Rasputín, Oscar y Jesús

Oscar

Un mes más tarde es que el Bentley. EL BENTLEY rechina las llantas frente a la librería por primera vez haciendo un aparcamiento derrapando, sentando un precedente que debería hacer a todo el Soho sentir una perturbación en el universo. "Prepárense para ver ese Bentley ahí afuera decenas y decenas y decenas y decenas de veces."

El propietario, sonríe porque le ha quedado perfectamente aparcado a la primera en el movimiento más cool de la hasta ahora corta historia de la automoción. Se baja sacando una caja de los asientos de atrás y apoyándosela en la cadera.

Una... caja.

Da un fuerte golpe con la puerta porque aún no controlamos la fuerza necesaria para cerrarla y cruza la calle, golpeando el cristal de la puerta de la librería.

—¡Está cerrado! —grita la voz del ángel desde dentro de la librería, que Crowley debe haber visto se ha modernizado BASTANTE... MUCHÍSIMO desde la última vez que estuvo aquí.

Crowley chasquea los dedos para abrir igualmente y mete la cabeza a lo Pedro Picapiedra. "Wilma! I'm home!"

—Soy yoooo.

—Ahh... ehh... ahh... pasa, vale— ALGO se le cae a Aziraphale en la trastienda —. ¡Estoy aquí atrás, no tires nada!

Crowley entra, cerrando la puerta a su espalda, yendo al mostrador y mirando alrededor porque hace un siglo habría apostado que aquí ya no cabían más libros. "No, señor. Ni uno más. Como que doy la vuelta al mundo en setenta y nueve días si consigue meter un solo libro más en este sitio." Y... sorpresa, sorpresa. No solo había metido UNO. Tendría que haber dado la vuelta al mundo en un puñetero milisegundo, si es que acaso esa era una medida real de tiempo. Apila un poco los libros del mostrador para hacerse espacio y dejar la caja con cuidado.

—Es difícil no tirar nada, igualmente no estoy seguro que cayera al suelo... ¿Qué haces?

—Estoy... ocupado —sentencia el ángel. Está sentado en su escritorio sin voltear hacia Crowley.

—¿Tardarás mucho? Te he traído una cosa —se acerca a sacar la cabeza para mirar a ver si le ve—. Y además es jueves.

—Jueves. Sí, sí que es jueves —asiente, esperando estar seguro de que... esté ahí antes de girarse, solo por el efecto dramático.

—Ven, vamos... ¡o voy a abrirlo sin ti! —sonríe, esperando.

Aziraphale aprieta los ojos.

—Y además lo voy a instalar sin ti, donde yo quieraaa —sigue, tan tentador.

El ángel levanta las cejas ahora. INSTALAR. Vale, se baja los lentes y se gira hacia donde debe aparecer Crowley, que está ahí, esperándole, de pie, apoyado en algo y con algo más en las manos, fingiendo desinterés.

—Antes que eso...

El demonio inclina la cabeza, mirándole.

—Me parece que... te toca hacer un baile —le mira intensamente a los ojos con una mirada que le hace titubear un poco y hasta tragar saliva.

—¡A-Anda ya!

—Ohh... sí—se arregla la ropa con parsimonia.

—No. No, no, no, no —se niega, frunciendo el ceño.

—No es pregunta —le sostiene la mirada.

—Venga ya, ¡Me niego! ¡Ya te he traído un regalo! ¿¡Qué hay de los pactos de no agresión!? —protesta dejando lo que tenía en las manos y señalando hacia el mostrador.

—Esto no tiene nada que ver. Es absolutamente justo que después de cien años... Y un mes más... te toque hacer el bailecito.

—¡¿Y qué hay de ti con el agua bendita?! —protesta dando un pasito atrás.

—Eso no es para disculparse, aun sostengo que es muy peligrosa, más aún después de los cien años —hace un pequeño gesto de manos y cabeza, imperturbable.

—¡Soy perfectamente capaz de manejarla! —protesta.

—O no—le fulmina.

—Eso no lo sabes —le mira de reojo.

—¡Pues no vamos a averiguarlo! Como no lo seas, DESAPARECES.

—No voy a desaparecer con eso —pone los ojos en blanco.

—Quiero mi baile—frunce el ceño determinado, porque toda esta discusión está muy bien, pero ese no es el punto.

—V-Vamos, es... una t-tontería —es que, el brillo de terror al final de sus ojos delata que Crowley ya ha perdido esta batalla sin siquiera empezar...

Aziraphale junta las manos, aún sentado, mirándole serio y sin contestar. Esperando.

—Ni siquiera es algo que hice conscientemente. No puedes, estrictamente, pensar que es mi culpa —se defiende encogiéndose de hombros, como suele hacer en el infierno.

—Baila.

—Además, todo este asunto del baile es completamente... infantil y ridículo para que alguien tan inteligente como tú espere que... —hasta a halagos recurrimos ahora. Pánico. PÁNICO.

—Bailes. Sí. Hazlo.

—Y de todos modos no significa nada, quiero decir, e-es solamente una... secuencia de movimientos uno tras otro que... en realidad, es... —parlotea, encogiéndose de hombros, dando una vueltecita por ahí, mirando algún libro o lo que sea y tocándolo con las manos fingiéndose desinteresado, pero SUPER NERVIOSO.

—No, ¡eso no me vale como baile!

—¡Venga! ¡He venido aquí bien y de buenas! ¡Traigo un regalo! ¡Y no te imaginas lo que tengo ahí fuera! Y... I-Íbamos a ese sitio tuyo a... —intenta negociar, eso parecen lloriqueos hasta un poco desesperados.

Aziraphale se cruza de brazos y le mira con cierta severidad. Tan pronto como lo hagas, va a volver a su carita de angelito.

Crowley aprieta los ojos porque es que sabía que esto pasaría desde que supo que había una tumba con su nombre en algún lugar del mundo. SUSPIRA PROFUNDAMENTE.

Oh sí. Menos mal que estás vivo, ahora vas a sufrir hasta que mueras, aunque sea de la vergüenza.

Toma aire. Se quita las gafas, con los ojos cerrados, porque son demasiado cool para que le vean hacer esto, las dobla con cuidado guardándoselas en el bolsillo y mueve el pelo intentando disociarse de este asunto. Vamos, Crowley, no pasa nada, en un instante esto habrá pasado y podremos ir a otra cosa. Tú puedes. Que nadie pueda decirte que le temes a un ángel.



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En el texto hay: goodomens, aziracrow, ineffablehusbands

Editado: 08.05.2024

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