Inmediatamente salí corriendo de mis clases, había escuchado por unos alumnos que te habías desmayado durante las clases de gimnasia.
Llegué a la enfermería observando tu imagen. Lucías tan pálido, tan débil, que una incertidumbre se introdujo en mi pecho.
¿Quién pensaría que esto sucedería de nuevo?
No pude evitar ir hacia ti y abrazarte, tus ojos se habían acumulado de lágrimas.
Me contaste que tenías ciertos problemas de alimentación y aun sabiendo aquellos riesgos quisiste participar en esa carrera.
No te des demasiada exigencia.
No tenías la idea de cómo me encontraba, por un momento logré tener muchos sentimientos los cuales no sabía que existían al saber de tu estado.
A partir de ese día prometiste que nunca volverías hacer mucho esfuerzo en un deporte, aunque no me había enterado sobre el cruce de tus dedos y palabras vacías.