Al pisar mi habitación, no me sorprendió ver que mi hermana estuviera ahí. Dejé la mochila en el suelo, expectante de lo que diría. No tenía expresión, la palabra neutra le quedaba a la perfección.
No esperaba a que ella se me lanzara para abrazarme, ni mucho menos para decir que estaba alegre por mí. Pareciera que todo era un cuento.
Pero al menos pude sentir un gran alivio al ver que después de todo no estaba solo.