Mᴏʀᴀᴛ﹐ Aɪᴛᴀɴᴀ ﹣ Mᴀ́s ᴅᴇ ʟᴏ ϙᴜᴇ ᴀᴘᴏsᴛᴇ́
Morat, Aitana - Más de lo que aposté
Tengo tanto odio y dolor en mi corazón que ni siquiera puedo mirar a Leo sin el ceño fruncido. Aún me duele como si me estuvieran apretando el corazón para sacármelo del pecho y aún tengo ganas de llorar, pero no de tristeza, sino de rabia.
De rabia porque el pretende hacer que nada ha cambiado, que seguimos siendo los mismos, pero no, nada es igual. Mi corazón no es el mismo y mi cerebro grita que vuelva a California porque quizás puedo cometer una locura.
Y no me refiero a caer de nuevo en sus brazos, me refiero a coger la pala con la que Jack está recogiendo excrementos y darle un golpe en la cabeza.
Ni siquiera puedo dormir bien por las noches porque todo lo que me hizo se revive en mi cabeza una y otra vez como la pegadiza canción de un anuncio.
Ojalá pudiera hacerle comer el papel con su “lo siento”.
— ¿Estás bien? —Me pregunta Jack.
— Sí, todo bien —continúo con mis tareas porque me había quedado mirando a un punto fijo.
Con Zev bien, es simpático, atento y divertido. Me lo paso bien con él pero no tengo ganas de conocer a nadie. No quiero conocer a ningún chico porque aún no he superado lo de Leo y no me deja ver más allá.
Tampoco quiero engancharme a nadie más y que al final patée mi corazón como si fuera una pelota.
Porque no lo soy, y Leo ha jugado conmigo como ha querido. ¿Le gustaba realmente? Lo dudo ahora.
Simplemente quería acostarse con alguien y yo estaba allí para él, deseando.
Bambi Haley es tonta y no tiene remedio. Ha dejado que un chico juegue con ella cuando se prometió que nunca iba a dejar que eso pasara.
— ¿Qué tal con ese chico, Zev?
Suspiro pesadamente y me encojo de hombros. Quizás si lloro otra vez se me quite el pellizco que tengo en mi pecho.
— Es agradable —respondo.
— ¿Te trata bien?
— Sí, pero no me quiero casar con él.
Jack suelta una carcajada y yo tengo que apoyarme en la valla porque estoy realmente cansada y apunto de empezar a chillar. Sólo espero que a Leo le llegue el karma, en serio, es lo único que pido.
— No te he preguntado tal cosa. ¿Rollo de verano?
— De rodeo más bien.
Pienso irme de aquí en cuánto el rodeo acabe. No quiero estar aquí si Leo está. Pero irme sería dejar que él ganara y no puede ganar esta vez.
No me gusta la gente que juega con los sentimientos de otra como si no tuvieran, como si fueran de piedra.
Nadie es de piedra y todo duele. Una mala palabra, un comentario o que jueguen contigo, oh sí, eso duele y bastante porque estuve llorando en el suelo de su habitación como si me hubiesen arrancado el corazón del pecho cuando aún lo tengo aquí y está latiendo.
¿La venganza es la solución en estas ocasiones? ¿Debería causarle a Leo dolor para que sepa cómo me sentí?
Dudo que Leo incluso tenga sentimientos por mi, por lo tanto, nada de lo que haga le dolerá.
— Toma, bebe —miro a Jack, que tiene una botella de agua en sus manos y la acepto.
— Gracias.
— Hoy estás muy pensativa y callada. ¿Ya quieres irte a California?
— No, no es eso —le digo después de darle un trago al agua.
Es solo que estamos en la cuadra y tengo demasiados recuerdos aquí, demasiados besos y sonrisas que deseo olvidar.
¿Como se borran sus caricias de mi piel?
— ¿Necesitas un descanso?
— Estoy bien, Jack —le sonrío y aguanto la botella entre mis manos—. No tienes que preocuparte tanto.
— Venga, sé que esto no te gusta, voy a hacer que te sientas cómoda aquí, eres mi prima pequeña.
Sonrío de lado porque me gustaría explicarle que su primo me rompió el corazón y que estoy intentando superarlo con él a unos metros, cosa que no ayuda.
— Tampoco está tan mal esto —me encojo de hombros—. No es mi cosa favorita en el mundo pero no me voy a morir por... —Señalo a mí alrededor porque ni siquiera sé qué hago aquí.
— Entendido —se ríe.
Tiene una sonrisa tan bonita que enamora hasta los cactus. Su piel bronceada y tonificada me hace querer hacerle una sesión de fotos para la revista GQ. Seguramente si lo vieran, conseguiría trabajo como modelo. Es alto, guapo, tiene porte y una sonrisa de anuncio.
— ¿Has pensado en modelar alguna vez? —La pregunta sale de mis labios sin poder retenerla y él me mira sorprendido.
— Las pasarelas no son lo mío, princesa, pero podrían ser lo tuyo —se apoya a mi lado y me quita la botella de agua.
— Estoy hablando en serio —ruedo los ojos.
— Y yo también.
Bufo y vuelvo al trabajo haciendo que Jack suelte una carcajada. Ginger tiene suerte, aunque no conozco a Jack como novio, pero sí como primo y dudo que cambie. Es gentil, gracioso y siempre se preocupa. Supongo que debo elegir mejor.
— ¿Has visitado ya la casa árbol? —Me pregunta.
La maldita casa árbol. ¿Por qué me la recuerdas, Jack? Quiero arrancarme los ojos porque creo que así dejaré de ver las imágenes que se reproducen en mi cabeza de los momentos que pasamos allí.
— Sí, Leo me la mostró el año pasado —intento coger la carretilla pero mis brazos son aún más endebles que el año pasado.
Quizás debería comer un poco más, pero el estómago se me cerró cuando Leo me dejó tirada como una colilla sin ninguna explicación.
— Deja que lo haga yo —me aparto y él coge la carretilla sin ningún esfuerzo.
Suspiro pesadamente y pongo las manos en mi cintura. Esta vez sí vengo preparada. Pantalones viejos y camisetas que no uso.
— Ve a casa a ducharte —me dice—, ya hemos terminado aquí. Aprovecha que aún nadie ha terminado.
Pongo rumbo a la casa como un rayo y me quito los zapatos antes de entrar. Saludo a la abuela y subo las escaleras.
La sonrisa se me borra porque veo la espalda fornida de Leo entrando al baño. Él se gira porque me ha escuchado y alza una de sus cejas.