Querida Regina:
Cariño, odio verme así. No sabes lo que te has llevado de mí, lo gran vacío que me encuentro ahora sin ti.
¿Es verdad? ¿Que ahora lo amas a él? ¿Aunque hayas jurado estar a mi lado?
Tuve miedo a que todo esto terminara. Me aterraba tan sólo el hecho de pensar de que soltaras mi mano y huyeras. Mas mira ahora la situación, mi mayor temor se cumplió.
Duele demasiado recordar las últimas palabras que escuché de tu linda voz. Preferiría que me dijeras que todo esto era falso, que me seguías amando.
Ahora eres como una mariposa, volando muy alto, que es imposible de alcanzar, llevándose todo aquello que conocía como felicidad.
Quiero pensar que esto es un sueño, uno muy malo. En donde a él no lo estés besando, en donde no tenga tu amor, aunque creo que yo tampoco lo tuve. ¿Cierto? No soy el protagonista de tu corazón.
No puedo soportarlo más, eres la única que trajo brillo a mi oscuridad y ahora me encuentro perdido nuevamente en ella.
No te preocupes más por mi presencia, se que no lo harás, por ello me alejaré de ti, para ya terminar con este sufrimiento que llevo en mí.
Perdóname por no llenar tus estándares.
--¡Detente!-- sentí como tus brazos delgados a aferraron de mi cintura. Aun teniendo un cuerpo débil, mantuviste la fuerza como para evitar que cayera.
--¿Por qué tú? ¿Por qué volviste?-- sin pensarlo me abrazaste. Una costumbre que se me estaba empezando hacer por ti.
No debía, pero esa calidez la necesitaba. Te necesitaba.
--Estoy contigo, no te dejaré solo, salgamos de aquí.