El error de los jóvenes, es vivir el hoy sin pensar en el mañana. Y pensar en el mañana, cuando se convierte en el hoy.
LAU GENOVIEVE
Si una persona se pudiera definir con un animal, yo sería un gato.
Yo era algo así como una parodia del gato con botas. Gus y yo nos llevábamos tan bien por varias razones, pero la que más predominaba sobre las demás era: nuestro amor por las travesuras. Pero aunque las travesuras de Gus eran bromas pesadas, las mías eran un poco más sería.
Yo era una felina, me deslizaba entre las personas y pasaba desapercibida, pero ellos para mí no. Siempre sentí una gran curiosidad por el prójimo, esa era una forma sana de decir: que era una chismosa de primera. Durante mi tiempo como estudiante siempre elegí un objetivo para investigar y desentrañar sus secretos y su carácter. Mi curiosidad no hacía excepciones. Si me caía mal, si era mala persona, hombre, mujer, nada importaba para ella.
Todos los meses elegía una persona diferente para investigar, esa persona se ganaba mi completa atención y yo ahondaba en su vida sólo viéndolo interactuar con distintos grupos de personas y luego cuando estaban solos.
Curiosamente, mi primer objetivo había sido Gus. Gustaine Machado, era un gran joven de espalda ancha y de piel negra, guapo de una forma primitiva. Me llamo la atención al instante en que lo vi.
Yo era nueva en el St. Anne, por lo que no tenía amigos, así que a parte de los estudios, dedicaba mi tiempo a espiar sin ser vista. Estuve semanas observando a Gustaine, lo vi interactuar con su grupo de amigos de esa época, y lo vi presumir de haber estado con muchas chicas con las cuales no había estado. Incluso, una vez lo observe dándose el lote con una, así descubrí que Gustaine era homosexual.
Gustaine no muy bien llevaba cinco minutos con sus labios unidos con los de la chica, cuando ya se había separado y se había ido corriendo despavorido. Al día siguiente, les dijo a sus amigos de como había dejado inválida a Florencia Vegas.
Al principio, el comportamiento de Gustaine no tenía sentido para mí, ¿por qué el chico se tomaba la molestia de mentir? Si el muy bien, de verdad, podría haber dejado inválida a la chica, pero se había echado para atrás. Luego de una semana de dudas, lo encontré follando en el baño de chicas con Marco Balsami. Luego de eso, todo tuvo sentido.
Así conocí a Gustaine, al inicio Gustaine no quería que yo contará lo que había visto en los baños, por eso se acerco a mi e incluso me acoso muchas veces, luego se convirtió en una bonita amistad.
Ahora cursando el primer mes de mi último curso, por fin había elegido mi nuevo objetivo: Enrico Moretti.
Enrico Moretti, era guapo. Sexy, dicen las chicas del St. Anne. Un hijo de puta completo, digo yo.
La forma en la que había tratado ayer a Angelique me había dejado de piedra, sobre todo al ver su falta de remordimiento. ¿Qué lo hacía ser como era? En la corta conversación que habíamos tenido, me había dado cuenta de varias cosas. Una de ellas era: Enrico Moretti era un chico amargado. Y no lo decía por decirlo, todo su cuerpo lo decía. En sus labios siempre crispado, su bonito rostro siempre torcido en una mueca de desagrado, en su mirada hostil para con todo el mundo y sobre todo: en las oscuras ojeras bajo sus ojos.
Me daba tristeza y curiosidad, a pesar de que el era bastante desagradable. No entendía como las chicas morían por el, y lo había visto ayer mismo conviviendo con Michella Pastrinni. La forma en la que trato a Angelique era un alago, comparada con la forma en la que trato a Michella.
¿Cómo hacen las chicas para follar a un tipo que fuera de estar desnudo y darte bien duro contra el muro, no puede decirte cinco palabras sin que cuatro sean insultos dirigidos a ti? Los nervios se me crispaban sólo de observarlo.
Me estremecí, pensando en si el llegaba a tratarme así, le patearía las pelotas.
—¿Qué tienes? —me susurro Gus.
—Nada—respondí igual.
—¿Entonces porque te estremeces? ¿Tienes frío?
Suspire.
—No, Gus. Todo bien—lo tranquilice, dando la vuelta sobre mi asiento para mirarlo—. Sólo pensaba.
Gustaine entrecerró los ojos en mi dirección.
—¿Y en qué pensabas?
—Gustaine, no tienes que saberlo todo siempre.
—Pero…
—Laurent Genovieve y Gustaine Machado, ¿tienen algo que compartir con la clase?
Di la vuelta, hasta sentarme derecha sobre mi asiento. Le di una sonrisa inocente a la profesora Orazia, la de biología.
—Lo siento, señorita Castro, no volverá a suceder.
La profesora asintió, aceptando mis palabras. Me amaba y todos en el salón lo sabían.
—Esta bien, Laurent. Eso espero.
Nos ignoro y prosiguió su clase sobre la anatomía humana.
Gustaine se acercó a mi, por la espalda. Sentí su respiración en mi cuello.
—Espera a que salgamos de la clase, señorita Genovieve—susurro en mi oído. Y dejó un beso casto en mi cuello, haciendo erizar mi piel.
Voltee mi cabeza y le lance un beso.
La profesora Orazia, terminó de dar su clase. Y, milagrosamente, se ahorró el privilegio de poner deberes para el hogar.
Ladee la cabeza, confundida, mientras guardaba mis útiles escolares en mi mochila. La profesora Orazia, era aquella de las que era partidaria y amante de las tareas para el hogar. Me extrañaba que no hubiera puesto. Suponía que se lo había ahorrado, debido al trabajo que habíamos entregado hoy y que había sido bastante largo y elaborado. Le agradecí a Dios por el respiro.
Hoy viernes, último día de la semana. Y estaba hasta el culo de deberes, iba a pasar las tardes del sábado y el domingo estudiando. Aunque de todas maneras para mí no era una perdida. Ya que yo no salía mucho, a menos que saliera con mi madre al bar donde trabajaba como camarera. Era un bar de salsa, tenía una banda en vivo. Una pista de baile con pisos piedra pulida, y un dueño cubano de lo más amigable. Amaba ir a bailar donde: Arubia.