Nos dirigimos hacia una de las montañas más cercanas donde vivíamos, ya que en esa noche el cielo estaría repleto de estrellas, ahí sería la mejor vista para observarlas y tomar de ellas capturas.
Cada alumno de astronomía podía llevar un acompañante que fuera externo al taller, por lo tanto ya tenía a la persona ideal quien me haría compañía. Y no era nadie más que tú.
Esa misma noche nos alejamos de los demás grupos, contemplando entre los dos los hermosos astros que decoraban el cielo.
Observé con detalle tu rostro, amando cada vez más cada facción tuya. No sabía qué era lo más espectacular durante esa noche, las estrellas o tu simple existencia.
--Dime. ¿Cuánto me quieres?-- tu pregunta me había sacado de tu apreciación.
--Eso no se pregunta, ya sabes la respuesta. Y si no te sientes segura, tan sólo mira arriba. ¿Ves la gran cantidad?
--Sí, son demasiadas. Aunque esto no describiría todo el amor que siento por ti.
Eso me había tomado de sorpresa. Juro que hasta casi me atragantaba con mi propia saliva. ¿Era cierto que me amabas?