Esᴛᴀ́ sᴏɴᴀɴᴅᴏ Tᴀʏʟᴏʀ Sᴡɪғᴛ ﹣ Lᴏᴠᴇ Sᴛᴏʀʏ
Hace un calor de mil demonios, pero ahí estoy, en la granja. Ahora todo es muy diferente. Han pasado dos años, me he graduado y planeo mudarme con Leo este verano mientras decido el siguiente paso que quiero dar.
El viejo me sonríe y le sonrío de vuelta. Nuestra relación cambió cuando aceptó que voy a ser parte de la familia y que nada va a cambiar eso. O quizás es porque se dio cuenta que estar amargado no sirve de nada.
Estoy ayudando a la tía Betty en la cocina. Está haciendo un pastel, le he preguntado que de quién es el cumpleaños, pero no es de nadie, simplemente le apetece hacerlo. No me quejo y obedezco cada vez que me dice que haga algo, ya que no soy muy buena en la cocina. Puedo manejarme, pero nadie me contrataría en su restaurante para darle de comer a sus clientes.
Yo tampoco iría a comer a un lugar si supiera que yo soy el chef.
— Haremos una cena especial esta noche —me dice Betty— Ve a ducharte, yo termino con esto.
— De acuerdo, ¿hay algo que celebrar?
— Bueno, el cumpleaños de la abuela está cerca y ahora que estáis todos aquí, creo que es el momento perfecto, aunque sea un poco pronto. Así que ponte elegante —me guiña un ojo.
Le sonrío porque tiene razón y voy a la cabaña a por ropa "elegante". Abro la maleta y miro con una mueca lo que tengo ahí. No hay nada elegante. Mi hermana entra en la cabaña y bosteza.
— ¿Qué te vas a poner? —Le pregunto— Betty me ha dicho que quiere que vayamos elegantes.
— Eso me ha dicho también, es más, creo que quieren cenar aquí fuera. He visto a Leo con unos farolillos —se encoge de hombros—. ¿Y el vestido blanco que te compraste? —Me pregunta.
— ¿El de volantes?
— Sí.
— No pensaba estrenarlo hoy.
Me voy con Leo de vacaciones a Corpus Christi directamente después pasar unos días en la granja, llevo ropa sin estrenar y el vestido blanco aquí no es una buena idea, más que nada porque no quiero que se ensucie.
— Yo voy a ir de blanco, ve también de blanco, podríamos ir iguales —me sonríe—. Hace tiempo que no nos vestimos iguales.
— Desde que éramos niñas, odiaba vestirme igual que tú.
— ¡Qué desagradable! —Exagera y me tira la almohada— Ve como quieras —ella saca un vestido beige.
— ¡Lo tuyo es beige! —Abro mis brazos.
— Así no iremos las dos iguales —me saca la lengua.
Saco el vestido de blanco de la maleta y lo dejo encima de la cama para después ir a la ducha. En mi camino al baño, Leo sale de la habitación con unos pantalones vaqueros sucios y una camiseta blanca igual de sucia.
— ¿Qué has estado haciendo?
— Trabajo forzoso —pone su mano en mi cintura y me acerca a él para dejar un beso en mis labios.
— ¿Ya has terminado?
— Casi, ¿vas a ducharte?
— Sí, ¿Te ha dicho Betty que te tienes que poner guapo para esta noche?
— Eso me ha dicho —hace una mueca—. Podríamos ducharnos juntos —susurra.
— No, Leo West, nada de perversiones aquí —susurro en su mismo tono de voz.
Se queja, pero acaba soltándome y le tiro un beso antes de meterme en el baño. Me lavo el pelo, lo peino y dejo que se seque al aire para después ir a la cabaña y vestirme. Aunque no sé si es demasiado pronto. Al ver la cara de felicidad de la abuela en la silla de ruedas y bien vestida, sonrío también
— Que guapa —me acerco a ella y se ríe un poco.
— Gracias, Bambi.
— ¿Preparada para un cumpleaños un poco precipitado?
— ¿Qué cumpleaños?
Abro mis ojos y dejo de sonreír porque la he liado. Se me ha escapado.
— ¿Qué cumpleaños? —Sonrío.
Ella se ríe y muerdo mi labio inferior porque no puedo mantener mi boca cerrada. Nancy aparece por la puerta con un vestido bonito y sonrío. La niña ya no se lleva tan mal conmigo porque le tiré de la coleta hace dos años y le dije que nos teníamos que llevar bien para que cuando yo fuera millonaria, poder comprarle muchas cosas. Simplemente está celosa de no tener la atención de sus primos favoritos tanto como la tenía antes.
— Que fea estás, Bambi —dice la niña. Le saco la lengua haciendo que ella suelte una risita.
— No diré nada —la abuela me coge de la mano—. Me haré la sorprendida —me guiña un ojo.
— Gracias —digo con una sonrisa de disculpa.
Han montado varias mesas fueras. Los farolillos están también colocados para alumbrar en la noche. Todo el mundo está guapo, incluso mamá y John, que llegan irradiando alegría. La relación con mamá es mejor pero no le cuento nada de mi vida para que no se meta en ella, y creo, que es lo mejor.
Voy a la puerta delantera cuando veo la hora y sonrío al ver el coche de Zev. Siempre que vengo a la granja nos vemos porque aunque fue un pequeño rollo granjero de verano, me cae bien, muy bien y siento que las cosas entre nosotros sucedieran de ese modo y que tuviera que golpearse con Leo.
— Qué guapa estás —se acerca a mí y me abraza.
— Gracias —recibo su abrazo gustosa y me separo de él— ¿Cómo has estado? El vernos una vez al año nos deja mucho que contar.
— Bueno, no quiero molestarte por mensaje y que tu novio me incrimine en algún caso.
Me río porque Leo no haría eso ¿o sí?
No me quiero sentar en los escalones porque llevo el vestido blanco y me mantengo de pie.
— Sabes que siempre puedes hablarme. ¿Cómo te va con Alexa?
— Bien, un poco frustrante porque cuando estoy en su casa contesta el aparato de Amazon en vez de ella, pero bien —me río—. Nos va bien, poco a poco. No me gusta ir corriendo —se encoge de hombros.
— Eso está bien.
Es una indirecta, pero no me importa porque sé al ritmo que tiene que ir mi relación a pesar de que todo el mundo no lo vea adecuado.
— ¿Tenéis celebración aquí?
— El cumpleaños de la abuela. Siempre nos juntamos. ¿Quieres una cerveza?