Ramé

12; Bambi

Cojo palomitas del bol que Zev tiene en sus piernas y las meto en mi boca. Pasar una tarde en casa de Zev viendo una película ha sido el mejor plan para un sábado por la tarde. Los chicos han quedado con los demás y yo... Bueno, no podía desaprovechar pasar un rato con Zev, no sé cuándo voy a irme.

— ¿Qué va a pasar ahora? —Le pregunto.

— No tiene gracia que te lo cuente — responde—. Ve la película.

Me callo y sigo mirando la escena con un poco de ansiedad. Una película de misterio y terror es lo que hemos escogido y más que miedo es ansiedad.

— ¡Ah, joder! —Me sobresalto y Zev suelta una sonora carcajada.

Le tiro una palomita y él palmea mi pierna. — Buen susto, ¿eh?

— Casi se me sale el corazón del pecho —me río con la mano en mi pecho.

Observo los ojos grises y grandes de Zev, su mandíbula definida y su piel tostada. Él pone su dedo en mi mejilla y me gira el rostro hacia la televisión.

— Sé que soy irresistible, pero te vas a perder el final de la película.

Ruedo los ojos y sonrío. Me apoyo de nuevo en el sofá y recuesto mi cabeza en su hombro. Me agarro a su brazo y él pone su mano en mi pierna.

No somos nada y tampoco estoy volando por el cielo porque a pesar de que Zev es increíble, sigo obsesionada con Leo. Sí, obsesión, porque no es normal lo que siento. Tampoco es normal no haberlo superado.

La película termina y alzo mis cejas impresionada por el final. Ha sido muy rara y estresante pero no ha estado nada mal.

— ¿Podemos tener la sesión de besos ya? —Pregunta.

— ¿Viene incluido en el pack de películas y palomitas? —Levanto mi cabeza de su hombro y lo miro.

Sus ojos grises están brillantes y la comisura de sus labios se levantan en una sonrisa. Tiene confianza en sí mismo, mucha, cosa que envidio, aunque creo que no me quedo atrás.

Cuando Leo me dejó, me eché la culpa de que eso pasara. Quizás yo no era lo suficiente para él, quizás había hecho algo malo, quizás había encontrado a otra chica mejor...

Después de la boda, me di cuenta que no. Que no había otra chica, que no había hecho nada malo y que yo, valgo la pena, aunque no para él, ya que no luchó por mí.

¿Por qué llorar por un hombre que no ha luchado por mí? ¿Un hombre que se rindió tan fácilmente?

Lo pienso y me lo repito mil veces al día para aceptar y recordar que Leo West no me merece.

Aunque cada vez que estoy junto a él...

— Solo si quieres que vaya incluida en el pack —responde metiendo mi pelo detrás de mi oreja.

— Creo que no estaría mal.

Zev sonríe más abiertamente y no tarda en tener su lengua metida en mi boca. La recibo con gusto y él no tarda en estar encima de mí en el sofá.

Está lloviendo fuera. Una tormenta de verano como el año pasado, solo que esta vez, no estoy besándome con Leo entre el trigal o en los establos. Zev es el que se ciñe sobre mi cuerpo ahora y el que tantea por mí muslo, no sabiendo si meter mi mano debajo del vestido o no.

Mi corazón late desenfrenado porque no es como otras sesiones de besos que hemos tenido. Esta está que arde y yo... No puedo.

No puedo porque aunque me encantaría que Zev me hiciera sentir lo mismo que Leo, sé que no va a pasar. No estoy preparada para que él me vea desnuda o para que me toque.

— Creo que esto se está poniendo más caliente que el infierno, Zev.

— De acuerdo, tienes razón.

Claro que la tengo porque puedo sentir su erección en mi abdomen. Él cierra los ojos y apoya su frente en la mía. Cierro también los ojos y pongo mis manos en sus mejillas.

— Vale, ¿es hora de llevarte a casa entonces? —Abro mis ojos y lo veo mirándome. Asiento y él deja un beso rápido en mis labios para después separarse.

No sé lo que él quiere, pero si sólo es acostarse conmigo, está teniendo paciencia.

¿Quiero yo solo eso?

Sí, ¿por qué no?

Así que, el tiempo que dura el camino a la granja, voy callada, pensando. Ya he avisado a Diego de que llego un poco tarde pero que estoy viva, no quiero otro numerito de machitos preocupados por la doncella.

— Bien, hemos llegado.

Zev para frente a la granja y respiro aliviada cuando no hay nadie esperándome.

— Gracias por la película y las palomitas. También por hacer de chófer.

— De nada —sonríe abiertamente—, sabes que lo hago encantado.

Sonrío y me quito el cinturón para acercarme a él y besarlo como siempre hago, pero esta vez, no dejo un beso en sus labios y salgo del coche, me paro en el beso.

Mi lengua encuentra la suya y él se quita el cinturón porque estoy dispuesta a ponerme sobre él ahora, ya.

La lluvia repiquetea repititivamente sobre el coche y yo... No soy de piedra. Lo del sofá no me ha dejado indiferente y... ¿Por qué no tener algo de diversión?

Estoy a horcajadas sobre Zev, que ha echado su asiento hacia atrás para caber mejor. Sus manos están en mi trasero y lo aprieta.

Me muevo, solo un poco. Oh...

Alguien tira de mi brazo y me saca del coche a rastras. Jadeo por la sorpresa y mis rodillas dan en el suelo mojado, pero no tardo en estar sobre mis pies, parpadeando porque hace un segundo estaba casi ardiendo y ahora estoy mojada, y no por el calentamiento del coche, si no por la lluvia.

Un furioso Leo está frente a mí y lo empujo, enfadada. — ¿Qué estás haciendo?

— ¡¿Yo?! ¿Qué demonios estás haciendo tú?

— Eh, no le grites —Zev se baja del coche y la lluvia nos empapa, pero a él le da igual.

Las hebras de mi cabello se pegan a mi cara al igual que mi vestido, que hace un momento estaba subido por mi cintura.

— Cállate, esto no es contigo —lo señala—. ¡Es menor de edad, por el amor de Dios! ¿Es legal lo que ibas a hacer con ella en el coche?

Me duele y me ofende porque él se acostó conmigo cuando yo tenía diecinueve y no le importó la mayoría de edad o la legalidad.




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