Abro los ojos y me estiro un poco incómoda. Me duele todo el cuerpo y tengo un zumbido en la cabeza que me dificulta abrir los ojos.
Estoy en el sofá aún y el olor a café entra por mis fosas nasales. Me incorporo con una mueca en mis labios y la imagen que hay frente a mí hace que me estremezca.
El chico castaño tiene el pelo húmedo y está sin camiseta. Está concentrado en la cafetera y me echa un vistazo. Cuando sus ojos claros se encuentran con los míos, me sonríe. Sus dientes blancos pueden alumbrar toda la maldita ciudad y envidio su preciosa sonrisa.
— Buenos días, ¿café?
¿Café?
Mi vista pasa por sus hombros y baja hasta sus pectorales definidos. Definitivamente, el año pasado no estaba así, tan definido. No sólo ha cambiado su cuerpo, también su rostro, lo veo diferente.
Es como si hubiera madurado. Gracioso, ¿no?
— ¿B?
Cierro los ojos un momento. Es el único que me llama B y admito, que me gusta.
— Café, sí, gracias.
Me levanto y me mareo un poco. Me estabilizo y me acerco a la barra de la cocina. Me subo en un taburete y Leo pone una taza frente a mí y mi agradecimiento sale en un murmullo.
— No han llamado, eso significa que todo va bien, tranquila. ¿Huevos y bacon?
— No tengo hambre.
— ¿Una tostada o dos? —Lo miro y él alza una ceja. Lleva puesto sus pantalones del traje de chaqueta aún— No llevo ropa interior, deja de mirar. Dos tostadas serán.
— Una, solo una, por favor —Huele bien, huele muy bien—. ¿No tenías que trabajar?
— He llamado para decir que habías tenido un accidente, me han dado el día libre, pero tengo que estar allí mañana.
El pone el plato frente a mí y otro al lado. Da la vuelta a la barra y arrastra un taburete para sentarse a mi lado.
— Come, se te va a enfriar.
Empiezo a comer y él también. Sé que tenemos que hablar, porque ayer... Bueno, hoy estoy más despejada.
— Gracias por todo, Leo.
— Te he estado llamando durante dos semanas porque no sabía dónde estabas y resulta que tu pequeño trasero estaba solo a dos horas de camino.
— Necesitaba un poco de espacio.
— Lo sé. Hablaremos después del desayuno.
— No sé qué hay que hablar —meto un trozo de bacon en mi boca.
Leo limpia su boca con una servilleta y apoya su antebrazo en la barra. Le doy un mordisco al pan bajo su atenta mirada y admito que estoy un poco nerviosa, él me pone así.
— Podemos fingir que nada ha pasado entre nosotros y que somos una familia perfecta junto a nuestros padres... Seguir con nuestras vidas.
— Creo que es lo mejor —murmuro antes de beber de la taza.
— Dudo que pueda hacerlo, o al menos ahora. Quizás dentro de unos años, cuando haya conseguido olvidarte —mi corazón da un vuelco— Si es que lo consigo.
— Sé que soy difícil de olvidar —me encojo de hombros. No quiero que la conversación se torne muy seria.
— Estoy hablando en serio, Bambi.
— Aún me duele, Leo. La manera en la que me dejaste, el como me trataste después de acostarnos en la boda. Me hiciste sentir como una basura —hago una mueca.
Él no habla, pero veo apretar su puño en su pierna. Lo miro, tiene una mano puesta en su boca y no me mira. Su entrecejo está fruncido y, sé que arrepiente. Yo también me arrepiento de haberle gritado a Lola cuando se quedó enganchada en la verja.
Porque creo que soy como Lola, por mucho que la verja le haga daño y se quede enganchada en ella, vuelve una y otra vez.
No quiero ser una cabra loca.
— Lo siento mucho, no sabía lo que hacer. Sé que no fue la mejor manera y me arrepiento, por todo. Entiendo si no me quieres ver y supongo que esto era lo que mi padre quería evitar; aunque supongo que la jodí yo.
— Le hiciste daño a Zev.
Leo gruñe. — No me jodas, dulce B. Estaba fumando fuera y... ¿pretendías que dejara que ese chico te pusiera las manos encima? ¿Conmigo delante? Ni hablar.
— Yo quería.
— Cállate, Bambi —se levanta y siento algo en mi interior porque, quiero que toda la situación acabe.
He estado pensando estas dos semanas y no sé qué quiero hacer. ¿Volver con Leo? Seríamos inestables y no necesito eso en mi vida, necesito estar centrada.
— Come —evito que se lleve su plato—. Lo siento, pero come.
— Te llevaré al hospital para que te curen los puntos y cuando lleguen nuestros padres, me iré.
Me estremezco y dejo que él tiré su desayuno, incluso el café. He perdido el poco apetito que tenía y me quedo sola porque él se ha metido en el cuarto de baño.
Mi cabeza me va a explotar. Quiero a Leo, siento algo en mi pecho y creo que es eso, que lo quiero, pero... ¿Y si es solo una obsesión? ¿Y si me he fijado en él solo porque él también se ha fijado en mí? ¿Y si mamá tiene razón?
Me bajo del taburete y voy al cuarto de baño, aún indecisa. ¿Por qué él se arriesgaría a estar conmigo y ponerse a su padre en contra? ¿Sólo capricho? ¿Siente él lo que yo?
La puerta del baño se abre y él me mira.
— Tu madre me dijo, que te fijas en toda persona que te presta un poco de atención porque nunca nadie lo hace.
Guau, eso ha dolido. Mi corazón se encoge y él cambia la expresión de su rostro porque se ha dado cuenta que ha tocado justo en una herida abierta.
— ¿Y tú qué crees? —Le pregunto alejándome un poco de él.
— No lo sé, Bambi. ¿Puedes acostarte con otro chico si te gusto yo? Porque yo no puedo acostarme o incluso mirar a otra chica si te tengo a ti en mi mente. Has sido la única desde el verano pasado y que tú... Con Zev —hace una mueca.
Estoy un poco sensible y no hablo porque creo que me voy a poner a llorar. Bambi Haley no suele llorar, básicamente porque huye de las situaciones que hacen que pueda mostrarse vulnerable.
— Me hiciste daño, ¿no podía intentar pasar de página? —Pregunto con un hilo de voz.