Capítulo XXIV
Diana
Volvimos a la aldea de los troles, aún no sabíamos con lo que nos encontraríamos, cuando cruzamos la gran montaña nos quedamos perplejos. Mis piernas apenas tenían fuerzas para mantenerme de pie ante esta escena, caminé con pasos lentos por la aldea, miré a todas direcciones y lo único que encontraba eran cadáveres, sentí muchas emociones juntas, ira, odio, impotencia y unas incontrolables ganas de matar al rey, pero aún no comprendía cómo me había encontrado. Apreté mis labios con rabia y mi vista se nubló.
Oliver comenzó a buscar a Silvia por todos lados, al igual que Dafer, yo me dirigí entre los cuerpos sin vida de los troles hacia la cueva de Grador. Encontré a Silvia sentada en el suelo, curando las heridas de este, en cuanto me vio se puso de pie – ¡Estás bien! – exclamé y me abalancé a sus brazos, pero Silvia no correspondió mi abrazo, observé su rostro y no había señal de emociones, ya sea tristeza, ira o cualquier otro sentimiento, la noté extraña – Oliver está buscándote afuera, deberías ir a verlo – Ella salió de la cueva y entonces miré a Grador
- ¿Cómo estás? – le pregunté –
- ¿Cómo se supone que debería estar luego de que todos los troles fueran asesinados? ¡Incluso mi hijo! – exclamó Grador y comenzó a llorar –
- Lo sé, lo siento mucho, todo es culpa mía, jamás debí haber venido aquí – Dije con lamento –
- No te culpes – respondió Grador – Todos sabemos quién es verdadero culpable y aunque ya no queden troles para unirse a ti, a esta lucha, puedes seguir contando conmigo, voy a vengarme
- Sé que le prometí a Silvia que no lo haría, pero si está en mis manos, mataré al rey por hacer tanto daño, el mundo no necesita a alguien como él
- ¿¡Por qué!? – exclamó Silvia entrando a la cueva junto a Oliver y a Dafer – ¿¡Por qué hiciste una promesa que no cumplirás!?
- ¿¡No es bastante claro!? – exclamé con alteración – ¡Tu padre es un asesino, ha quitado incontables vidas y voy a detener su masacre!
- ¡Cuando me uní a ustedes, dijiste que no enfrentarías al rey que una vez admiraste!
- ¡Eso fue antes de saber que ofreció la vida de hadas y duendes a los elfos oscuros y que fue el culpable de la muerte de mi madre! ¡Ahora masacró a los troles y no puedo entender que sigas defendiéndolo! – Silvia se quedó callada y me miraba con pena, entonces suspiré y me calmé para bajar el tono a mi siguiente frase – Comprendo que es tu padre, pero es el culpable de muchas muertes
- Y yo comprendo tus deseos de asesinarlo – Dijo Silvia calmada también – Me dejó un mensaje para ti
- ¿Cuál mensaje?
- Mi padre tiene a Gor, dijo que, si no vas hoy al castillo con el collar elemental, entonces morirá
- Supongo que no me queda otra opción – respondí –
- No, podría ser una trampa – Intervino Dafer –
- ¿Entonces qué hacemos? ¿Dejar que Gor muera? Mientras tenga este colgante en mi cuello, estaremos bien
- Yo creo que Diana tiene razón, debemos ir – Dijo Silvia – Yo iré con ella
- Todos iremos con ella – Dijo Oliver –
- No lo comprendo ¿Cómo nos encontró el rey? – pregunté –
- Fue Fire – respondió Dafer – Ayer la vi siguiéndome, pero cuando me di cuenta, ya estaba muy lejos de aquí, así que no pensé que me había visto venir, lo siento Diana
- ¿En serio Dafer? – pregunté con desconfianza –
- No confías en mí ¿Cierto?
- ¿Por qué debería hacerlo?
Salí de la cueva, estresada por las discusiones, por mi desconfianza y él vino detrás de mí, me detuve cuando vi a los cuerpos de los troles tirados en el suelo, me causaba tanta tristeza
- ¡Esto no es justo! – Exclamó Dafer y me volteé a verlo –
- ¿¡No es justo!? – le pregunté con nubes en los ojos – ¡Supiste todo el tiempo lo que hacía el rey y no me dijiste nada! ¿¡Y me dices que no es justo no confiar en ti!?
- ¡Tienes razón, debí habértelo dicho, pero debes comprender que mi integridad no me permitía traicionar a mi propio hermano, sin embargo, lo hice por ti, siempre estuve de tu lado, te ayudé en cada paso que diste, incluso cuando tuve la oportunidad de entregarte al rey y retenerte a mi lado, no lo hice, porque te amo! – Escuché con atención cada palabra de Dafer y comencé a recordar todas las veces que me ayudó, es como si por un momento, la ira me hubiera hecho olvidar – Y por eso Diana – Dijo poniéndose muy cerca de mí – Creo que es injusto que no confíes en mí
- Lo siento – Dije más serena – Tienes razón, soy una malagradecida, yo te culpé y me olvidé de todo lo que hiciste por mí, pero lamentablemente Dafer, esto no me alcanza para perdonarte
- No te volveré a pedir que me perdones, pero confía en mí al menos – respondió – Podemos hacer justicia, pero, antes que nada, deberíamos ir a salvar a tu amigo
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Estaba de pie en el balcón más alto del castillo, y vi a Diana junto a Dafer y Silvia, se acercaban caminando hacia aquí. Salazar se acercó por detrás para avisarme
- Señor, ya está aquí – Dijo –
- Sí, ya la vi – me volteé a verlo – Es valiente ¿No crees?