Capítulo XIV
Diana
Cuando llegamos a nuestro destino por fin, nos detuvimos frente a la gran montaña, observando su inmensidad – Está muy oscuro, debemos acampar aquí hasta que salga el sol, así será más fácil para Diana escalar – Dijo Orbom, pero creo que será imposible para mí escalar esta enorme montaña aun cuando salga el sol.
Dafer hizo una fogata y Silvia se echó a dormir junto a esta. Orbom y Dafer se sentaron en el tronco de un árbol que estaba tirado y el trol se sentó en el suelo haciendo un gran estruendo por su peso, yo me senté en frente de él
- ¿Cuál es tu nombre? – pregunté y el trol inclinó su cabeza hacia un lado, mirándome con desentendimiento –
- No puede entenderte – Dijo Dafer – Ha estado encerrado desde pequeño
- Pero creo que sí entiende que lo estamos ayudando – Dije mirando al trol a los ojos e incliné la cabeza hacia el mismo lado que él y entonces inclinó la cabeza hacia el otro lado, yo sonreí y vi una pequeña flor a mi lado, la arranqué y se la mostré – Esto es una flor, una flor – Dije tratando de enseñarle una palabra – Flor – insistí –
- Flor – Dijo el trol con una voz muy gruesa –
- ¡Aprendió su primera palabra! – exclamé con emoción, Dafer y Orbom sonrieron con mi reacción –
- Flor – Volvió a repetir el trol –
- Sí, esto es una flor – El trol me la arrebató de las manos y la rompió – ¡Hay no, la rompiste!
- Flor, flor, flor – siguió repitiendo el trol y yo suspiré con una sonrisa –
- Sigue practicando – Me levanté del suelo y me senté a un lado de Orbom –
- ¿Sabes Diana? – Dijo – Después de todo me hubiera gustado que fueras mi hija – Bajé la mirada porque no sabía si estaba diciendo la verdad –
- ¿Por qué dices eso? – pregunté –
- Solo quería que lo supieras – Puso su mano en mi hombro – Iré a dormir, tú deberías descansar también
- Descansaré más tarde – respondí –
Orbom se acostó en el suelo junto a Silvia, solo estábamos despiertos Dafer y yo
- ¿Le contaste todo? – pregunté refiriéndome a Silvia –
- Sí – respondió – y decidió seguir con nosotros
- Bien – aún con la fogata había algo de frío, así que encogí mi cuerpo y comencé a frotar mis manos –
- ¿Tienes frío? – preguntó Dafer –
- Sí, un poco – respondí –
- Entrégame tus manos – Dijo extendiendo sus manos hacia mí –
Se las entregué tal y como me pidió para comenzar a frotarlas con las de él. Alcé la mirada y me quedé viendo su rostro concentrado, dándome calor. Me quedé quieta y entonces él alzó su mirada también, sus ojos inusuales y los míos se encontraron. Hubiese querido apartarme en ese momento, pero ya era demasiado tarde, mi acelerado corazón y el ardor en mis pómulos demostraban mi inexperiencia en el amor. Él deslizó sus dedos por mi mejilla, cerré mis ojos para disfrutar su caricia, fue cuando sentí sus labios suaves y carnosos junto a los míos. Me dejé llevar solo por unos segundos, no pasó mucho tiempo para recuperar la razón y detenerme. Miré a Silvia y a Orbom para verificar que seguían dormidos
- Voy a descansar – Dije algo avergonzada –
- Sí, descansa, yo me quedaré vigilando al trol – Dijo Dafer, que, a diferencia de mí, se veía tranquilo –
Me acosté junto a la fogata dándole la espalda a Dafer, cerré mis ojos con fuerza y apreté los labios por la vergüenza que sentía de solo pensar en lo que acababa de pasar ¿Cómo miraré lo miraré a la cara cuando despierte mañana?
Apenas salió el sol, todos nos levantamos y comenzamos a prepararnos, yo intenté evitar cualquier contacto con él
- ¿Cómo subiremos? – pregunté –
- Primero subirá Orbom y les informará a los troles que traemos a su hijo, así evitaremos que nos ataquen – Respondió Dafer y no dije nada más –
Orbom comenzó a subir la montaña a una gran velocidad y en solo minutos ya estaba en la cima
Orbom
Una vez en la cima observé la aldea de los troles, es un lugar horrible a la vista, donde solo predomina el color gris de las piedras y el marrón de la tierra, todos estaban trabajando, creando armas con metal o recolectando insectos y reptiles para cenar, entonces uno de ellos notó mi presencia y señaló hacia mí. Los troles comenzaron a agruparse y se pararon al pie de la montaña observándome, di un salto y aterricé delante de ellos
- ¿Qué hace un elfo aquí, en mi territorio? – Dijo el líder abriéndose paso entre la aglomeración y se paró justo en frente de mí, tuve que torcer mi cuello hacia arriba para poder observar su rostro – La última vez que vino una elfina, se llevó a mi hijo, tal vez debería secuestrarte y negociar con el rey para que me lo devuelva – continuó –
- De hecho – Dije algo nervioso – Eso no será necesario, porque del otro lado de esta gran montaña está tu hijo y junto a ellos tres compañeros que esperan mi señal para traerlo hasta usted, solo queremos estar seguros de que no nos atacarán
- ¿Qué? – preguntó el líder y todos los demás troles comenzaron a murmurar - ¿Por qué el rey me devolvería a mi hijo ahora? ¿No será esto un engaño?
- Todo esto es a escondidas del rey, creemos que es injusto lo que le hizo a usted y a su hijo – Los ojos del trol comenzaron a brillar y en su rostro se notaba la desesperación por ver a su retoño, que ahora tenía ciento cincuenta años –
- ¿¡A qué estás esperando!? ¡Da la señal! – exclamó el trol –