Ramé

Capítulo cuatro

El pequeño de los Thompson sacó las garras cuando le comenté que teníamos asuntos que resolver. Creo que no se tragó mi mentira acerca de que necesitaba urgentemente una mano extra, pero de todas formas terminó acompañándome.

En estos momentos estamos en esperando a que Jeremiah apareciese para empezar el día. Jeremiah es un amigo que hice durante otro voluntariado. Esa actividad es un mundo maravilloso, lleno de experiencias y personas nuevas.

Descubrí que es uno de los encargados principales de un hogar de mascotas abandonadas. Justamente este que tenemos enfrente y según me comentó por mensaje minutos antes, está trayendo a una nueva integrante por eso la demora.

No sé realmente de qué manera esto podrá ayudar a Liam, solo sé que lo mantendrá ocupado.

Cuando el encargado apareció lo presenté. Liam me miró confundido al principio. Su rostro fruncido viajaba desde la perrita hasta mis ojos y luego al cabello liliáceo de Jeremiah.

Pasamos dentro, allí Jeremiah le explicó todo y él solamente asentía.

Me acerqué hasta uno de los perros y empecé a acariciarlo. Si por mi fuera adoptaría a todos y cada uno de ellos. Ver esos ojitos inocentes clamando un poco de cariño me partía el alma.

Pasé unos minutos con ellos hasta que decidí que debía ir a visitar a la abuela Thompson.

Esperaba ser de ayuda para Liam. Realmente no tengo ningún problema para ayudar. Sin embargo, no puedes ayudar a quien se rehúsa a recibir ayuda. Valgo la redundancia.

Tengo la mano extendida para todo aquel que quiera un pequeño estirón. Aunque muchas veces hay quienes en lugar de cogerte de la mano lo hacen del codo. Aprovechadores.

Dicen que debes de brindar ayuda sin esperar nada a cambio, pero muy en el fondo también espero a que otros hagan lo mismo por mí.

La tarde pasa rápido y es bastante entretenida con la señora Delia. Me cuenta anécdotas y el chismerío de la vecindad. Las señoras de las casas vecinas son muy comunicativas, admito.  Cuando cae el sol me despido de ella dejándola en su habitación.

Algo ansiosa espero a que Liam o Christopher me hagan el honor con su presencia. Liam debería de haber vuelto hace horas de la perrera, pero no asomó ni la cabeza por la casa.

Me pone un poco nerviosa pensar que el mayor de los Thompson podría cruzar esa puerta en cualquier momento. No entiendo porque me siento de esa manera y mis uñas son víctimas de esas emociones.

Escucho las llaves girar y deprisa doy vuelta fingiendo limpiar la estantería donde reposan unos libros de leyes. Unos pasos firmes se aproximan hasta el centro de la sala.

Cuando volteo la cabeza me cruzo con esos ojos tan bellos y una ceja bien enarcada.

 

—Hola Olivia—murmura. —No hace falta que limpies la estantería.

 

Sacudo las manos sacando el polvo invisible mientras siento mi rostro caliente.

 

—Hola Christopher—hago unas muletillas ridículas mientras señalo los libros detrás de mí. —Solo observaba.

 

Asiente mientras mira alrededor, creo que busca a su abuela. Entonces, me adelanto en explicarle que ya se ha acostado.

Se deshace de su corbata y saco.

 

— ¿Cómo ha estado el día?

 

Dejo mis manos sobre el respaldo del sofá, como si necesitase sujetarme a algo.

 

—Muy bien, tuve un pequeño avance con Liam—no sé si realmente es un avance, pero lo tomo como un sí. —Y Delia ha estado muy bien, ha tomado sus medicamentos a hora y me puso al tanto del chismerío de la vecindad.

 

Asiente y al final me regala una media sonrisa.

 

—Según ella es mantenerse informada y no chismear.

 

Se me escapa una risa y él se me queda viendo. Me remuevo, pero no aparto los ojos.

No entiendo en qué momento se convierte en una guerra de miradas donde pierde el que desvía los ojos.

No pienso perder.

Enarco una ceja y le lanzo mi mirada más desafiadora.

 

La puerta se abre y se cierra, eso hace que dejemos el jueguito de lado. Liam camina sin saludar hasta la cocina.

 

—Hola a ti también—gruñe el hombre frente a mí. Me quedo quieta hasta que vuelve a centrar su atención en mí. Su expresión se suaviza— Lo siento.

 

—Tranquilo, no pasa nada—resto importancia—Debo irme.

 

—Puedo llevarte—se ofrece dubitativo.

 

—Voy a caminar—Mi voz sale en un murmuro, por ende, reafirmo: —Necesito caminar, un poco de aire fresco.

 

Asiente comprensivo y me regala una pequeña sonrisa. Agradezco que no insista tanto, que me dé espacio para mí misma.

Caminamos hasta la puerta y la sostiene para que pueda salir.

 

—Hasta mañana, Olivia.

 

—Hasta mañana, Christopher.

 




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