Papá está en el sofá, recuperándose. Hace unos días que volvió a casa después de estar semanas en el hospital y Bárbara sigue aquí.
Ambas lo ayudamos en todo lo que podemos y... Todo va bien, sobre todo porque ya hemos conocido a una amiga especial que tiene, ya que ha venido a visitarlo.
Estoy arreglada, con un vestido negro de tirantes corto y mis sandalias negras altas. Me cuelgo el bolso y papá me mira.
— ¿Dónde vas?
— He quedado.
— ¿Con quién?
Junto mis labios en una fina línea y miro hacia la puerta, deseando escapar, pero sé, que debo enfrentarme ahora y no dejarlo para después.
— Papá... —Él me mira, alzando una ceja— El marido de mamá tiene dos hijos, ¿no?
— Sí, aunque no sé si quiero saber ahora.
— Estoy en algo con Leo, por eso mamá se enfadó conmigo y me dijo cosas hirientes —hablo rápido—. No elijo quién me gusta, papá, de verdad que no. Y él siente lo mismo y...
— Vale, vale, ve —mueve su mano hacia la puerta—. No quiero saberlo, ten cuidado.
— Mejor, te quiero —me despido mientras corro hacia la puerta.
Me quedo parada y antes de salir, me giro. Él me mira y me acerco a él.
— ¿Crees que estamos haciendo algo malo?
— No lo sé, Bambi, aún estoy procesando tu vomito de palabras. No sé si puedo opinar porque no sabría cómo reaccionaría.
Junto mis labios en una fina línea y miro mis dedos, que están entrelazados. Sé que no es fácil de procesar, y yo no soy la mejor contando situaciones así. Quizás debería ensayar antes de contar algo para que a alguien no le dé una embolia mental.
— ¿Él está esperándote?
— Sí.
— Hablaremos mañana de esto, ten cuidado.
Asiento y no tardo en estar fuera de casa. Bárbara lo aceptó, aunque estaba más molesta porque no le había contado nada. "Pensé que confiabas en mí, me quedé en shock", pero ella no me contó lo de Charlie, así que estamos en paz.
Suspiro pesadamente mientras bajo en el ascensor y me acomodo de nuevo el pelo. Aún mi corazón bombea acelerado al pensar en la palabra "cita". He estado en muchos momentos a solas con Leo, pero jamás hemos llamado cita a algo, y ponerle nombre...
Las puertas del ascensor se abren y no tardo en estar en la calle. Leo está allí, frente al portal, tan guapo como siempre y yo estoy parada frente a él, dándole una última oportunidad para poder arreglar todo esto.
La última.
— Hola —me saluda.
— Hola.
Me acerco a él y le doy un pequeño abrazo antes de separarme.
— ¿Dónde vamos a ir? —Le pregunto.
— Pensé que serías tú quien me enseñara la ciudad —mete las manos en los bolsillos de sus pantalones.
— Oh, es cierto —me río un poco.
Leo no deja de mirarme y admito que me está poniendo un poco nerviosa. Alzo mis cejas esperando que diga algo o que me haga su camino al coche pero no hace nada.
— Estás preciosa.
Las comisuras de mis labios se estiran en una sonrisa y ladeo mi cabeza intentando no sonreír demasiado, aunque no puedo evitarlo.
— Siempre lo estoy.
Chasquea su lengua y saca las manos de sus bolsillos. Lleva una camisa blanca y unos pantalones por sus rodillas de color caqui. Un look totalmente desenfadado que nunca he visto porque siempre hemos estado en la granja o... Bueno, apenas nos hemos visto fuera de ahí.
— Cierto, siempre lo estás.
— Pero siempre es bueno oírlo —me apresuro a decir y pongo mi mano en su brazo cuando él se gira para caminar— Gracias.
— No las des, digo la verdad. ¿Nos movemos a algún lado?
— Hay un chino que me apasiona. ¿Te gusta la comida china?
— Me encanta la comida china, Bambi.
— Pues vamos por... —Muevo mis manos de derecha a izquierda porque realmente no sé muy bien cómo llegar y tengo que ubicarme— Aquí —señalo a la derecha.
— ¿Estás segura? —Me mira divertido.
— Totalmente y podemos ir caminando, no está muy lejos.
— ¿Puedes andar con esos zapatos? —Se fija.
— Soy toda una modelo con estos zapatos, Leo —camino moviendo mis caderas de lado a lado, como si la calle se hubiera convertido en una pasarela— Podría modelar para Victoria's Secret sin ningún problema.
— No lo dudo —sonríe mientras me sigue.
— ¿Tienes que trabajar mañana?
— No, de todos modos tampoco importaría.
— Estás a dos horas de camino.
— No es un problema, solo son dos horas, además, quiero verte.
Vuelvo a sonreír y lo miro, como si estuviéramos empezando a salir, como si no hubiera pasado nada entre nosotros y admito, que es divertido.
— Yo también y agradezco que vengas. ¿Vives solo?
— Sí, ¿ya estás maquinando?
Suelto una carcajada y niego con la cabeza. — Claro que no, soy una buena chica, lo sabes.
— ¿Una buena chica? —Esta vez es él el que ríe y yo muerdo mi labio superior aguantando una risita.
— ¡Claro! ¿No lo soy?
— Puede que sí, a veces —se encoge de hombros— ¿Es todo en línea recta o estamos andando por andar?
Me paro y miro a mi alrededor, hemos cruzado una calle y hemos continuado andando cuando deberíamos haber girado. Lo cojo del brazo y caminamos de vuelta hasta el anterior cruce.
— Soy una chica despistada, eso no puedo negarlo —mantengo mi mano en su brazo y él mete su mano en el bolsillo.
Leo me cuenta sobre su trabajo, que es aburrido pero que pronto se volverá interesante, ya que saldrá a la calle la semana que viene con su equipo. Cuando llegamos al restaurante, él mira a alrededor y no puedo evitar sonreír al verlo.
— Es mi sitio favorito para comer comida china aquí.
— Espero que la comida esté igual de buena que tú.
— Oh —me sorprendo ante su piropo y suelto una carcajada—. ¿Gracias?
— Que no te cueste aceptar un cumplido ahora, Bambi. ¿Has vuelto a hablar con Zev? —Su pregunta me pilla por sorpresa y lo miro con mis cejas alzadas— Vale, no debería de haber preguntado eso.