Raven

Capítulo IV

Ambos me miraron, increíblemente sorprendidos por mis palabras. Me resultó extraño, no dije nada que considerara fuera de lo que me había preguntado.

—¿T-te gusto? —dijo Lilith, tartamudeando.

—Jack dijo que "gustar" era cuando alguien te atraía, y tú me pareces hermosa, entonces eso debe ser gustar —respondí.

—¡Eso no es que te guste alguien! Es mucho más profundo que eso —dijo Lilith—. Es cuando...bueno, cuando la personalidad y actitudes de una persona te hacen sentir bien, te llama la atención de una buena manera. ¿Me entiendes?

—No —dije llevándome el croissant a la boca .

Ambos suspiraron y se rindieron.

***

Era la una de la tarde y estaba de pie en el estacionamiento esperando a Elliot, abrigada hasta los dientes y con la mochila a mis espaldas. Vi a lo lejos que Ray estaba caminando hacia mi dirección, al llegar se puso de pie enfrente de mí y exhaló vapor por el frío.

—No te encontré en la cafetería en el receso. ¿Dónde estabas?

—Bajo un árbol —respondí mirando hacia otra dirección.

—¡¿Sola?! —exclamó.

—No.

—¡Entonces pudiste hacerte amigos! ¡Qué bueno! Me alegro mucho por ti —dijo con una sonrisa.

No respondí. No eran mis amigos, ni siquiera los conocía, pero no tenía ni una pisca de ganas para contestar y continuar la conversación, ya había hablado demasiado ese día. Un auto se acercó hacia nosotros así que tornamos la mirada hacia este, era Elliot. Nos abrió las puertas y entramos, sentí como la calefacción me abrazaba y confortaba después de estar sumergida durante horas dentro de la cruel helada.

—¿Cómo les fue chicos? —dijo Elliot mientras comenzaba a conducir, saliendo del estacionamiento.

—Bien. Raven hizo nuevos amigos —dijo Ray.

—¿De verdad? ¡Eso es muy bueno! Deberías invitarlos a casa, así los conoceremos.

Guardé silencio y me quedé hipnotizada viendo la ventana, había nieve por doquier.

Llegamos a su casa y bajamos del auto, entramos y nos quitamos nuestros abrigos.

—¡La comida está lista! Dejen sus cosas en sus habitaciones y vengan a comer —se escuchó decir a Liz desde la cocina.

Caminé y subí por las escaleras, entré a la habitación y en medio del camino me detuve bruscamente, creyendo que me había equivocado de puerta. Me di la vuelta para salir, pero Elliot se interpuso en la puerta.

—Hice que un amigo mío, que es diseñador de interiores, decore tu habitación. ¿Te gusta? —dijo, emocionado.

Giré sobre mis pies y le di una buena mirada a la habitación. Todo seguía siendo rosa, pero de otra tonalidad. Había un escritorio grande blanco con una silla giratoria y una luz de escritorio blanca, cambiaron la cama chica por una de dos plazas, repleta de almohadones rosas y grises, combinando con las sabanas y colchas. En el respaldar de la cama, había luces de navidad amarillentas con fotos que me han sacado junto a los chicos. ¿Todo eso hicieron en una sola mañana?

—¿Y? ¿Qué te parece? Cualquier cosa que quieras cambiar solo dilo.

Estaba sorprendida y no sabía qué responder. Era un diseño armónico y un poco ornamentado, pero no me disgustaba, supuse que era una habitación diseñada para una adolescente. Por lo menos habían quitado a los peluches y muñecas que rodeaban todo el lugar.

—Gracias —fue lo único que se me ocurrió para decir.

—No es nada hija —me dio una palmada en el hombro—. Te dejo para que la observes bien, luego ven a almorzar.

Al terminar de decir eso se retiró.

Cerré la puerta y dejé la mochila en el espaldar de la silla del escritorio. Me senté allí y posé las manos sobre el escritorio. Había varios cuadernos apilados del lado derecho de distintas tonalidades color pastel, los revisé y estaban vacíos así que debían ser anotadores. Había un enorme calendario en la pared sobre el escritorio, tenía espacios suficientes en las fechas para poder anotar lo que necesitara. Del lado izquierdo, había un gran portalápiz repleto de lápices de colores y normales, además de biromes negras y de todos los colores existentes. "¿Cuándo dinero manejaba esta gente?", pensé.

Un extraño sonido me distrajo de mi observación, era como un leve llanto de bebé. Me levanté de la silla y salí al pasillo, caminé por este, siguiendo el llanto, hasta llegar hasta la última puerta, la cual tenía una inscripción en ella —Ruby—. La abrí lentamente, sintiendo el calor que emanaba del interior, y escuché perfectamente que el llanto venía de su interior, al entrar vi que esa habitación era prácticamente idéntica a cómo era la "mía" anteriormente, con la excepción que había una gran cuna rosada en el medio del lugar. Me acerqué y vi a una pequeña bebé llorando con su diminuta carita rojiza de tanto llorar. La tomé suavemente en mis brazos y la olfateé, estaba sucia. Revisé con los ojos rápidamente a mi alrededor y noté un cambiador cerca de la ventana con bolsos a su alrededor bien equipados.

Me acerqué al cambiador y le quité, con cuidado, su pequeña ropita, y también el pañal, el cual estaba bien cargado, y lo lancé en un cesto que estaba cerca. Tomé pañuelos húmedos, talco y un pañal limpio, la limpié entera con los pañuelitos (ya que se había ensuciado hasta la nuca), le puse talco en todo su cuerpito para que no se pasmara y le coloqué el pañal limpio. Quise volverle a poner la ropa, pero estaba completamente sucia, así que busqué en una cajonera blanca ropa limpia. Encontré un conjunto celeste con nubecillas que lo decoraban, así que escogí ese y la vestí con eso. No paró de llorar en todo momento, imaginé que era porque no me conocía, o porque estaba molesta, no sabía realmente el porqué de su malestar, lo interpreté más por el lado de que estaba incómoda por estar sucia.

Ya estaba limpia, perfumada y con ropa nueva, volví a acostarla en su cuna, pero, aun así, seguía llorando. Suspiré sonoramente y me llevé las manos a la cara, hacía tiempo que no cuidaba un bebé, no sabía si podría hacerlo bien. Me decidí a ayudarla y volví a tomarla en mis brazos, acerqué su cabecita a mi pecho, del lado de mi corazón, y le daba suaves palmadas en su espaldita, cantando la única canción de cuna que conocía. Seguí así hasta que, al pasar unos segundos, se tranquilizó y quedó profundamente dormida. Me había sorprendido demasiado que haya funcionado, al verla dormida dejé de cantar.




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