Cada martes tendías a venir con un buen puñado de caramelos, íbamos a nuestro árbol para deleitarnos con unos de ellos. Pero a decir verdad, lo que hacía especial los martes era el tiempo que podía pasar contigo.
--Tienes algo aquí-- tocaste tu mejilla izquierda mientras simulabas estar limpiándote los restos del chocolate.
--¿Dónde?-- toqué mi cachete del lado contrario a propósito.
--No tonto, aquí traes chocolate-- volvió apuntar dicha parte, mas mi objetivo era llevarle la contraria.
--¿Aquí?-- una risa melodiosa escapó de tus labios.
Había escuchado con anterioridad tu risa, aunque no hallaba una explicación por la que me hubiera dejado tan atontado. La pondría en el primer lugar de lo que más me gusta, pero tú ocupas todo corazón.
Negaste con tu cabeza de un lado a otro, cada vez acercándote más y más hasta quedar frente a frente.
--Mejor te ayudo.
Tocaste el contorno de mi cara siendo acariciada por la yema de tus dedos, aunque sé que no era tu intención besarme, no pude evitar juntar mis labios con los tuyos.