"Amor Y Amistad"
―¿No ves que eres el amor de mi vida? Te amo, mi bella Aurora. ―susurra mientras su mano acaricia con suavidad mi rostro.
Mi corazón late con fuerza al sentir su contacto, desbocado entre emoción y ternura.
Sus preciosos ojos grises me miran con una dulzura que me deja sin aliento.
―Yo también te amo…
14 de febrero del 2025
ISABELLA
El pitido insistente de mi alarma me arranca de los brazos del sueño, como lo hace cada mañana. Hoy no es un día cualquiera, es martes, el 14 de febrero, el día de San Valentín. Sin embargo, no había descanso para mí, debía dirigirme al trabajo como de costumbre. Me levanto con pereza y me acerco al baño para ducharme y prepararme para enfrentar un nuevo día.
Envuelta en el suave abrazo de un albornoz, salgo de la ducha y me acerco al tocador. Con delicadeza, peino mi largo y resplandeciente melena anaranjada y aplico un toque de maquillaje para realzar mis rasgos en mi rostro. Una vez lista, bajo las escaleras con paso firme.
―Buen día, Niña Isabella. ―me saluda Marie con una cálida sonrisa al verme entrar a la cocina.
―¡Buenos días! ―respondo mientras tomo asiento en la silla frente al comedor.
―Saldrá hoy con el señor Elliot. ―pregunta Marie, dejando una humeante taza de té sobre la mesa.
―Aún no lo sé. Tengo clases en la universidad, ya sabes que no me gusta faltar. ―le respondo, sintiendo una ligera punzada de ansiedad. Saco mi celular del bolsillo, lo reviso en busca de algún mensaje suyo, pero encuentro un vacío frustrante.
―Conociendo al joven Elliot, debe tener una súper sorpresa para usted. ―comenta Marie con complicidad, provocando que mi cabeza se eleve para mirarla. Ella me devuelve la sonrisa.
―Me imagino que sí. ―respondo con una chispa de esperanza en mis ojos, intentando ocultar la inquietud que empieza a surgir en mi interior.
Con habilidad y destreza, Marie recoge una bandeja llena de exquisita comida y comienza a distribuirla sobre la mesa. El aroma que se desprende de los platillos danza en el aire, haciendo que mi estómago salte de alegría anticipando el banquete que me espera. Con apetito voraz, empiezo a devorar cada bocado con deleite, disfrutando de cada explosión de sabores y texturas que despiertan mis sentidos. Solo cuando mi apetito se ve saciado, desvío mi mirada hacia el reloj y mis ojos casi se salen de sus órbitas al ver la hora. No me puedo dar el lujo de llegar tarde.
Me levanto rápidamente de la silla, dejando atrás el festín culinario, y camino con determinación hacia las escaleras para subirlas a toda prisa.
―Delicioso como siempre, Marie! ¡Gracias! ―grito mientras me dirijo hacia las escaleras, transmitiéndole mi gratitud a la encantadora mujer que ha sido mi apoyo durante tanto tiempo.
Al llegar a mi habitación, abro el armario y busco con premura la ropa adecuada para la ocasión. Mi elección recae en una elegante blusa de manga larga color rojo vino, que realza mi piel y destaca mis rasgos. Complemento mi atuendo con un pantalón formal de color caqui, que se ciñe perfectamente a mi figura, y una gabardina del mismo tono para protegerme del frescor matutino.
Me acerco al espejo con determinación, buscando el collar que siempre llevo conmigo. Tiene forma de corazón con pequeños diamantes incrustados en los bordes, al reverso tiene una letra "M ". Es un objeto misterioso y significativo, pues lo he tenido desde que tengo memoria, aunque no recuerdo su origen o cómo llegó a mis manos. Sin embargo, sé que no puedo salir sin él, como si formara parte inseparable de mi ser.
Una vez completo mi atuendo, me calzo unos tacones de punta fina con estampado de leopardo, agregando un toque de audacia y elegancia a mi conjunto. Rápidamente, agarro mi bolso y meto algunos libros que tenía esparcidos por la cama. Anoche, me quedé preparando la clase para el día de hoy, y sin darme cuenta, me había quedado dormida.
Con prisa, salgo casi corriendo de mi habitación, encontrando a Marie esperándome en la puerta principal con las llaves de mi auto en mano. Siempre ha estado ahí para rescatarme en situaciones apremiantes, y esta vez no es la excepción.
―Siempre salvándome el día, te lo recompensaré pronto. ―le digo mientras me acerco para darle un beso en la frente, expresando mi gratitud hacia ella.
Salgo de la casa y abordo mi BMW, un regalo de mi padre cuando me gradué de la Universidad. El motor ronronea con fuerza mientras arranco el auto a toda marcha.
El reloj no espera y tengo tan solo diez minutos para llegar a mi destino. Como maestra, debo ser un ejemplo de puntualidad para mis alumnos, transmitiendo la importancia de la responsabilidad y el compromiso. Sin embargo, en este momento me encuentro tragándome mi propio discurso, preguntándome cómo fue que se me hizo tan tarde.
Estaciono el auto con destreza y salgo rápidamente, caminando hacia la Facultad de Bellas Artes y Literatura de Londres. Las imponentes pinturas de reconocidos artistas me reciben con sus miradas cautivadoras. No puedo evitar sentir un profundo orgullo al afirmar una y otra vez que nuestra facultad es la mejor de toda la universidad.
La Universidad Metropolitana de Londres, una de las instituciones más prestigiosas de Londres, ha sido cuna de muchos grandes artistas que han dejado su huella en el mundo. Ser parte de esta universidad es un privilegio que pocos pueden darse, y cada vez que piso su suelo, siento una mezcla de emoción, gratitud y sobre todo de orgullo.
Camino con paso decidido hacia el salón donde me toca impartir clases. Los rostros de mis alumnos se iluminan con cálidas sonrisas al verme entrar. Yo les devuelvo el gesto, sintiendo una conexión especial con cada uno de ellos. La pasión por la enseñanza y el amor por el arte nos une, y juntos creamos un ambiente de aprendizaje enriquecedor.