Soleil
El teléfono suena mientras desayuno. Lo volteo en la mesa y miro. Número desconocido dice.
Miro bien los dígitos.
Suelto la cuchara y cancelo la llamada.
Sigue vibrando durante las clases. Lo pongo en silencio.
—¡Vitale! ¡¿Que estás haciendo?! —la señora Morales me grita hoy por séptima vez cuando caigo al suelo —. Por favor levántate del piso, eres un desastre… como siempre. Ustedes pueden irse.
La señora Morales apunta a mis compañeras que miran la escena bien calladas.
Muevo la cabeza al ver cómo las chicas salen del gran salón y despegó la mejilla del frío piso.
—Eso te incluye a ti, Vitale. También puedes irte —la señora _ toma su bastón y sale detrás de Sabrina por la puerta.
Respiro profundo y me siento. Podría pasar todo el resto de la noche acostada ahí mirando al techo y los candelabros incandescentes.
Si sigo así voy a quedar ciega.
El cuerpo me pesa. Consigo ponerme de pie.
Camino hasta la esquina y cerca de la pared recojo una chaqueta de cuero del suelo.
Los pasos de mis zapatillas de ballet resuenan. Pongo mi mano en el pomo metálico. Hago fuerza al atraerla hacia mi para abrirla.
El chillido de la puerta resuena en mi cabeza. Una leve presión se me instala en las sienes.
Respira profundo Soleil— me digo a mi misma.
Pongo un pie afuera. Luego otro. Aquí es justo donde pasa Beni.
—¡Buenas noches, Soleil! —grita Beni mientras sale corriendo para bajar las escaleras y no llegar tarde a su trabajo de medio turno.
Ahora aparecerá la señora Lucia con el coleto en la mano.
—¿Cómo estás nena? Descansa ¿si? —Abre la puerta del cuarto de limpieza y desaparece. Cómo siempre.
Me quedo ahí parada en la puerta del gran salón a esperar que se llegue Flavia.
Quien justamente viene corriendo por qué dejó su chaqueta negra de cuero que sostengo en mis brazos de forma delicada.
—Ay Dios mío… volví a dejarla ¿cierto?
—Lo hicistes de nuevo, Flavia —aparece una sonrisa en mi cara automatica.
—Es que salgo corriendo del salón a despedirme de Vinicius antes de que se vaya a casa de su abuela y ya sabes que…
—...Araucaria está lejos —Flavia se queda callada cuando respondo por ella.
—Vaya, iba a decir eso.
—Lo sé —ella se ríe y echa su cabello hacia atrás del hombro.
— Chao Soleil.
Se va.
Hago mi recorrido hasta los vestidores y me cambio. Guardo cada cosa con cuidado.
—¡Aquí estás! Te busqué como palito de romero —me doy la vuelta al escuchar a Sabrina.
—¿Vamos juntas a mi casa?
El bendito teléfono vuelve a sonar. La mano me tiembla. Voy a tirar el bendito teléfono por la ventana.
—Hoy es martes.
—Verdad. Lo había olvidado.
Cómo siempre.
Me pongo un short blanco encima de las mayas que son casi transparentes. Una camiseta de una banda que ya ni recuerdo de dónde saqué. Saco mis converses negros altos del bolso y me los pongo.
—Bueno… me escribes después. Chao —no levanto la cabeza para responderle pues no tengo que ver para saber que dijo adiós y se dió la vuelta ni siquiera esperando mi respuesta.
Termino de atarme las trenzas y me levanto.
Salgo igual que muchos por la misma puerta.
Camino por la acera mirando al frente. Pasa el carro de color verde, negro, negro, negro, blanco, gris, azul… los mismos de siempre. A la misma hora. Una y otra y otra vez.
Los faros amarillos sobre mi. Hace calor y…
Algo… algo vibra. Frunzo el ceño y meto las manos en mi bolso. Saco mi teléfono, está vibrando.
Número desconocido.
Mis dedos se mueven y atiende la llamada. Levanto el teléfono hasta la oreja.
—¡Ciao! ¿Soleil Vitale? —Se prenden las alarmas al escuchar aquel idioma, mi lengua nativa: Italiano.
—¡Que quieres! —respondo secamente.
—Soy alguien directo así que iré al grano. Este año será celebrada la 7ma competencia internacional de orquestas de cuerda —de alguna forma, en ese momento supe por qué me estaba llamando.
Decidí hacerme la loca.
—Hay… no se quién eres. No sé de qué me hablas —dije ironicamente como si no supiera.
Con tal de no aceptar la razón.
Con tal de no parecer interesada.
Con tal de no meterme en problemas.
Margaret Ricci. Deberían ponerle en el currículo: Mujer insoportable. Bien grande en letra negrita.
Y después que es directora de la orquesta profesional Scala de Milán.
—Este año tengo el honor de dirigir la orquesta de cuerda que representará al país en la competencia internacional de orquestas de cuerda en Austria/Viena —me quedé en silencio.
Clavé la mirada en mis zapatos.
Conté: 1, 2, 3, 4… 17 segundos en silencio.
—¡Hola! ¿Sigues ahí?
—Estoy aquí. ¿Qué quieres de mí?
—Falta un violinista integrante para completar la orquesta que representará Italia.
—Estás hablando con la persona equivocada…
—¿En serio? ¿Bailarina de día, músico de noche? No, no estoy hablando con la persona equivocada Soleil —Ella lo sabía.
Tragué saliva.
—Tu vida es tan gris mi niña.
—¿Qué sabes? —el estómago se me comenzó a revolver.
—Sé lo de tu hermano, sé lo de la carrera, sé lo de la universidad… lo sé todo —pude sentir su sonrisa.
—No toco el violín desde hace tres años, no soy lo que buscas, además no me quiero arriesgar y sabes a lo que me refiero si sabes lo de mi hermano —mi corazón golpeaba mi pecho con fuerza, mi respiración comenzó a acelerarse.
—Tranquila, sé que te recuperarás. Después de todo eres una Vitale y no me has dicho que no — iba a decir algo Pero… —. Mañana en el Starbuck que esta en el centro de la ciudad, cerca del paque a las 6:00. ¿Te parece si nos encontramos?
—¿No se supone que estás en Italia?
—Créeme querida que cuando quiero algo lo obtengo y eso significa buscarlo en persona. Ciao, buona notte.
Cortó la llamada y me quedé ahí, Como… entumecida.
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Editado: 23.08.2025