Ramé

IV

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"Dudas"

ISABELLA

Bebo mi taza de café mientras termino de revisar algunas tareas de mis estudiantes.

Anoche me quedé hasta tarde investigando sobre el chico de ojos grises, tanto que ni siquiera tuve tiempo de preparar la clase de hoy. Descubrí que es alemán, un prodigio del arte desde la infancia. La mayoría de sus obras son retratos de una chica con cabello naranja, similar al mío. El nombre de la chica es "Aurora James", quien lamentablemente falleció en un trágico incendio en su propia casa. Nadie sobrevivió. La pérdida de su amada tuvo un impacto devastador en su vida.

Sus obras están valoradas en millones de dólares. Es el pintor más joven y millonario de nuestra época. Además, proviene de la familia más adinerada de Alemania. Alexander nació en cuna de oro.

Consulto la hora en mi portátil; ya es hora de volver a casa. No tengo más clases por el resto de la tarde, así que podré ir temprano a casa. Hoy es noche de películas con mi nana, así que llevaré algunos snacks para disfrutar durante la función.

Recojo mis cosas, guardando mi portátil en mi mochila.

Al salir, todos mis estudiantes se despiden. Siempre han sido amables conmigo. A veces me traen regalos, siempre disculpándose con el pretexto de que "Es un placer obsequiarle cosas a la profesora más hermosa de la universidad".

Al abandonar la facultad, me quedo sin aliento al encontrarme con la persona parada frente a mí.

Alexander Wagner.

Retrocedo por instinto cuando trata de acercarse.

―¡No! No se atreva a acercarse.

Él sonríe, mostrando su dentadura.

―¿Me tienes miedo? Tranquila, no te haría daño.

Lo miro desconfiada, pero me relajo un poco. Sin embargo, él se acerca más a mí.

―¿Qué hace aquí? ¿Me está siguiendo?

―No y sí.

―Déjeme en paz.― Paso por su lado, pero me sostiene del brazo, volteándome hacia él.

Sus labios están cerca de los míos, solo unos centímetros más y podría besarlo. Mi corazón se agita por su cercanía, y su respiración también está irregular, igual que la mía.

―Suéltame.― Murmuro.

Me suelta suavemente.

―Lo siento, ¿te lastimé?― Pregunta preocupado.

Retrocedo.

―No.

―Me gustaría invitarla a una cafetería para conversar mejor sobre lo que sucedió ayer.

―¿Se está escuchando? Soy la novia de su amigo.

Él se ríe.

―Pero no te estoy pidiendo nada indecente. Solo quiero disculparme por lo sucedido ayer y explicar por qué actué así.― Su acento alemán me estremece.

Dudo unos minutos.

―Por favor... Me preocupa la impresión que te llevaste de mí.

―Está bien. Iré por mi auto.

―Podemos ir en el mío, yo te traeré de vuelta aquí por tu auto. Claro, si no te incomoda.

―Está bien ―digo, con cierta duda en la voz―. Dejaré mi maleta en el auto y luego regresaré.

Camino hacia el estacionamiento sintiendo su mirada en mí. Su presencia me pone nerviosa.

Llego al estacionamiento, meto mi mochila en el asiento trasero de mi auto y me recrimino por haber aceptado la invitación.

«¿Qué crees que estás haciendo, Isabella?»

Se que está mal. Pero por alguna razón, me gustaría saber por qué me trató de esa forma ayer. Aunque ya lo se, pero me gustaría escuchar su versión.

Me debato en si ir o no.

Cierro con seguro mi auto y camino de vuelta a las afueras de la facultad de artes.

―Pensé que iba a escapar.

―No. Estoy aquí.

Me dedica una sonrisa de boca cerrada.

―Adelante, las damas primero.

―Gracias.

Caminamos hasta llegar a su auto. Me abre la puerta del copiloto y entro. Él se sube también al auto y arranca.

Durante el trayecto, el ambiente se siente tenso, como si ambos estuviéramos tratando de descifrar las intenciones del otro.

Finalmente llegamos y nos sentamos en una mesa apartada, en un rincón discreto del lugar. Alexander pide dos cafés sin siquiera mirar el menú, como si ya conociera este sitio de memoria.

―Lo siento mucho si te hice sentir incómoda ―dice, con sinceridad en la voz―. No fue mi intención en absoluto. Estaba un poco abrumado por la sorpresa de verte.

Hace una pausa, bajando la mirada por un instante.

―Además... había tomado un poco. Lo hago para relajarme antes de cada presentación. Me pone nervioso.

―Está bien, no se preocupe ―respondo, intentando sonar comprensiva.

―Perdóneme, señorita Isabella. Mi comportamiento fue el peor.

―Acepto sus disculpas, pero no me diga "señorita". Isabella está bien.

Él asiente, con una sonrisa tenue.

―Como pudiste ver ayer, Isabella... tienes un parecido sorprendente con mi novia fallecida.

―Sí, lo noté ―digo, con cautela―. Para serle sincera... su reacción me asustó un poco. Ya sabe lo que dicen: todos tenemos un gemelo perdido en alguna parte.

―Y por eso te pido perdón una vez más.

―Está bien.― le sonrío.

Nos traen el café, se ve delicioso.

―¿Qué te parece si empezamos de nuevo?― me sonríe mientras sus ojos grises me detallan.― Mucho gusto, Soy Alexander Wagner.

Me ofrece su mano, la tomo sonriéndole.

―Soy Isabella Caiden. Un placer conocerlo, Señor Wagner.

Sentir su piel me envía corrientes por todo mi cuerpo.

―Quítale el señor, aún no me he casado. Solo dime Alex.

―Está bien, Alex.― miro a todos lados, y recuerdo a la chica que estuvo ayer con él.― No crees que su novia se molestará si nos ve juntos aquí.

―¿Novia?― pregunta confundido.

―Sí, la chica que estuvo ayer a su lado.

―¿Vanessa?― se ríe.― Vanessa no es mi novia, además no tengo novia. Así que puedes estar tranquila.

―Pero ella dijo...

―Ella siempre dice lo mismo, se agrega títulos que yo nunca le he dado.― da un sorbo a su café.




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