Ramé

II

1798d338694d9651365669111496.jpg

«Aurora»

ISABELLA

Abre la puerta del auto con elegancia, sosteniendo mi mano con gracia.

―Permítame, bella dama. ―dice, ofreciéndome una sonrisa encantadora.

―Gracias, mi dulce caballero. ―respondo, siguiendo su juego.

Cierra la puerta con cuidado y rodea el automóvil para ocupar el asiento del conductor. Comienza a manejar con destreza.

―¿Me has extrañado? ―pregunta.

―Mucho. ―respondo con una sonrisa.

―Yo también te extrañé muchísimo. ―toma mi barbilla y luego vuelve la vista a la carretera.

Su teléfono suena, interrumpiendo el momento. Lo toma rápidamente, mostrando signos de nerviosismo.

―Es una llamada de mi amigo, el pintor. ―me sonríe―. Hola ―responde.

Mientras él habla por teléfono, contemplo el hermoso paisaje nocturno de las calles de Londres.

―Sí, en este momento me estoy dirigiendo hacia allá. ―pausa―. Voy acompañado de una hermosa dama―. me mira y sonríe de nuevo―. Es mi novia, la chica de la que te hablé.

Su amigo parece ser alguien de importancia.

―Nos vemos allí. ―cuelga y guarda el teléfono en la guantera.

―Mi amigo está emocionado por conocerte. ―noto que su sonrisa es nerviosa.

―¿Pasa algo? Te noto nervioso. ―pregunto.

―Es la emoción. Ha pasado un año desde que no lo veo. Le gusta hacer una exposición de arte en todo el mundo. Te va a encantar conocerlo.

Le sonrío discretamente.

Llegamos minutos después a la "Galería Éclat", una de las más grandes y prestigiosas del estado. Grandes artistas se presentan aquí, y para exponer obras, se debe pagar una alta suma de libras. Aunque he escuchado mucho sobre esta galería, nunca he tenido el placer de verla por dentro.

Me abre la puerta y entrega las llaves al valet. Toma mi mano y la lleva a su antebrazo mientras subimos los pequeños escalones, cubiertos por una alfombra roja, mientras paparazzi nos toman fotos como si fuéramos celebridades.

―Señor Smith. ―lo saluda uno de ellos―. Por aquí.

―Posa, querida. ―me dice deteniéndonos al final de los escalones.

Intento sonreír, pero me resulta difícil. Este tipo de situaciones me abruman. Siento que en cualquier momento los flashes me dejarán ciega.

Elliot Smith, un multimillonario empresario, evidentemente una celebridad. Yo, solo una simple maestra de universidad. Aunque mi familia tiene dinero, siempre he preferido llevar una vida sencilla.

Toma mi cintura, guiándome hacia adentro. Agarra mi mano y mi mandíbula cae por la impresión. El interior es impresionante: candelabros cuelgan del techo, estatuas, esculturas y pinturas renacentistas decoran el lugar. Grita Arte, por donde se le mire. Los cuadros del artista de la noche cuelgan elegantemente en las paredes. Parece el salón de un castillo.

Hay meseros sirviendo champán, la gente conversa en pequeñas mesas, otros observan los cuadros y charlan. Siento miradas sobre mí.

―¿Estás bien, Isabella? ―me pregunta, sacándome del trance.

Asiento, tratando de recuperar mi compostura.

―Sí, estoy bien. Es solo que... todo es tan impresionante. ―respondo, admirando el ambiente de la galería.

―Lo es. Alexander será el próximo heredero de todo esto.

―¿Alexander ?

―Mi amigo, el pintor. Su familia es dueña de la galería.

―Qué afortunado. ―le comento.

―Ven, quiero que lo conozcas. ―Me arrastra entre la multitud, y yo no puedo evitar contemplar todo con la boca abierta.

De repente, nos detenemos frente a alguien.

―Hermano, qué felicidad volver a tenerte por estos rumbos. ―escucho a Elliot decir.

Mis ojos no se apartan de la figura a lo lejos: Jamie Ferreira, el afamado escritor mundialmente conocido por sus libros de poesía y romance. Soy su fan número uno.

―Alexander, te presento a mi preciosa novia, Isabella. ―miro a Elliot y luego al tipo que tengo al frente quien me mira como si fuera un tipo de alienígena.

Murmura algo, pero no alcanzo a entenderlo. Con cabello castaño, más alto que mi novio, barba corta y vestido con un traje negro, sus ojos color grisáceo me hipnotizan, y por primera vez, me quedo sin palabras.

―Un gusto, Isabella Caiden. ―levanto mi mano para saludarlo, pero no reacciona, me observa como si fuera un sueño irreal.

¿Qué diablos está pasando? Sus ojos se posan en mi mano y luego en mí.

―Alexander Wagner. ―estrecha mi mano, y siento corrientazos recorrer mi cuerpo. Mi corazón se acelera sin explicación alguna.

―Elliot me ha hablado mucho de usted. Sus obras son impresionantes.

Incluso las personas a su alrededor me miran como si no fuera real. Alexander no suelta mi mano. Una chica se le acerca y retira su mano de la mía, lanzándome una mirada con desdén.

―Cariño, ¿no me vas a presentar a tus invitados?

No dice nada. Parece como si hubiera perdido la capacidad de hablar. Solo me observa, admirándome como si fuera la octava maravilla.

La chica espera a que la presenten.

―Bueno, lo haré yo.― interviene―. Soy Vanessa, la prometida de Alexander. Un placer conocerlo.― se dirige a mi novio, dándole un beso en la mejilla―. Y un placer conocerlos a ambos, por supuesto.

Le dedico una sonrisa de boca cerrada. Ella solo me mira de arriba hacia abajo, como si fuera poca cosa. Vuelvo a dirigir mi mirada a la persona que me venera y no deja de mirarme. Veo unas lagrimas asomarse por sus ojos.

Que incómodo.

―Iré a saludar algunos conocidos. ―Elliot me toma de la mano―. Es un gusto volverte a ver.

Me aleja de ellos. ¿Por qué estaba a punto de llorar? ¿Y qué acaba de suceder? Alexander, su nombre me suena tan familiar, hasta su rostro, pero no recuerdo dónde lo he visto.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.