Lo supe cuando me miró. Estaba conmigo en esto. No pude hacer otra cosa que irme porque tenía que trabajar al día siguiente; aunque odié dejarla allí sola.
Pero Diego también llegaba esa misma noche y supe que estaría en buenas manos. Mi hermano casi me corta la cabeza por Bambi y yo estuve apunto de dejar que lo hiciera porque me lo merecía.
Bambi no es una chica a la que haya que proteger de nada. Es fuerte, independiente, decidida y sabe lo que quiere. Puede golpearte y sabe con quién no debe meterse en problemas.
Es inteligente.
Pero ambos creamos un sentimiento protector hacia ella porque es la más pequeña y dulce de todos nosotros. A pesar de que diga un montón de malas palabras, pueda asesinarte con la mirada o sea sarcástica, después, es un trozo de pan.
Aunque supongo que yo la protegí de la manera incorrecta: acostándome con ella.
Su padre ha despertado, así que, cuando llego a su casa, deseando verla. Veo a papá en el portal. Estoy dispuesto a girarme porque creo que no me ha visto pero su mirada se encuentra con la mía y tengo que caminar hacia él. Evitarlo no es la solución.
— ¿Qué tal el día? —Me pregunta.
— Ha ido bien.
Él se queda callado y yo saco un cigarrillo porque esta situación me está poniendo nervioso. Más que nada porque sé que quiere decirme algo e imagino que no va a gustarme un pelo.
— Voy a estar con Bambi si ella quiere, papá —le digo con el cigarrillo entre mis labios antes de encenderlo.
— Lo sé.
Casi me ahogo con el humo del tabaco. Lo miro, un poco atónito porque lo ha aceptado, no me lo ha prohibido.
— Creo que ambos somos mayores para saber lo que queremos. Y yo la quiero a ella.
Él suspira y pasa una mano por su rostro.
— Reaccionamos muy mal y lo lamento, Leo, ambos lo lamentamos. Simplemente... No nos entraba en la cabeza, no pensamos que algo así pudiera llegar a ocurrir.
— No elijo de quién me enamoro, papá.
Él me mira y junta sus labios en una fina línea. — Lo sé, yo tampoco. Sólo... No quiero que os hagáis daño y que si todo termina... Que termine bien, os quiero a los dos siempre sentados en la mesa en Navidad o cualquier ocasión, pase lo que pase.
Mi corazón bombea con fuerza y le doy una calada a mí cigarrillo porque no pienso que pueda salir algo mal de nuevo. Al menos que yo vuelva a joderla, claro.
— Nos tendrás allí.
— Y que no haya mucho... Hmmm... Toqueteo delante de nosotros, por favor. Al fin y al cabo, es la hija de Becky.
Paso la lengua por mis labios y asiento. — Becky se portó mal con ella.
— Becky aún no sabe cómo afrontarlo, es su hija pequeña y tú te acostaste con ella.
— Dice cosas muy duras sobre Bambi, no creo que esas cosas deban decirse a una hija.
— Tiene muy mala forma de reaccionar, eso es todo. Debe relajarse un poco y está en ello, lo está intentando. Ambos lo estamos intentando. Siento lo que te dije y siento hacer que te fueras en Navidad —tiro el cigarrillo cuando pone una mano sobre mi hombro—. Diego y tú sois lo más importante en mi vida, Leo, y estoy muy orgulloso de vosotros.
Me abraza y lo abrazo de vuelta porque lo pasamos verdaderamente mal cuando mamá se fue. Siempre se ha culpado de que se fuera y que nos dejara, que dejara a sus hijos sin madre, cuando él no tuvo la culpa de nada.
— ¿Sin mi? —La voz de Diego me hace sonreír y abro mi brazo para abrazar a mi hermano, como lo hacíamos antes— He ido a por pizza, las chicas estaban muertas de hambre.
Miro las cuatro cajas de pizza que sostiene y le quito dos para llevarlas yo.
— Creo que voy a mudarme aquí —dice mi hermano mientras subimos en el ascensor—. He ido babeando por toda la maldita calle, demonios, qué chicas más sexys.
— No cambias —ríe papá—. Céntrate en tu trabajo y olvida a las chicas. Crea esa empresa que quieres montar y no dejes que nadie te quite tu dinero.
— Eso está hecho, capitán —se ríe y sale del ascensor.
Cuando entro, solo busco a Bambi con la mirada hasta que la encuentro sentada en el sofá. No se ve muy feliz y me pregunto si su madre habrá hablado con ella.
Solo la miro y ella me mira. Sé que está contenta de que esté aquí y yo... Solo quiero abrazarla.
No presto atención a la televisión, ni siquiera a la conversación que mantienen los demás. Bárbara, Bambi y yo nos mantenemos callados.
No se siente igual, no hasta que Becky le pida perdón a Bambi y la pequeña chica deje de estar incómoda, pero dudo que Becky pida perdón porque es demasiado orgullosa. Tiene que aprender a pedir perdón si se ha equivocado o ha hecho daño a alguien.
Y Bambi no perdona con facilidad.
También sé que Becky aún no está preparada para hablar sobre la relación que tenía o tendré con su hija, pero hay tiempo siempre y cuando no meta sus narices en medio.
— Nos vamos ya —dice papá levantándose. Becky lo imita— Mañana volvemos a casa.
— Me gustaría que volvieras con nosotros, Bambi —dice su madre.
— No —responde sin mirarla.
— Estarías mejor allí, más atendida.
— Ha dicho que no, mamá. Yo me quedaré aquí. Además, papá está en el hospital, no vamos a dejarlo.
Ella asiente porque Barb tiene razón y se gira para salir del apartamento de su ex marido. Mi padre se despide de nosotros y es entonces, cuando puedo relajarme un poco.
Bambi se levanta y se pierde por el pasillo y tengo la vista de la otra hermana sobre mí.
— ¿Qué? ¿Me quieres dar otro puñetazo? —Le doy el último trago a la cerveza.
— No. Quería disculparme. Estaba enfadada. Pensé que Bambi tenía confianza conmigo para contármelo todo, y sinceramente pensé que te aprovechaste de mi hermana y nadie le hace daño a mí hermana, Leo.
— Tú madre sí.
— Mi madre siempre dice cosas hirientes a todo el mundo, Leo. Nunca controla su boca y es un problema que tiene, como si la hiciera sentir mejor que los demás, pero eso no significa que no nos quiera.