lo pasaste bien el año pasado.

— Y me lo pasé bien.

— ¿Entonces?

— Quería ir a California.

— Vamos a ir a California.

— Quería estar allí ya.

— No seas tan aguafiestas. ¿Es porque Leo no ha venido? —Escuchar su nombre me hace rechinar los dientes— Estará ocupado, sé que te llevas muy bien con él.

— No es por Leo, es porque no me apetecía oler a animal este verano.

— Ya sabes dónde tienes la puerta, chica.

La voz del viejo gruñón nos sobresalta a ambas y lo veo en la puerta. Es delgado y siempre lleva ese sombrero en la cabeza. Sus pantalones vaqueros están gastados y se ajustan a su cintura con un cinturón marrón viejo.

Todo es viejo en él.

— Si no quieres estar aquí, lárgate. Te sientas en mi mesa y comes mi comida, lo que menos puedes hacer es ser agradecida.

Dicho esto, se va. Miro a Bárbara queriendo estrangularla y ella se levanta para cerrar la puerta y tener un poco de intimidad. Me siento en el borde de la cama y chillo cuando me siento caer.

Me quedo atrapada entre el hierro de la cama y el colchón. Mis rodillas dando en mi pecho en una postura muy incómoda. Mi hermana se ríe a carcajadas y dice que se va a hacer pis encima de la risa, por lo que sale de la cabaña corriendo y me deja a mí allí.




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