«Sorpresa»
ISABELLA
Camino por los pasillos, donde ya no se encuentra mucha gente. Me detengo frente a un cuadro, todos ellos renacentistas, y este en particular representa a una mujer en agonía, acostada, mientras un hombre que llora trata de tocarla, pero gente que lo sostiene no se lo permite.
―Es sorprendente cómo somos efímeros en esta existencia, cuyo propósito es amar y ser amados.― su voz, esta justo detrás de mí. Siento mi corazón latir con fuerza.― La angustia de una joven cuya vida se desvanece mientras su amado, su verdadero amor, se retuerce en desesperación en el suelo, ansioso por tocarla una última vez.― continúa mientras camina hasta colocarse justo frente a mí.
Sus ojos grisáceo me reparan, y por alguna extraña razón, no me siento incómoda. Al contrario, es como si estuviera tan acostumbrada a que sus ojos me veneren. No sé qué decir. Siento que ahora los papeles se intercambiaron. Mi mente se coloca en blanco, y siento mi lengua pesada.
―Lamento lo de hace un rato. Me recuerdas a alguien que quise y aún quiero demasiado.― dice. Sigo sin articular una palabra.― Me vuelvo a presentar, soy Alexander Wagner.― toma mi mano enviando ondas por todo mi cuerpo, besa el dorso de mi mano y siento mi respiración en caos, y siento la piel como de gallina.― Un placer conocerla.
―El... el placer es mío.― murmuro.― Isabella Caiden.
―Déjeme decirle con todo respeto, que usted es la mujer más hermosa de esta noche. Su presencia opaca a las demás presentes.
Siento rubor en mis mejillas, sus palabras causan este efecto. «Es el amigo de mi novio» me repito una y otra vez.
―Gracias.― muerdo mi labio y bajo a los suyos, que los tiene entreabiertos.
―En unos minutos, daré una presentación de la obra de la noche, donde se subastará el cuadro. Me honraría su presencia en el salón.
Lo pienso y miro a todos lados en busca de Elliot, pero no lo encuentro. El hombre frente a mí espera mi respuesta y no sé qué decir.
―Por favor.― suplica.
―Está bien.― fue lo único que logro articular.
Él emboza una sonrisa triunfante, mostrando su dentadura perfecta. Se coloca a mi lado, ofreciéndome su antebrazo.
―No muerdo.― me mira expectante.
Siento mis mejillas tornarse rojas, bajo la mirada mientras se me escapa una sonrisa. La vuelvo a alzar y tomo su brazo. Su mano posa sobre la mía.
Me lleva a un salón aparte, donde la mayoría de los invitados están tomando champagne y vino sobre mesas redondas. El ambiente es elegante, pero mi mente sigue preguntándose por la ausencia de Elliot.
La gente nos mira con curiosidad, otros nos mira con sorpresa y murmuran a su alrededor.
―La gente nos esta mirando.― murmuro.
Nunca me a gustado ser el centro de atención y lo estoy siendo ahora. Siento que me falta la respiración.
―Sus ojos están enfocados en ti, y no es de menos, eres la mujer mas hermosa que mis ojos hayan visto.
¿Esta coqueteando conmigo?
Me lleva a una de las mesas principales, donde dos asientos están vacíos. Me siento en uno de ellos, y él se va, dejándome sola con dos señores y un joven. Son los mismos que me miraban como si no fuera real hace un rato.
Siento sus miradas sobre mí, y me encuentro fuera de mi zona de confort. Hubiera preferido mil veces estar en mi cama, preparando la clase para mañana que soportar miradas que no sé si son de disgusto o de sorpresa.
―Mucho gusto.― dice un chico moreno con cabello rizado mientras me extiende su mano y sonríe.― Theo Scoot, mejor amigo del cavernícola que está en el escenario.
Alexander habla con dos personas más, su mirada conecta con la mía, pero la desvío rápidamente.
―Mucho cuidado en cómo llamas a mi bebé.― comenta la señora mientras sonríe.
―Soy Isabella Caiden.― le extiendo la mano, correspondiéndole el saludo al muchacho.
―Eres muy bonita, Elliot tiene mucha suerte.― agrega Theo.
―Gracias.― le sonrío.
―Es verdad lo que dice esta cucaracha.― habla el señor que supongo que es el papá de Alexander.
―Oye.― se queja Theo.- Estoy aquí.
―Eres una muchacha preciosa, tienes un rostro muy angelical. Apuesto a que eres modelo.― me dice la señora.
―No.― bajo mi rostro.― Soy maestra de literatura en la Universidad de Londres.
―Amante de la literatura.― me mira con ternura.― Lo siento, qué maleducada soy. Mi nombre es Sara Wagner y este apuesto hombre que tengo a mi lado es mi esposo, Dereck Wagner. Somos los padres de Alexander.
―Un placer conocerlos a ambos.― respondo con cortesía.
La mirada de ternura de la señora Wagner me reconforta, y su presentación formal agrega una capa de calidez a la conversación.
―Eres muy Bonita.― dice Dereck, y siento un calor en mis mejillas ante el cumplido del padre de Alexander.
Sonrió tímidamente, agradeciendo el elogio con una leve inclinación de cabeza.
Carraspean en el micrófono, llamando la atención de todos.
―Lamento la tardanza, espero no haber llegado demasiado tarde.― dice una chica tomando el asiento que estaba desocupado.
Me mira y su rostro se torna pálido, se queda sin habla y no me quita la mirada de encima, puedo sentir mi rostro caliente. ¿Por qué diablos esta gente me mira como si no fuera real? Miro a todos lados con la esperanza de encontrar a Elliot, pero no esta.
―¿Aurora?― murmura la chica, evidentemente confundida.
Mi mente da vueltas, tratando de entender su reacción. ¿Por qué me mira así?
Esto es incómodo, ni siquiera se que decir al respecto.
―Hannah, ella es Isabela Caiden, novia de Elliot.― interviene la señora Wagner, presentándome con amabilidad.
Le sonrió de boca cerrada a la chica que me mira sin decir ninguna palabra.