Hoy camina a mi lado,
yo la invité.
Había pasado un tiempo considerable desde la última vez que la ví tan de cerca.
Pero no la había olvidado,
no cambia.
Ella estuvo presente cuando murió mi madre.
En esa ocasión le pregunté si era médico.
Me contestó que no,
pero que les quitaba el dolor a las personas.
Para eso la invité.
Pero
¿por qué no me habla esta vez?
¿Por qué me duele su compañía?
Y
¿Por qué aun así quiero aferrarme a ella como me aferraba a mi madre cuando me regañaba?
¿Por qué quiero que me abrace?
Y
¿Por qué no lo hace?
¿Acaso la invitación resultó demasiado inoportuna de mi parte?