Pasaba tranquilamente por un parque que se encontraba a unas cuadras de mi casa, todo mi andar se detuvo al verte. Tu sonrisa había vuelto a ser la misma, brillosa y única, la razón era porque te encontrabas jugando felizmente con unos niños que no pude evitar sentir algo de ternura. Era como si fueras parte de ellos, tu personalidad era tan particular.
Comencé a acercarme, pero de nuevo había desaparecido tu característica distintiva reemplazándola por una simple mueca.
Tomé asiento a tu lado balanceando un poco los columpios. Ambos ya éramos mayores, pero al parecer no nos importaba ese hecho.
No sabía cómo iniciar aquellas disculpas, jamás en mi vida lo había hecho.
--Hola, ¿cómo estas?
¿Así de mal era para iniciar conversaciones?
--Bien-- respondiste fríamente.
Odiaba eso, no tenías la idea lo cual podías ponerme mal en tan sólo cuestión de segundos.
--Yo... Lo siento-- la confusión apareció en tu cara --. No sabía que te gustaban las chicas, y que Regina era de tu gusto, de haberlo sabido no lo hubiera hecho. Es más te apoyo en... -- una sonora carcajada brotó de lo profundo de tu garganta.
--¿Qué cosas dices? Ella no me gusta-- respondiste limpiándote una lágrima que se te había resbalado debido a la risa.
--Yo pensé que era así-- musité avergonzado de mis ideas.
--No lo es, y no te preocupes por eso. Nadie te detiene a besar a la gente que te guste, eres libre de hacerlo-- dirigiste tu vista a hacia tus manos comenzando a jugar con ellas.
--¡No quiero que pienses que soy ese tipo de chico!
Era un idiota al precipitarme con mis conclusiones, entonces si no te gustaba Regina. ¿Cabría la posiblidad de que yo era el que te gustaba?
--¿Y qué tipo de chico eres?
Estaba soñando. Obviamente eso nunca pasaría.