Ramé

Capítulo Tres

No soy tan valiente como a veces finjo ser. Siempre trato de mantener la frente en alto cuando me enfrento a cada situación, pienso en lo que debo hacer para no fallar.

A nadie le gusta fallar por más de que ese sea el proceso del aprendizaje

Estar a solas con Christopher me pone nerviosa, sin saber bien cómo actuar. Él parece estar todo el tiempo serio, no molesto, simplemente serio, a excepción cuando se encuentra en presencia de su abuela.

Esa actitud de hombre adulto, sensato y seguro me inquieta porque no deja ver a través de sus expresiones lo que siente. Esa incertidumbre de no saber lo que va a suceder me vuelve un poco loca porque me gusta tener el control y con él eso es difícil.

Meto las manos en el bolsillo de mi sudadera para evitar que vea como juego con mis dedos debido a los nervios.

Dijo que quiere hablar conmigo, pero nada más, lo cual me hace cuestionar si hice algo mal y debido a eso piensa echarme antes de empezar.

Miro por la ventanilla del carro tratando de que mi lado pesimista no meta ideas en la cabeza. Sin prisas abandonamos su vecindario mientras una música en volumen bajo nos rodea. 

El silencio no es incómodo como pensé que sería, resulta agradable, pero la paciencia se escurre entre mis dedos.

Giro medio cuerpo para enfrentarlo.

¿Hice algo mal? ¿Me dirá que no es lo que anda buscando?

 

— ¿Cometí algún error?

 

Me enredo con la corta pregunta y una de mis manos va a la punta de mi trenza mal hecha, como un tic nervioso.

Él por un instante abandona la vista del tránsito y la fija en mi rostro, con el entrecejo arrugado. Confundido devuelve la vista a la carretera.

 

—No.

 

Su escueta respuesta me alivia, pero también me dan ganas de moverlo por los hombres para que escupas más que monosílabos. Paramos en un semáforo y vuelve a darme su atención tras mirar como juego con mi cabello.

Sacude la cabeza y sus ojos avellanas me ven de una manera atrapante que no puedo apartar la mirada.

Se relame los labios antes de hablar y esa acción no pasa desapercibida para mí. Es atractivo, ese cabello castaño que parece ondularse, el rostro con la mandíbula bien marcada, las espesas cejas y una nariz que complementa a esos labios tan apetecibles.

Culpo a la embriagadora colonia suya, que inunda cada lugar del coche, por tenerme delirando.

Parezco una adolescente hormonal.

 

—Quiero ofrecerte una disculpa por el comportamiento de Liam—explica.

 

Suspiro aliviada y le regalo una sonrisa.

 

—Eso ya quedo en el pasado.

 

Esa expresión me parece tan irónica. Siento como las letras bailan frente a mis ojos en burla. Soy una persona que vive contantemente en el pasado.

 

—Él es un chico complicado y espero que me ayudes a mantenerlo un poco más tranquilo. Por la salud de mi abuela, no quiero que ella se preocupe.

 

— ¿Cómo piensas que puedo ayudar?

 

Pone en movimiento una vez más el auto y sigue las indicaciones que yo misma le brinde al salir de su casa.

 

—Thiago me comentó que haces voluntariado. Creo que podrías involucrar a mi hermano en eso, mantenerlo ocupado.

 

—Voluntariado, el nombre es por algo.

 

—Pero él no sabrá, será un secreto nuestro—susurra confidencial.

 

Suelto una risa corta y el me regala una breve mirada, sus labios se curvan hacia la derecha.

 

—Veré que puedo conseguir para él.

 

Pienso en mi agenda de verano y creo tener el trabajo perfecto.

 

—Gracias.

 

Miro la calle que se me hace muy conocida. Estamos cerca. Le indico donde debe girar y estacionarse, lo hace al pie de la letra.

 

—Tu abuela es muy agradable—hablo bajo.

 

—Le agradas, creo que se llevaran muy bien. Solamente no te dejes seducir por sus dulces palabras.

 

—Lo intentaré.

 

Lo miro con una sonrisa en los labios. Sus ojos se achinan y por primera vez en ausencia de su abuela soy testigo de una sonrisa en sus labios. Una sonrisa un poco torcida hacia la derecha, pero que no resulta menos atractivo por esa razón.

El aire empieza a espesarse y caigo en cuenta de que ya estoy en frente de mi casa.

 

—Debo irme—abro la puerta y antes de bajarme volteo una vez más hacia él. —Buenas noches, Christopher.

 

—Buenas noches, Olivia.

 

Nerviosa y eufórica al mismo tiempo cruzo el umbral de la casa. Escucho como arranca el auto y se va, mientras yo quiero dar saltitos por razones desconocidas.

Con pasos silenciosos me adentro de la sala. El hombre sentado en el sofá alza esos ojos idénticos a los míos, sus facciones evidencian el cansancio que cada día se acentúa más en él y asiente serio. Ese es su saludo. Vuelve la vista a los papeles que lleva entre manos y lo analiza con los hombros caídos.

Presiono los labios cuando siento algo dentro de mí agitarse. Quisiera ir a abrazarlo, pero desde la perdida de mamá siento que una gran barrera se levantó entre nosotros.

Niego caminando hacia mi habitación y siento el vacío donde segundos atrás había sentido una euforia indescriptible.

Me derrumbo sobre mi cama y sofoco un grito contra la almohada. No tengo suficientes ganas para cambiarme y creo que me voy a quedar dormida hasta que oigo mi teléfono vibrar.

Tanteando busco entre las sabanas hasta encontrarlo.

¿Qué tal te fue?

Unos segundos después llega otro mensaje.

Espero que mi amigo no haya sido tan gruñón.

Niego como si Thiago me pudiese ver.

No estuvo mal. Creo que amaré a la señora Delia.

Los puntos suspensivos me hacen saber que está escribiendo.

¿Y mi amigo?




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