Esᴛᴀ́ sᴏɴᴀɴᴅᴏ Jᴏsɪᴀs Aɴᴅᴇʀssᴏɴ — Bᴀᴅ Tʜɪɴɢs
+16.
Observo a Bambi comerse el helado de chocolate y carraspeo sentado en el banco en el que nos encontramos debajo de un árbol. Hace bastante calor y mi compañía ha decido refrescarse comiendo mientras yo tengo una botella de agua entre mis manos.
— ¿Quieres un poco? —Me pregunta.
A Bambi le encanta el helado de chocolate y niego con mi cabeza porque sé que me ha ofrecido por cortesía, no porque quiera darme helado. Palmeo su pierna, es el segundo contacto que tengo con ella hoy. Lo de la cocina no estaba planeado, pero ella me estaba mirando tan seductoramente que no pude evitarlo. No la he besado desde hace unos meses y estoy deseándolo, pero no es el momento; al menos ella se sintió cómoda durmiendo conmigo ayer, lo último que quiero es espantarla.
Siempre me han gustado chicas, pero nunca he sentido lo que siento por ella. Es como una felicidad en mi pecho cada vez que me mira o me sonríe. Cada vez que estoy con ella, todo va bien, es como un rayo de sol en un día nublado, una flor llena de color en primavera, un destello de luz en mis oscuras noches.
— ¿Seguro que no quieres antes de que me lo termine? —Pregunta— Voy a empezar a morder la galleta en breve.
Me acerco a ella y el helado no tarda en estar cerca de mi boca, lo lamo haciéndola reír entre dientes y luego ella, satisfecha, muerde la galleta.
— ¿No estabas a dieta? —Le pregunto.
— La semana pasada.
Muevo la cabeza de lado a lado y pongo mi brazo por detrás de su espalda, apoyado en el respaldar del banco. Lleva un bonito vestido negro de flores rojas con un escote de corazón que se ha llevado la vista de todos los chicos, también la mía. Es corto, y lleva unas sandalias del mismo color. Su pelo va recogido en una coleta y tiene su boca manchada de chocolate.
— Ya, ya lo sé, tengo pañuelos en el bolso y tú una botella de agua, limpiaré mi boca cuando termine —dice con la boca llena.
— No te he dicho nada.
— ¿Sabes algo de tu padre? —Me pregunta.
— No mucho —me encojo de hombros—. Solemos hablar poco, siempre ha sido así, ambos sabemos que estamos bien y ya está. ¿Y tu madre?
Bambi se encoge de hombros y mete todo lo que queda del helado en su boca haciéndome levantar las cejas con asombro por lo bruta que es.
— Solo hablo con ella por mensaje, no tengo ganas de escucharla.
— ¿Me perdonas a mí y no a ella? —Me mira sorprendida ante mi pregunta y sigue sacando un pañuelo de su bolso para después pasarlo por la boca, que sigue llena, claro.
— ¿Ha hablado tu padre contigo para que me convenzas de perdonar a mi madre?
— No, bueno, sí.
— Lo imaginaba —limpia su boca y la señala— ¿Ya?
— No —Como si fuera un niño pequeño, mojo el pañuelo con un poco de agua y lo paso por su boca para quitar el chocolate que ya se ha secado—. No voy a decirte lo que tienes que hacer, B, creo que eres lo suficientemente grande y madura para manejar las cosas, pero al fin y al cabo no dejan de ser nuestros padres y tendremos que verlos en el cumpleaños de la abuela.
Dejo de limpiar su boca y ella me mira con su ceño levemente fruncido. Sí, la abuela cumple años y siempre, absolutamente siempre, todos vamos a Concepción a celebrarlo. Ella es la que mantiene a todo el mundo unido y a raya.
— ¿Vamos a volver a Concepción?
— Sí, ¿quieres?
— Claro, adoro a tu abuela, siempre es bueno verla. Aunque a tu abuelo...
El abuelo.
Ese viejo gruñón que odia a las chicas y a su madre y no acepta que mi padre haya formado otra vida. Adoraba a mi madre, pero ella ya no está, es tiempo de pasar de página. No quiero imaginar si se entera de que estoy con Bambi, de que estuvimos besándonos en los naranjos o en el trigal, o que estuvimos teniendo un momento caliente en la casa árbol.
— ¿Lo saben? —Pregunta en voz baja.
— Creo que no.
— No sé si estoy preparada para que todo el mundo lo sepa. Sé que no es nada malo que estemos saliendo y—
— ¿Estamos saliendo? —Mi corazón bombea con fuerza contra mi pecho porque aunque no le hemos puesto nombre a lo nuestro, bueno, ella también considera que estamos saliendo, ya que llamar "algo" a lo que tenemos da mucho que pensar.
— Eh, ¿sí? No lo sé, no me lo has pedido, así que supuse que debería suponerlo, ya que la caballerosidad y el romanticismo se ha perdido.
Suelto una sonora carcajada haciendo que ella ladee su cabeza con una sonrisilla en sus labios.
— ¿Por qué debería pedírtelo yo? Estamos en el siglo XXI, pensé que eras moderna.
— No te creas —se levanta y me quita le pañuelo para tirarlo a una papelera que hay cerca—. Estoy chapada a la antigua —termina cuando se acerca de nuevo a mí.
— Nunca he sido de pedirle salir a las chicas, B —digo cuando ella se sienta en mi regazo.
— ¡Eso es genial! ¿Seré la primera chica a la que le pidas salir? —Rodea mi cuello con sus brazos y pongo mis manos en su cuerpo.
Sí, si decidiera preguntarle si quiere salir conmigo, sería la primera chica a la que se lo diría, pero no estoy del todo convencido que eso salga bien, es decir, ¿eso se pide? No lo creo, ¿Qué edad tenemos? ¿Seis años?
— ¿Tenemos seis años, dulce B? —Acaricio con mi pulgar su pierna desnuda.
— Podemos tener los que tu quieras —sonríe enseñando sus dientes y tengo que decírselo. ¡Lo está esperando!
— Bambi Haley...
— ¿Sí, Leo West? —Su sonrisa radiante se transforma en una seductora.
— No me mires así, sensual B, ya sabes lo que puede pasar y estamos en un lugar público —voy a beber de la botella de agua porque se me está secando la garganta y ella se separa un poco.
— Pídelo ya, agente del FBI, te dejaré leerme mis derechos en la cama si quieres esta noche.
Escupo el agua que tengo en la boca y la mojo haciéndola gritar. Se levanta y yo toso un poco. La miro, asimilando aún lo que me ha dicho y ella suelta una carcajada a pesar de que tiene su rostro lleno de agua.