Ramé

Capítulo dos

Me remuevo nerviosa. La intensa mirada a través de sus ojos avellanas hace que todo dentro de mí se inquiete. Trago saliva con disimulo y aparto la vista porque siento que con esos ojos puede ver hasta mi alma rota.

Miro a mi amigo en busca de ayuda, sin embargo, el muy idiota solo nos observa divertido. Sentándome bien le pellizco la pierna y suelta un quejido.

—Entonces...—empiezo con duda— ¿Necesitas una niñera?

—Más bien una cuidadora de personas adultas.

Oh. Creo que después de todo si hay que limpiarle el culo, pero a un anciano.

—No entiendo.

Christopher echa la espalda hacia atrás y se acomoda en su sillón. Su codo derecho descansa en el reposa brazos y con sus dedos acaricia el rastro de barba que lleva. Esa acción capta mi atención y detallo cada parte de su rostro hasta llegar una vez más a sus ojos analíticos.

Concéntrate, Olivia.

—Necesito de alguien que eche un ojo a mi abuela, tuvo algunas complicaciones en cuanto a su salud, pero no quiere ningún enfermero. También necesito que mantenga el ojo sobre mi hermano menor, últimamente se mete donde no debe.

No suena tan mal. No creo que sea tan complicado.

Acepto sin rechistar, ni siquiera pregunto acerca de la paga. Simplemente acepto porque es un escape perfecto para mis vacaciones.

***

Christopher me cita en una dirección, la cual creo es su casa. Sin prisa paso la última casa antes de frenar delante de la casa blanca de dos plantas. Creo que vive aquí.

El viento del otoño desacomoda los mechones de mi pelo mientras miro como una loca vivienda del abogado.

Un enorme árbol se mece con suavidad en el patio, las hojas se desprenden y caen lentamente.

Se está desnudando, despojándose de lo que ya no le sirve para después volver a brotar lleno de vida. Quisiera poder realizar lo mismo y despojarme de todo aquello que, cuando estoy sola llena mi mente, me tortura y genera una opresión en mi pecho.

Sacudo la cabeza tratando de despejar mi mente y camino hasta la entrada. Presiono el timbre y espero paciente.

Un chico de unos dieciséis años me observa con aburrimiento desde el umbral.

— ¿Qué necesitas?

Su monótona voz me hace dudar si di con la dirección correcta. ¿No está al tanto de mi nuevo trabajo?

—Busco a Christopher Thompson.

Asiente y se hace a un lado dejando pasar. El avanza hacia el pasillo sin darme una segunda mirada, sin importarle de que sea una psicópata lista para atacar. No sé si es muy confiado o le importa tres pepinos lo que suceda.

Incómoda, balanceo mi peso de un pie a otro. No pienso sentarme en el sofá siendo que ni siquiera me invitó.

Observo la escasa fotografía sobre la chimenea. Fotos de dos niños, de una mujer muy mayor cocinando galletas y una foto de una pareja con un bebé en los brazos y un niño de unos seis años a un lado.

Su familia.

Unos pasos firmes, sin hacer tanto ruido vienen por el pasillo donde el chico se perdió segundos atrás.

Aun con pantalón de vestir, sin chaqueta, pero con camisa blanca doblada por los codos aparece Christopher. Su ceño va levemente fruncido, como si tuviera una astilla molesta debajo de la uña.

—Señorita Smith.

—Señor...

Niega cortándome el saludo.

—Christopher, solo Christopher, por favor.

Asiento mirándole a los ojos.

—Está bien, Christopher.

—El mocoso que abrió la puerta es Liam, mi hermano menor. Es un chico un poco complicado.

No tendría que ser un genio para sacar esa conclusión. El mencionado viene otra vez hacia la sala, pero cuanto intenta subir las escaleras es detenido por su hermano. Ambos se lanzan miradas nada amistosas, es bastante obvia la nula relación afectiva que tienen.

—Ella es la señorita Smith, cuidará de nana y también tendrá un ojo sobre ti.

—Puedes llamarme Olivia—aclaro acercándome a él para tenderle la mano.

—No necesito una niñera—escupe molesto.

Yo creo que sí, niño malcriado. Me muerdo la lengua para no dar una mala impresión que mi primer día.

—Compórtate—le gruñe su hermano mayor.

Nuevamente se desata una batalla de miradas que termina ganando Christopher y hace que Liam suba deprisa las escaleras. Espero no terminar con canas blancas cuando acabe las vacaciones.

—Lo siento—murmura rascándose la nuca. —Ven, te presentaré a mi abuela.

Me señala el pasillo por donde vino, creo que me va a guiar, pero termina dejándome ir primero como si supiese donde debo ir. Siento su presencia detrás de mí, sin embargo, trato de no pensar mucho en eso.

Su colonia a menta me envuelve, es muy adictivo.

—A la izquierda—susurra y siento como los vellos de mi cuello se erizan.

Un sonido de afirmación es lo único que se escapa de mi garganta. Entro en la cocina y veo a una mujer mayor de espaldas preparando alguna comida en el fuego.

—Nana, deja eso.

Se apresura en sacarle la freidora y empujarla sutilmente lejos del fuego. La mujer protesta, pero se detiene al notar mi presencia. Le regalo mi más dulce sonrisa y con timidez alzo la mano saludándola.

—Hola.

Me siento estúpida. Es la primera reacción que me salió.

La mujer mira a su nieto maravillada antes de fregarse las manos por el delantal y acercarse a mi velozmente. Me coge de las manos y sus ojos se achinan cuando me regala una bella sonrisa.

—Hola bonita, no puedo creer que mi niño haya invitado a una chica a casa.

Abro y cierro la boca sin saber que responder. Mis ojos van hacia Christopher en busca de ayuda, él niega divertido. Desde que Thiago me presentó a este hombre, lo había visto serio, como también molesto hace unos instantes. Pero en estos momentos luce relajado y mira con admiración a la mujer mayor.

El cariño se refleja en cada gesto hacia su nana.

—Ella es Olivia—explica acercándose y quitándole con cuidado el delantal. —Vendrá a ayudarte con lo que necesites.




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